NUEVO ENFOQUE DE LA
ECONOMÍA URBANA DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA: LOS CUADERNOS GENERALES DE LA RIQUEZA DE MARTÍN DE GARAY (1818).
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Jesús Vegazo Palacios
- INTRODUCCIÓN
Este artículo tiene por objeto reflexionar
acerca de la reforma fiscal filoliberal del
ministro de Hacienda Martín de Garay
durante el Sexenio Absolutista (1814-1820)
y encontrar algún documento que acredite su aplicación directa en Sanlúcar de
Barrameda: los llamados Cuadernos
Generales de la riqueza de los Pueblos y los apeos y valuaciones generales, fuentes de origen fiscal, base
de la denominada Estadística del Reino.
Nos centraremos fundamentalmente en la riqueza
urbana de dos de los oficios más representativos de Sanlúcar de Barrameda en
1818: fabricantes industriales y criadores de vinos. Aunque se constatan
problemas técnicos, humanos y económicos en su confección, el grado de
fiabilidad puede considerarse relativamente aceptable. El cuaderno general descubierto en el Archivo Histórico Provincial de
Cádiz responde a una operación puramente cosmética para salir del paso debido a
la premura de tiempo, la falta de recursos y a la propia incapacidad de los
individuos que conformaban las juntas de partido, encargados de su redacción. No
aparece el apeo que hubiera
facilitado el acceso a datos sensibles sobre productividad de la tierra,
superficies agrarias y producciones
agrícolas.[1] En
cambio, se detalla la riqueza industrial y comercial de Sanlúcar de Barrameda
(fábricas, molinos, cafés, ventas, posadas, etc) y embarcaciones. Tampoco hay
que soslayar el interés desmedido por la ocultación de bienes y utilidades de
cualquier especie, pese a la amenaza del Ministerio de Hacienda de pagar cuatro
veces la cantidad correspondiente a ingresar en las arcas reales. La
responsabilidad de su elaboración recayó en una comisión específica o junta
local de contribución en base a las declaraciones de los vecinos, que no
aportaban documentación alguna. Tampoco fue revisada por ninguna autoridad
superior, a tenor de los acuerdos capitulares. En cualquier caso, constituye un
singular instrumento, manifiestamente mejorable, que nos acerca a la compleja
realidad socioeconómica de Sanlúcar de Barrameda a comienzos del siglo XIX.
- MARTÍN DE GARAY (1771-1822) Y EL MINISTERIO DE
HACIENDA
Martín de Garay fue un hacendista que entabló una
amistad muy personal con Gaspar Melchor de Jovellanos. Se le atribuye la
confección del primer presupuesto del Estado español, pretendiendo la reducción
del gasto público y el incremento de ingresos mediante una racionalización
tributaria y un aumento de la presión fiscal que gravaría las rentas de la
nobleza, del clero y de los altos funcionarios de la Corona ,lo que le granjeó
su animadversión.
Fernando VII se vio en la tesitura de afrontar con
decisión una profunda reforma fiscal que permitiera el incremento de los
ingresos de la Corona. Designó en diciembre de 1816 como ministro de Hacienda
al filoliberal Martín de Garay
(1771-1822). Su paquete de reformas se articulaba en torno a los siguientes
ejes:
·
Derogación de
las rentas provinciales ya que pretendía simplificar el complejo sistema fiscal
y sustituirlo por la nueva Contribución
General del Reino.
·
Reparto entre
todas las poblaciones del Reino de dicha contribución, salvo las capitales de
provincias y puertos, donde se establecerían derechos de puertas sobre los productos que se introdujeran en su
interior.
·
Implantación de
un sistema fiscal mixto: coexistencia de una contribución directa sobre la
producción agraria y otra indirecta sobre mercancías vendidas en ciudades y
puertos.
·
Contribuyentes:
personas sin distinción de estamento o condición social, incluido el clero que
viviese en las provincias contribuyentes.
·
Corregir las
deficiencias técnicas del Censo de Frutos
y Manufacturas de 1784.
La Circular de 12 de septiembre de 1817 aclaraba las
quejas sobre las desigualdades en el reparto de la cuota para la contribución.
Por ello, la famosa Circular de 18 de febrero de 1818 de la Secretaría de
Estado y del Despacho de Hacienda complementó a la anterior, precisando la
estructura y los contenidos de la Estadística
del Reino, que incluía todos los vecinos de los pueblos y propietarios
residentes divididos en haciendas, ganados, oficios, tratos, comercios y
utilidades. También quedaban inscritos los eclesiásticos seculares y regulares,
y las manos muertas por las tierras,
frutos, casas y rentas de cualquier especie que disfrutasen. También los
ayuntamientos, por la riqueza territorial de sus bienes y fincas de propios,
quedando el producto de los arbitrios, de las tierras comunales y baldías y de
todos los bienes del Patrimonio Real exentos de la contribución general.[2]
La etiología de la degradación y desorganización
de la Hacienda fernandina y su precaria situación de liquidez serían:
·
Déficit crónico
desde el siglo XVIII, agudizado por las guerras durante el reinado de Carlos
IV, especialmente, la Guerra de Independencia.
·
Pérdida
progresiva de las rentas americanas.
·
Desorden
administrativo desde 1814.
·
Descenso de los
ingresos tributarios: tomando como base 100% el periodo 1788-1797, el 85.5%
para el periodo 1803-1807 y 92.3% para el periodo (1814-1819).
·
Los
desequilibrios estructurales en la composición de los ingresos totales de la
Hacienda Real: así, para el periodo 1788-1791, el 76.9% procedía de las
recaudaciones tributarias; el 11.2% de las remesas de caudales de las Indias y
el 11.9% de la creación de Deuda Pública; para el periodo 1793-1797, la proporción
era la siguiente: 55.5% / 11.9% / 32.6%; y para el periodo comprendido entre
1803 y 1806, la distribución de la composición fue: 50.4% / 13.7% / 35.9%, lo
que demostraba que la emisión constante de Deuda Pública cubría la expansión
del gasto. Finalmente para el periodo 1814-1819 el 95.5% de los ingresos
totales del Estado provenían de las recaudaciones tributarias con la casi
desaparición de las remesas de caudales americanos y una profunda crisis del
crédito público.[3]
Las causas del fracaso de la reforma de Martín de
Garay fueron:
·
Posible subida
de los impuestos, con fuerte oposición de los campesinos.
·
Amenaza a los
privilegios fiscales de nobleza y clero.
El 14 de setiembre de 1818, Martín de Garay será
exonerado por Fernando VII, siendo sustituido por el Director de Renta, José de
Imaz. No obstante, la Contribución
General estuvo vigente hasta junio
de 1821, fecha en la que fue definitivamente derogada.
3. EL FRACASO DEL APEO Y VALUACIÓN GENERAL DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA. SUS VICISITUDES
El llamado Apeo
y valuación general de capital y productos específicos de todas las
tierras, edificios y propiedades realizados entre 1818 y 1820 a instancia del
Ministerio de Hacienda representa una de las herramientas catastrales menos
conocidas y que en Sanlúcar de Barrameda, a tenor de los datos, no se hizo.
Registro de todas las propiedades y bienes individuales que sirvió de base para
la cuantificación de las rentas netas sobre las que se iban a distribuir las
cargas fiscales. Este nuevo sistema tributario de marcado cariz liberal se pondrá en marcha bajo el ministerio de Martín
de Garay, a raíz de la publicación del Real Decreto de 30 de mayo de 1817 en
donde figura, por primera vez, la denominada Contribución General del Reino.
Los continuos requerimientos de instancias superiores
exigiendo al ayuntamiento sanluqueño la finalización de las valoraciones de la
riqueza de capitales y producciones ponían de relieve las permanentes
fricciones entre instituciones.
Las disposiciones del Real Decreto de
30 de mayo de 1817 sobre la Contribución
General del Reino fueron abordadas en pleno del cabildo el 26 de junio de
ese año. La comisión de contribuciones fue el organismo responsable de la
formación del padrón general con el
fin de llevar a efecto el repartimiento y su cobranza.[4] Para
dar cumplimiento a sus instrucciones, los munícipes acordaron reglamentar sueldos,
salarios, gastos y permisos, con cargo a los fondos de Tesorería.[5] El síndico Antonio Mateos fue nombrado vocal
de la junta de contribución encargada de la redacción del padrón que había de servir de base para la distribución de la contribución general. El secretario de
Estado y del Despacho Universal de Hacienda remitió al cabildo sanluqueño
comunicación fechada el 3 de septiembre de 1817 relativa a la obligatoriedad de
redactar la contribución a repartir
entre todas las provincias contribuyentes y pueblos del Reino. A finales de
mes, la junta cesó en sus funciones ya que había “evacuado el Padron y repartimiento hecho por los peritos nombrados,
concluidos las reclamas y agravios de algunos Yndividuos […]”.[6]
Era el momento de poner en marcha la recaudación de la contribución, ocupando
al personal necesario para el pronto despacho de las papeletas, cuya
distribución se comunicaría a los afectados mediante la fijación de edictos.
No tendremos más noticias hasta el 9
de abril de 1818,[7]
fecha en la que el capitán general intendente de la provincia dio orden para
que se procediese, de manera inmediata, al apeo
y valuación general del capital y productos específicos de todas las
tierras, edificios y propiedades de Sanlúcar, dando principio a esta operación
sin la menor demora. Tras la confusión inicial por no saberse qué organismos
debían comenzar las operaciones catastrales si el ayuntamiento o la junta de
partido, el consistorio desconocía de qué fondos disponía la Tesorería para
pagar los trabajos indispensables hasta la conclusión de la referida empresa. El
cabildo dispuso que existiese por lo menos un contador de contribuciones, con sueldo
de 25 reales diarios, auxiliado por dos escribientes que percibirían a razón de
12 reales cada uno. El cargo de contador fue asignado a Manuel María Rodríguez,
“sugeto de provada inteligencia”,
mientras que Antonio Fajardo Saborido y Antonio López resultaron elegidos en el
cargo de amanueses, “todos dignos y
acreedores de esta corporacion”. Días
más tarde, de nuevo el capitán general recordaba a los capitulares que la
confección del apeo y valuación general era de obligado cumplimiento y que su
retraso podría ocasionar un enorme daño al Reino. El 8 de agosto, en cabildo
urgente, se decidió comenzar con las operaciones para la elaboración del famoso
apeo y valuación general, deseando “llevar
a efecto con la ecxactitud que tiene tan acreditada”. Pretendían conciliar
prontitud con acierto por lo que nombraron a
determinadas personas para que, auxiliados por vecinos, evacuasen los preceptivos informes. Se
dividieron en secciones o comisiones,
señalándoles los ramos de los que serían responsables:
- Diego José Núñez, Juan
Bautista Angioletti y Antonio Mateos quedarían encargados del apeo y
valuación de las viñas, arboledas y manchones.
- Francisco Jiménez,
José Fernández Pina y Manuel Pimentel, responsables del de tierras de
labor, crianza de ganados y pinares.
- José María
Domínguez, Agustín Chesca y Manuel Batista, navazos y huertas.
- Eustaquio Vicente
Moro, Pedro Marcial García y Dámaso Aleson, edificios y propiedades.
De haberse redactado, la escasez de medios
materiales, de personas con mayor preparación profesional, las dificultades de
la administración central para hacer cumplir las normas y la falta de una
voluntad política inequívoca de disponer de una solvente herramienta
estadística del mundo rural, hicieron posible ocultaciones de patrimonio y la
infravaloración de bienes de muchos propietarios. Estos responsables,
encargados de las comisiones, controlaban el poder municipal y curiosamente
eran dueños de grandes haciendas. Era lógico pensar que era parte interesada en
ocultar la riqueza de Sanlúcar dado el sistema de cupos, por el cual la
Hacienda Real fijaba la cantidad global a recaudar en una provincia y después
se repartía entre los pueblos que la integraban en función de su riqueza
productiva. Así, cuanto menor fuera el valor de su producto líquido, menor sería
la cantidad a contribuir. El cupo asignado a cada municipio era distribuido de
manera proporcional entre los vecinos sanluqueños, según su riqueza.
En sesión plenaria del 29 de noviembre de 1818 se
debatió el áspero y prescriptivo oficio del capitán general, en el que
apremiaba a los encargados del apeo y valuación general de los ramos de riqueza
de Sanlúcar de Barrameda, dándoles 8 días para que presentasen sus trabajos,
con la advertencia de que si no cumplían “serán
responsables a lo que resuelva la Superioridad”[8].
El 1 de abril de 1819[9]
volvía a suscitarse el asunto al leerse un oficio fechado el 30 de marzo de la
Junta Repartidora,[10]
organismo que exigía al consistorio sanluqueño saber el estado en que se
encontraba el apeo y la valuación general de la riqueza. Llegado a este punto,
estalló un excitado intercambio de reproches entre los regidores. Al finalizar
la sesión, informaron a la Junta de quedar enterados pero comunicaron que, a
tenor del dictamen de los peritos, las operaciones de valuación y apeo
entrañaban enormes dificultades técnicas. Concluyendo: “ […] pero viendo que dicha
Corporacion a pesar de su constantes esfuerzos y buenos deseos no le ha sido posible realizar la empresa;
y que en el seno del Ayuntamiento no se encuentra ningun individuo a quien
cometerla, se ve en la dura necesidad de hacer esta sencilla manifestación
propia del candor, ingenuidad y buena fe que le caracteriza asegurando a la Junta de Partido que por su parte contribuirá al buen éxito de los trabajos, facilitando a la Comision
los antecedentes y operaciones ejecutadas hasta ahora como todos los demas
conocimientos que esten a sus alcances y sean utiles[…]”.[11]
Cabe plantear dos hipótesis de
trabajo sobre el apeo y la valuación general de la riqueza de Sanlúcar de Barrameda:
la primera, que se hubiera entregado en tiempo y forma pero que se encontrara
en paradero desconocido (destrucción o extravío); y la segunda, a la cual nos
aferramos por indicios lógicos y racionales, que jamás llegara a concluirse
pese a la buena voluntad del consistorio sanluqueño. Nos basamos en el estudio
del profesor Miguel Ángel Gutiérrez Bringas[12]
quien, en su búsqueda de estas fuentes fiscales, no ha llegado a localizar el
apeo de Sanlúcar en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz pero sí los
cuadernos generales.
- HOMINES
POTENTES DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA, SEGÚN LOS CUADERNOS GENERALES (1818):
CRIADORES DE VINOS Y FABRICANTES
Los industriales y los criadores de
vinos que estudiaremos a continuación estaban a un paso de convertirse en esa
burguesía liberal de mediados del siglo XIX, propietaria de los medios de
producción y protagonista de ciertos cambios técnicos y económicos. Asistimos
al progresivo desmantelamiento de unidades económicas de producción fabriles
con la consabida desindustrialización en beneficio de la agroindustria vinatera,
cuyas ventajas absolutas y comparativas eran más que cuestionables. Las
ganancias obtenidas del comercio americano no fueron redistribuidas en
iniciativas industriales. Muy al contrario, los cargadores a Indias y las
viejas oligarquías fomentaron flujos de exportación agraria de productos como
vinos, vinagres y aguardientes que, si bien desarrollaron un marco industrial
de transformación agroalimentaria, dejaron de lado subsectores con mayor
capacidad de arrastre económico, con más posibilidades de creación de empleo,
de renovación tecnológica y de cambio social como eran el textil y el
siderúrgico. En 1836 se había suprimido el oficio de perito industrial en
Sanlúcar por no haberla en esta Ciudad
y en 1847 la Dirección General de Rentas concluía que la agricultura absorbía
los escasos capitales, restándolos de la industria fabril. El sistema de soleras y criaderas como método de crianza
biológica (levaduras del velo de flor),
cuya primera referencia documental parece que databa del año 1801 en Sanlúcar
de Barrameda de manos de Agustín
Fernández, había sido una de esas transformaciones que logró el
envejecimiento del mosto y de los vinos blancos en bodegas familiares de origen
y no de destino. Precisaba tiempo y dedicación. Las ventajas absolutas en horas
de trabajo (costos de oportunidad) para la elaboración de estos vinos debieron
ser muy inferiores a la tecnología de las hilaturas mecánicas del algodón,
tradición que se remontaba a la década de los 80 del siglo XVIII[13] en
el marco del domestic system. Todo
cambiaría con la aceleración de los procesos de mecanización. Resultaba menos
costoso hilar un huso de algodón en las máquinas de Manuel Vázquez de Alborné que comprarlo en las fábricas textiles de
El Puerto de Santa María. Por su parte, ensolerar una bota de 30 arrobas de
vino blanco o de color exigía múltiples operaciones (estrujado y prensa para
obtener el mosto, trasiega, cabeceo…) y un tiempo de tres años de
manipulaciones para estar formados. Por tanto, tenía unos costos internos de
producción mayores que los de Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María,
ciudades especializadas en la exportación y con bodegas de mayores dimensiones
espaciales. Las ventajas comparativas de la industria de hilados eran evidentes
y su rentabilidad indiscutible: a los consumidores les hubieran costado más
barato comprar hilados de algodón que adquirirlo del exterior, situación más favorable
si hubieran fructificado los ensayos en
las arenas y suelos de barros para la
plantación de algodón o en terrenos areniscos para el cultivo del lino a
principios de siglo XIX, como sugirieron acertadamente los patrióticos de la
Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar. La proximidad de la materia
prima habría reducido los costes de transportes desplazando al algodón
americano (cubano), habría aumentado la eficiencia y competitividad gracias a
la tecnología y, por tanto, hubiera bajado su precio. Incluso podría haberse
integrado en los procesos de producción del telar mecánico la tecnología del
vapor, conocida en Sanlúcar desde julio de 1817 de manera indirecta gracias al
primer barco de vapor de España Real
Fernando.[14]
Entre 1800 y 1808 funcionaban 61 máquinas de hilar con 3.536 husos, con
producción diaria de igual número de onzas de hilaza. Tres máquinas de cardar
en copos y una de cardar a la inglesa,
compuesta de once cilindros, capaz de cardar cada día entre 30 y 40 libras de
material y que, manejada por un operario, hacía el trabajo de ocho o nueve,
reduciendo los costes de producción y las horas de trabajo que determinaba el
valor del bien (ventajas absolutas).
Parte de esa producción iba destinada al mercado interior que demandaba este
tipo de hilados (industria textil de Sevilla) y otra al mercado colonial
americano y Filipinas. Los fabricantes textiles sanluqueños como Juan Manuel Romero o el presbítero Simón de Plá y Mensa[15]
eran admirados en toda España por sus modernas técnicas de producción con
máquinas para despepitar, cardar e hilar el algodón (mule-jenny), a la misma altura que los catalanes, y fueron incluso imitados
por los afamados algodoneros de Motril. En 1818 funcionaban cinco fábricas de
hilados, siendo la más importante la de Esteban
Bozano. En todo caso, el contrabando británico de tejidos estampados de
algodón por Gibraltar, la emancipación de las colonias americanas, el excesivo
proteccionismo estatal de las fábricas de
indianas catalanas y el mal estado de conservación de las carreteras o arrecifes que llevaban a Jerez o a El
Puerto de Santa María a principios del siglo XIX fueron factores de
desestabilización y de ruina de nuestras fábricas de hilados. Competencia y
subida de los precios de las hilaturas desencadenaron una profunda crisis del
subsector desde 1826 y la posterior desaparición de la hilatura sanluqueña[16]
entre 1830 y 1831. La solución radicaba en el abaratamiento de los precios de
venta, el aumento de los volúmenes de producción, la incorporación de la
tecnología del vapor (telar mecánico), la penetración del hilado en los
mercados coloniales de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y la modernización de las
infraestructuras críticas.
La
bodega sanluqueña de 1818 apenas se parecía al modelo de organización
empresarial de las casas exportadoras de Jerez de la Frontera o de El Puerto de
Santa María, que integraban verticalmente todo el proceso productivo:
propietaria de viñedos para no depender de los cosecheros con el
autoabastecimiento parcial de mostos, criadores de vinos al gusto de los
consumidores finales (británicos) y exportadores o extractores, estableciendo
canales de distribución y comercialización mediante agencias de venta en los
mercados de destino.[17] Por
el contrario, la bodega sanluqueña fue proveedora de mostos, vinos blancos y
vinos de color con destino a las grandes bodegas jerezanas y portuenses. Anotamos
un caso meridianamente claro que puede aproximarse a ese modelo de integración
vertical: El del propietario de viñedos,
criador de vinos, fabricante de toneles y extractor Joaquín de Marcos Manzanares. Tenemos dudas razonables de que las
ventajas absolutas y comparativas de esta incipiente agroindustria vinatera
sanluqueña, en relación con las industrias del hilado y textil, fueran las más
favorables para la inversión de capital. Ya se alertaba sobre esta cuestión en
1834 cuando el regidor Carlos Hernández aludía a una regular cosecha de vinos y, por lo tanto, no podía compararse con
El Puerto de Santa María. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. La nueva
burguesía bodeguera sanluqueña vio en los viñedos y en las bodegas una inversión
de mayor certidumbre y seguridad, en detrimento de otras actividades
industriales. Es probable que tuviera lugar un crecimiento de la demanda de los
factores de producción que intervenían en el proceso de elaboración de los
caldos sanluqueños (dependencia de la demanda jerezana y portuense de mosto y
de vinos de distintas edades al calor del mercado británico, surgimiento de un
gran número de almacenistas, incremento
de la producción de aguardientes para los encabezados y de huevos para la
clarificación de los vinos, compra de utilería para bodegas y lagares, vasijas,
alquitaras, alambiques y toneles,[18]
edificación de bodegas más amplias o bodegas
catedrales, etc). Lo que no queda nada claro y pendiente de investigación es
cómo se reinvirtieron estas ganancias (destino final) o si dinamizaron otros
subsectores productivos de Sanlúcar de Barrameda a lo largo del siglo XIX.
Noticias publicadas en la prensa escrita en 1900 confirman nuestras sospechas
de que la capacidad de expansión de la agroindustria vinatera sanluqueña era
muy limitada. Una crisis del subsector agudizada por enfrentamientos constantes
entre almacenistas y cosecheros sanluqueños que habían fortalecido la posición
estratégica de los bodegueros de Jerez. Compraban el mosto sanluqueño muy barato
pero no los vendían más caro en caso de necesidad.[19]
También la nueva agroindustria vinatera
se resintió con la pérdida de su gran mercado americano, especialmente, el del
virreinato de Nueva España (puerto de Veracruz por donde entraba el grueso de
las exportaciones de vinos blancos y añejos de Sanlúcar) y el de Nueva Granada
(Cartagena de Indias). Recordemos que el precio de 30 de arrobas de mosto se
desplomó a partir de 1825, pasando de 67 a 35 ducados en 1827, con tasa de
decrecimiento del 47.76 %, casi la mitad de su valor, llevando a la quiebra a
muchos pequeños y medianos cosecheros. Hubo una repatriación de capitales de indianos entre 1820-1830, medios
financieros suplementarios que se destinaron a comprar almacenados y viñas. Había
que definir un modelo productivo, alternativo o complementario a la
agroindustria vinatera. La modernización económica de Sanlúcar debió descansar
en el despliegue de los procesos de otra industrialización
que la vinatería frenó. Pudo haberse desarrollado la tecnología del vapor o la
industria siderúrgica a raíz del descubrimiento, por parte de una sociedad
mercantil sanluqueña, en 1856 de un filón de carbón mineral[20] en
las costas de Doñana, de fácil extracción o de la localización de un yacimiento
de cinabrio con sulfuro de mercurio en 1844. Por no hablar del ferrocarril de
Marcelino Calero Portocarrero de 1830. Los capitales del comercio americano
encontraron una salida en la agroindustria vinatera, campo de inversión que
garantizaba una rentabilidad razonable a corto plazo, pero la nueva burguesía
liberal despreció el capitalismo moderno. Las únicas empresas vinateras
sanluqueñas o bodegueros con relativa proyección internacional fueron: a
principios de siglo XIX, la Compañía de Comercio de Francisco
Gutiérrez Agüera con limitadas exportaciones de vino manzanilla a Hamburgo,
La Habana, a Londres ,[21] Hull,
Montevideo o México; a partir de 1830, Benigno Barbadillo Ortigüela, propietaria
de 5.125 arrobas de vino blanco y 2.916 arrobas de vino de color, con
exportaciones a varios países europeos y a América; y la Compañía “Colom e Hijos”,
propietaria de las famosas bodegas del callejón del Truco además de muchos
bienes inmuebles, la sociedad mercantil más dinámica de la ciudad sin lugar a
dudas. No han aparecido bodegueros sanluqueños en las listas de exportaciones
de vinos publicadas en la prensa escrita de mediados del siglo XIX, lo que
demuestra su limitada capacidad extractora. Jerez y El Puerto de Santa María
capitalizaron los procesos de acumulación de capital que culminaron con la
constitución del Banco de Jerez en
1860 gracias a la Carrera de Londres
y al expansivo mercado británico. Si el capitalismo hubiera enraizado en
Sanlúcar, habrían sido fundadas entidades financieras y cajas de ahorros
propias, depósitos financieros derivados de la referida acumulación de
capitales. El proyecto de formalización de una Caja de Ahorros y Monte de Piedad a iniciativa de José Gabarrón y Juan Nepomuceno Colom
en septiembre de 1850 podría sido el primer eslabón del capitalismo industrial
y financiero pero fracasó. Hubo otros intentos fallidos pero con capital
foráneo como la malograda Caja Agrícola de Sanlúcar de Barrameda bajo
la razón social de Abela y Compañía, fundada el 24 de septiembre de
1862 por una sociedad comandita de comercio constituida por el financiero
gaditano Cristóbal Abela, la Compañía
Gaditana de Crédito y la empresa portuense Guilloto Cuesta y Compañía. Sobrevivió dos años.
4.1. LOS FABRICANTES O INDUSTRIALES
Los cuadernos generales correspondientes a los
padrones de la actividad industrial de 1818 dibujan un escenario económico
sesgado, cuya fiabilidad puede considerarse aceptable si nos atenemos a los
estudios fiscales de épocas anteriores y posteriores. Hemos detectado algunos
errores, intencionados o no, en el cálculo de la riqueza productiva por debajo
del valor real con el fin de tributar menos. Quizá la información más completa
sea la concerniente a las fábricas de hilados, todas dedicadas a tejidos de
algodón y las de jabón, con identificación de los propietarios, localización de
las fábricas en la trama urbana sanluqueña, maquinaria y, en ocasiones, producción.
Otras son las fábricas de fideos, de almidón, de botones, de jerga, de peines, de
cal, de yeso, de alfarería, de tonelería, de aguardiente y de cera, donde los
cuadernos simplemente contienen datos muy básicos: titularidad, ubicación e
identificación del maestro. Rasgo común de todas ellas es la pervivencia de una
organización gremial con personalidad jurídica dentro del marco de Sexenio Absolutista:
·
Fábricas de hilados: Refiere información más completa.
Sobresale Esteban Bozano, el más
renombrado fabricante de hilados y tejidos de algodón de Sanlúcar de Barrameda,
con domicilio en calle Mesón del Duque, número 308 de gobierno (22/10/1804). Estaba
casado con María Josefa del Villar. Reconoció haber contraído una deuda con la
Junta Económica de Gobierno del Real Tribunal del Consulado Marítimo y
Terrestre de Sanlúcar de Barrameda y su provincia por importe de 10.000 reales
de vellón, que le había facilitado para la compra de un juego de cardas que
estaba a la venta en El Puerto de Santa María, a satisfacer en el plazo de dos
años. Este crédito quedó asegurado con la hipoteca sobre tres máquinas para
hilar algodón que poseía Bozano en su fábrica, una para cardar y otra para resengrosar, ambas inglesas (10/06/1807).
Como consecuencia de la ocupación francesa, no pudo devolver el préstamo a la
Tesorería del Consulado, ni afrontar el pago obligatorio de 300 reales al mes.
Agobiado por esta deuda, acudió en su ayuda, como fiadora capitalista, María
Almengual, viuda del comerciante Manuel Pulecio. Disponía de 16 máquinas
inglesas y 10 operarias que se encargaban de la manipulación de otras 10
máquinas. Producía mahones asargados
o tela fuerte de algodón de diversos colores, cotonias o tela blanca de algodón labrada de cordoncillo y mantelería. Ignoramos su producción
anual. Propietario industrial y maestro, tuvo las máquinas en funcionamiento
durante cinco meses al año. Del industrial Felipe
Álvarez casi nada sabemos. Su fábrica de hilados de algodón estaba radicada
en su domicilio habitual, carril de San Diego y había emplazadas tres máquinas
que estuvieron funcionando durante seis meses, empleando a seis operarias.
Imaginamos que se trataban de maquinaria importada de Gran Bretaña y la
producción de tejidos de algodón sería bastante limitada por el bajo número de
máquinas y personal. Lo mismo le ocurre al industrial Salvador Cala, con sus cuatro máquinas en su fábrica de de la Puerta de Jerez, manipuladas por cuatro
operarias. Compaginaba esta actividad industrial con su tienda de mercader
donde vendía paños, lienzos, quincalla y otros géneros del Reino y del
extranjero, valorados en 6.000 reales vellón. El fabricante José de Rojas se encuentra en una
situación peor, con solo dos máquinas y dos operarias en calle La Compañía.
Finalmente, el polifacético comerciante José
Antonio de la Paz parece que detuvo la producción en 1817 ya que, aunque
tenía instaladas seis máquinas de hilar en calle del Baño, carecía de plantilla
de operarios y maestros. Estaba más interesado en los almacenados de vinos y en
los préstamos. Prestamista en metálico y en especie (trigo candeal, habas y
arrobas de vino), estuvo casado con Josefa Zabalza. Propietario de unas casas principales,
que eran las de su morada, en calle Convento de San Agustín, que antes llamaban
de Don Román, señalada con el número 42 de gobierno. Entregó a Francisco García
de la Mata 180 arrobas de vino blanco, a razón de 40 reales cada una, por importe
global de 7.200 reales, al tipo de interés nominal del 3% (1/09/1807). Como
criador de caldos, depositaba en sus botas 1.678 arrobas de vino añejo, por
1.435 arrobas de vino nuevo, valoradas en 110.170 reales vellón. Fue
propietario de varios inmuebles: casa en
calle Ancha de los Mesones, esquina a la calle Cruces, sin número; dos casas en
calle Muleros, número 329; casa con
planta baja y alta en calle de El Baño, haciendo esquina a la Cuesta de
Almonte, número 79; cuatro aranzadas, treinta estadales de viña y navazo en
callejón del castillo de El Salvador hacia el monasterio de San Jerónimo, en
pago Barrameda; casa con planta baja y alta en la plazuela de la Fuente Vieja,
haciendo esquina con la calle Ganado;
casa con planta baja y alta en calle Ancha, sin número; dos casas
arruinadas en calle Muleros, esquina calle Bolsa, número 69; tres partes
indivisas de una casa-horno, con todos sus efectos en el barrio de los
Gallegos, calle de la Sargenta. Fue arrendador de la renta diezmal del vino,
segunda parte del pago de las Fuentes y dueño de un almacén de aceite[22]
valorado en 8.000 reales. Desaparecen del panorama industrial sanluqueño Alejandro García, quien estableció en
diciembre de 1784 una fábrica de jergas finas y bastas, especializada en
cardar, hilar y tejer. Y especialmente, Manuel
Vázquez de Alborné, inventor de la primera máquina de hilar algodón de 100
husos, que generaba un trabajo equivalente a 75 manos. Más tarde, aumentó a 170
husos, diseñando otra máquina de 40 husos para hilar sentada en cualquier casa
particular. Parece ser que en el año 1800 Vázquez intentó ampliar su fábrica
con la compra de una casa colindante a ella. Pensaba instalar un taller y una
escuela pública para la enseñanza de las labores de hilados pero fue vendida a
comerciantes malteses para abrir un café.[23] En
1833, solo quedaban operativas dos fábricas de hilados de algodón con máquinas.
·
Fábricas de jabón: Atendiendo a los cuadernos, quedaron inscritas dos
fábricas destinadas a la producción de jabón. La Almona de Mazacote, propiedad del duque de Medinaceli, en Cuesta de Capuchinos, barrio de la Balsa, número
140, en la que habían instaladas calderas pero desconocemos las arrobas
elaboradas de jabón blando y duro. Aunque en 1787 estaban funcionando a pleno
rendimiento seis calderas con 17 operarios y una producción de 6.750 quintales
al año de jabón blando, la máxima de Andalucía. A tenor del estudio fiscal del
año 1833, seguían funcionando cuatro calderas de primera clase de 700 a 800
arrobas de cabida, dos de segunda clase, con sus utensilios, tres pozos con sus
aljibes, almacenes con 178 tinajas, bodegas y oficinas. Compuesta de dos
cuerpos, tenía una superficie de 5.185 metros cuadrados, 316 milímetros. La
fábrica de Esteban Bozano en calle
Mesón del Duque elaboraba unas 30 arrobas de jabón. Tenía instaladas algunas
calderas pero desconocemos su cabida. Entre 1817 y 1833, cesó su actividad
industrial. Trabajaba en solitario, ejerciendo el cargo de maestro y sin la
ayuda de otros operarios.
·
Fábricas de fideos: Todas centralizadas en la calle
Regina. Fueron los fideeros genoveses
los primeros en traer a Cádiz y a todo su hinterland la costumbre de fabricar
fideos con masa de trigo,[24]
abriendo el consumo de la pasta. La primera de ellas pertenecía al eclesiástico
Francisco García de la Mata. Contrató
como maestro y oficial a Bartolomé Pereda. Dueño de almacén de comestibles con
géneros nacionales y extranjeros por valor de 25.000 reales. Pagó al escribano
Baltasar Francisco Rizo 12.000 reales por una casa en calle Colegio de la Trinidad.
Figuraba como propietario de un almacén de aceite tasado en 8.000 reales. El
industrial Antonio Otero tenía como
maestro fabricante a Mateo García de la Mata mientras que el tercer fabricante
de fideos era Francisco Moreno, cuyo
maestro y director de la empresa, Esteban, el
Genovés, trabajaba seis meses al
año, no existiendo oficial. Consumían trigo duro, compitiendo con las pastas de
Malta y Génova. Producían fideos finos y estrellados, fundamentalmente. Sus
precios en el mercado sanluqueño oscilaban entre los 34 reales de octubre de 1799 y los 38 reales de junio de
1798. En 1803 habían operativas dos fábricas de fideos.
·
Fábricas de almidón: Complementarias a las fábricas de
fideos y pastas. Quedaron registradas tres fábricas. Una a nombre de Viuda de José Melero, en calle Manuel
Díaz, ejerciendo ella de maestra y directora de la empresa, sin contra con
oficiales. Otra fábrica propiedad de José
Cerroti en calle Rubiños, siendo él mismo maestro auxiliado por dos
oficiales. Pequeño criador de vinos, tenía depositados en su bodega 754 arrobas
de vino nuevo, por valor de 22.620 reales. Además era dueño de un almacén de
comestibles del Reino y del extranjero tasado en 12.000 reales. La tercera
industria estaba a nombre de Josefa
Rodríguez, que operaba en calle Sargenta y trabajaba como maestra, sin
contratar oficiales del ramo. Cuatro fábricas de almidón y polvos fueron
registradas en 1803.[25]
·
Fábricas de botones de metal: Elemento vinculado a la
indumentaria. Con la Revolución Industrial de finales del siglo XVIII y
principios del siglo XIX, se impulsa la industria del botón metálico,
permitiendo su producción en grandes cantidades. Pero en el caso de Sanlúcar,
la única fábrica debió ser de pequeñas dimensiones y limitada producción.
Aparecía a nombre de Gaspar Pérez,
en calle Carmen Viejo, desempeñando la categoría de maestro, auxiliado por un
oficial. El único dato que conservamos del precio de los botones en Sanlúcar se
remonta a diciembre de 1798, cuya docena se vendía entre 2 y 3 reales.
·
Fábrica de jerga: Asociada a la industria textil de
telares y lienzos, aparece una industria domiciliaria propiedad de Ignacio Sierra, en calle Cuesta de
Almonte. Dueño y maestro, había instalado un telar en el que trabajaba por sí
solo.
·
Fábrica de peines: De tradición francesa. Propiedad del
maestro José Álvarez, en calle
Amargura, contaba con un oficial. Fabricaba peines con carey, hueso o asta. El
informe fiscal de 1833 no registra ningún industrial especializado en el diseño
y elaboración de peines.
·
Fábrica de yeso: Utilizado para la ornamentación y la
construcción. En calle Bolsa existía abierta una empresa a nombre de Fernando Barragán, donde era director
en la que trabajaba un maestro. Disponía de un horno. En los informes de 1833 y
1839 no quedaron reflejados este tipo de fábricas aunque se constataba la
pervivencia en el año 1803 de un horno de yeso.[26]
·
Fábricas de alfarería: Quedaron inscritas seis fábricas. Fernando Falcón era dueño de una
fábrica en calle Mesón del Duque, dirigida por él mismo como maestro y ocupando
a un oficial. Nicolás Garavito tenía
la fábrica en la calle Lazareno, sin operarios ni oficiales. Juan Hidalgo la tenía en la calle de
los Fevares (sic), en la que hacía de maestro bajo cuyas directrices estaba un
oficial. Francisco de Dios era un
fabricante alfarero que tenía abierto su negocio frente al cementerio de San
Antón, desempeñando el oficio de maestro y contratando a un oficial. El
industrial artesanal José Pozo era
propietario de una fábrica en calle Castañeda y tenía como maestra a María
Girales. Contrató por el plazo de cuatro meses a un oficial. Y Francisco Maldonado figuraba como
titular de otra fábrica de alfarería en calle Rubiños, cerrada y sin
trabajadores. El informe fiscal de 1833 no refiere fábrica alguna de alfarería.
·
Fábricas de tonelería: El industrial y maestro Antonio Esper tenía abierta su
industria artesanal en calle Regina donde trabajaban tres oficiales y número
indeterminado de aprendices. Ignacio
Viejo fabricaba diferentes modelos de toneles en Carril de San Diego,
desempeñando el oficio de maestro de quien dependía un oficial. El maestro
tonelero y regidor José Zarazaga tenía
su negocio con puerta abierta a calle de la Plata, con un oficial a su cargo. Sebastián Gutiérrez del Olmo era
maestro y dueño de una fábrica en calle Bolsa, ocupando a un oficial. José Viejo tenía otra fábrica en calle
Mar, ejerciendo el oficio de maestro, con un oficial a su cargo. Antonio Montaño, capitalista y director
de fábrica de toneles en calle Barrameda, dando empleo a un oficial. Fernando
Gutiérrez del Olmo como maestro artesano tenía fábrica abierta en calle de
la Plata, con un oficial. Pablo Reguera
era propietario de una pequeña fábrica en calle San Miguel donde trabajaba
solo. Antonio Álvarez, fue titular
de industria doméstica dedicada a la producción de pipas y toneles en Pozo
Amarguillo, con un solo oficial. Antonio
Ruiz fabricaba sus toneles en calle de la Compañía, donde ejercía de
maestro, contratando a un oficial. En 1833 fueron doce las fábricas de
tonelería que debían tributar a la Real Hacienda con lo que existen
coincidencias.
·
Fábrica de Aguardiente: El comerciante José Gutiérrez de Agüera quedaba inscrito como dueño de una fábrica
de aguardientes y licores sita en Plaza de la Victoria, dirigida por el maestro
destilador Juan Falcón, sin ocupar en ella ningún otro operario. En 1833 existían
tres fábricas de licores al igual que en 1803.
·
Fábricas de cera: El maestro cerero Pedro Pascasio Sánchez tenía la fábrica
en calle Ancha donde trabajaba un oficial. Agustín
Vera era titular de otra en calle Santo Domingo, con un oficial.
4.2.
LOS CRIADORES DE VINOS
La Comisión Central había formado el denominado padrón quinto, prevenido por la Junta de Provincia en la Orden de 18 de
agosto de 1818, donde se incluían todos los criadores de vino de Sanlúcar de
Barrameda. Ordenados alfabéticamente, fijaba el total del valor de los
almacenados de vinos añejos y de
vinos nuevos, a razón de 40
reales/arroba para los primeros y de 30 reales/arroba para los segundos. Esta
clasificación peca de una cierta ambigüedad conceptual. No sabemos si la
primera categoría está englobando al vino superior o al vino superior más bajo.
En todo caso, el vino superior se vendía, según datos de mercado del 10 de mayo
de 1817, a 120 reales/arroba mientras
que el vino superior más bajo a 80 reales/arroba, muy lejos de los 40
reales/arroba que los tasadores establecieron para aplicar la tributación. En
cuanto a la segunda categoría, ignoramos por indefinición si el vino nuevo alude al vino con solo un año de
envejecimiento o al vino nuevo del año para cuyo caso se vendían, el primero, a
46.67 reales/arroba el 12 de junio de 1818 y a 56 reales/arroba el 12 de
noviembre de 1819; y el segundo, a 33.34 reales en junio de 1818. Comprobamos
cómo el precio no estaba en sintonía con las tendencias expansionistas del
mercado del vino, con lo que sospechamos que hubo una ocultación del valor real.[27]
CUADRO
1. RANKING DE LOS DIEZ MAYORES CRIADORES DE VINOS POR SU VALOR TOTAL.
SANLÚCAR DE BARRAMEDA. 1818
VINO AÑEJO
(ARROBAS)
|
%
VINO AÑEJO
|
VINO JOVEN
(ARROBAS)
|
%
VINO JOVEN
|
TASACIÓN (REALES)
|
%
VALOR
TOTAL
DE AMBOS TIPOS DE VINOS
|
|
JOAQUÍN DE MARCOS Y
MANZANARES
|
25.538
|
7.45
|
0
|
0
|
1.021.520
|
5.82
|
“SEÑORES COLOM E HIJOS”
|
21.261
|
6.21
|
2.445
|
1.92
|
923.790
|
5.26
|
TESTAMENTARÍA DE
ANDRÉS DE LA PIEDRA
|
21.440
|
6.25
|
0
|
0
|
857.600
|
4.89
|
TOMÁS GALARZA
|
12.260
|
3.57
|
6.117
|
4.79
|
673.910
|
3.84
|
RAMÓN TRAPERO
|
14.382
|
4.19
|
0
|
0
|
572.280
|
3.26
|
MIGUEL ENRÍQUEZ
SÁNCHEZ
|
13.116
|
3.82
|
0
|
0
|
524.640
|
2.99
|
JOSÉ GUTIÉRREZ AGÜERA
|
10.534
|
3.07
|
2.826
|
2.21
|
506.140
|
2.88
|
ANTONIO BEYRAS
|
10.240
|
2.98
|
1.300
|
1.01
|
448.600
|
2.55
|
JOSÉ DE LA ROSA[28]
|
9.238
|
2.69
|
1.896
|
1.48
|
426.400
|
2.43
|
MANUEL GARCÍA
FERNÁNDEZ
|
8.946
|
2.61
|
1.400
|
1.09
|
399.840
|
2.28
|
Elaboración propia. 2016.
CUADRO 2. RANKING DE LOS DIEZ MAYORES
CRIADORES DE VINOS NUEVOS. SANLÚCAR DE BARRAMEDA. 1818.
ARROBAS
|
TASACIÓN (REALES)
|
% PRODUCCIÓN TOTAL VINOS NUEVOS
|
|
TOMÁS GALARZA
|
6.117
|
183.510
|
4.78
|
ANTONIO OTAOLAURRUCHI
|
3.671
|
110.130
|
2.87
|
CARLOS OTAOLAURRUCHI[29]
|
3.357
|
100.710
|
2.62
|
JOSÉ NICOLÁS MONTAÑO
|
3.294
|
98.820
|
2.57
|
JOSÉ MANUEL CABRERA
|
3.245
|
97.350
|
2.54
|
ALONSO BARBUDO
|
3.184
|
95.520
|
2.49
|
ANTONIO PÉREZ GIL
|
3.144
|
94.320
|
2.46
|
JOSÉ AGÜERA
|
2.826
|
84.780
|
2.21
|
MANUEL PIMENTEL
|
2.418
|
72.540
|
1.89
|
SIMÓN ANTONIO
PASTRANA
|
2.400
|
72.000
|
1.87
|
Elaboración propia. 2016.
Quedaron inscritos en el padrón 185 criadores laicos
frente a 5 eclesiásticos (de entre ellos, el más importante fue el presbítero
Antonio Pérez Gil, que almacenaba
5.904 arrobas de vino añejo por 3.144 arrobas de vino nuevo, valoradas en
330.480 reales). Este dato pone de relieve la atomización de este subsector
económico, fragmentado en pequeñas bodegas, que aportaban a las economías
familiares limitados ingresos complementarios. De entre estos, solo Joaquín de Marcos y Manzanares superaba
el umbral del millón de reales, con sus 25.538 arrobas de vino añejo. Se
considera el más importante criador de vinos de la época, con un modelo de
gestión capitalista basado en la exportación para cubrir la demanda de los
mercados nacional y extranjero. En las antípodas, Manuel Solem con sus
insignificantes 20 arrobas de vino joven, valoradas en 600 reales. Pequeños
criadores, como el comerciante Juan
Gutiérrez Mantilla, vieron parte de su producción secuestrada por los
franceses durante su permanencia en Sanlúcar, por lo que ni tan siquiera
aparecen en el padrón: así, por
orden del agente francés de secuestros,
Fabián Biunnote, se requirió al Tribunal del Consulado sanluqueño el día 11 de
junio de 1812 para que cancelara todas las escrituras de hipoteca celebradas
por Gutiérrez a favor de María del Rosario Sarabia, Manuel Cairedes, Antonio
Villarino, Diego Pintado, Juan Uría, Pablo Arrrieta y otros. La razón estribaba
en el hecho de que había satisfecho sus créditos en vinos, entregados en los
almacenes del ejército imperial de secuestros. Quizá otros criadores vieron
mermados sus almacenados como consecuencia de estas confiscaciones arbitrarias.
La producción
total de vinos añejos en 1818 rondaba las 342.611 arrobas,[30]
valoradas en 13.704.440 reales mientras que de vinos nuevos se aproximaban a
las 127.706 arrobas,[31]
tasadas en 3.831.180 reales.
Los diez máximos criadores de vinos en
1818 envejecían 146.955 arrobas de vinos añejos en sus bodegas, lo que
representaban el 42.84% del total de la producción de Sanlúcar de Barrameda. En
vinos nuevos tenían depositadas 15.984 arrobas o el 12.51% del volumen total.
La valoración de ambos tipos de vinos alcanzaban los 6.354.720 reales vellón o
el 36.23% del total.
En el capítulo de los mayores criadores
de vinos nuevos, los diez primeros concentran 33.656 arrobas, con valor de
1.009.680 reales vellón, que significaban el 26.35% del total.
3.1. ANTONIO ESPER
Regidor municipal en 1812 y diputado del común. Contrajo
matrimonio con Teresa Castellanos en 1804.[32] Afamado
artesano tonelero sanluqueño con una fortuna personal valorada en más de
100.000 pesos. Comerciante, se dedicaba a la compra de materiales y venta de
vinos y aceite para el comercio de exportación. Propietario de la fábrica de
tonelería más importante de la provincia (1808), situada en calle Regina donde
trabajaba junto a tres oficiales. Esper
dirigía celosamente todas las operaciones del proceso de fabricación. Importaba
los flejes de Gran Bretaña y las duelas de Estados Unidos. Llegaba a fabricar
toneles con capacidad para 60, 90 y 120 arrobas. Asimismo, concedió al
gobernador de Sanlúcar Ignacio Ortiz de Rosas una fianza de 32.593,2 reales
para dotar de liquidez los fondos de la ciudad (1806). Cosechero y modesto criador
de vinos, almacenaba en sus bodegas de la calle Carmen Viejo, número 211, 762
arrobas de vino nuevo,[33]
valoradas en 22.860 reales.[34] Una
con esquina a la calle Chanca y otra con graneros y patio interior. Debió pagar
al depositario de los Propios y Arbitrios de Sanlúcar la cantidad de 30.828
reales, 18 maravedís, en monedas metálicas en el plazo de 40 días, en virtud de
providencia de Pablo de Ayo, consejero de Su Majestad, alcalde del Crimen en la
Real Chancillería de Valladolid, en diligencias contra el gobernador Ignacio
Ortiz de Rosas. El comerciante Antonio García Jurado recibió de Esper la suma
de 22.330 reales vellón, precio de 406 barriles nuevos de 9 y 4 ½ arrobas cada
uno que le vendió Esper, en el plazo de seis meses, en moneda metálica y no en
vales reales, hipotecando entre otros bienes una suerte de 19 ¼ aranzadas con
23 estadales de tierra y viña, con su casa de piedra en pago del Hornillo; y
150 cascos entre toneles y botas españolas peladas que tenía García en reserva
en dos bodegas, una en calle Don Claudio y la otra en calle San Nicolás
(29/09/1808). Compró a Juan de Mata Pérez del Castillo y Gutiérrez 6 aranzadas
de viña y tierra, menos 9 estadales, con casa de piedra incluida, situada en
pago Mahína por el precio acordado de 26.860 reales, 4 maravedís, cantidad
fraccionada, al tipo de interés anual del 6 %, según criterios del comercio de
la época. Estaba hipotecada a favor del comerciante Francisco Ximénez Tenorio
(12/04/1809). Fue responsable de la
limpieza y mantenimiento de la calle Carretería, entrando por calle Mesón del
Duque, dando la vuelta por el campo de la Huerta de la Cruz a la calle del
Pescado y Puerta de Jerez.[35]
3.2. FRANCISCO DÍAZ DE MIER
Tendero y tabernero sanluqueño, socio del comerciante
gaditano José Bernardo Muñoz con quien
estableció compañía mercantil el 11 de julio de 1818 para la
administración de varios establecimientos y bodegas de vino en Sanlúcar de
Barrameda. La sociedad era propietaria de una tercera parte de un almacén en
calle Trascuesta de Belén, tasado en 22.667,12 reales, de una bodeguita de
vinos y almacén de utensilios en calle Bolsa, valorada en 45.355 reales y un
almacén de comestibles en calle Regina con una tasación de 62.886 reales.[36]
Francisco Díaz de Mier regentaba dos
tiendas de comestibles y tabernas anexas en las que vendía especies del Reino y
del extranjero valoradas una en 30.000 reales y la otra en 20.000 reales.
3.3. JOAQUINA SÁNCHEZ DE RODRÍGUEZ
Esposa del rico hacendado sanluqueño
Francisco de Paula Rodríguez, que fue caballero de la Real Orden de Carlos III,
intendente de la provincia de Sanlúcar de Barrameda y miembro del Consejo de
Hacienda de Carlos IV. Natural de Cartagena de Levante. Al enviudar se hizo
cargo de los negocios de su marido. Sensibilizada con ayudar a los más
desfavorecidos, regaló al Hospital de Mujeres trigo para seis meses. Recibió
34.000 reales de su marido, según testamento cerrado de 23 de mayo de 1811.
Heredó como usufructuaria todo el menaje de la casa, con todos los muebles,
ropas, plata labrada y alhajas.
Era propietaria de los siguientes inmuebles: una casa
en calle de la Portería o Torno de las monjas de Madre de Dios, número 298; un
terreno de 7 varas de longitud segregado de los corrales del convento de
mercedarios descalzos en Cuesta de Almonte; una casa en calle Bretones, sin
número, con superficie de 36 ½ varas, en precio de 11.051 reales; otra casa en
calle Bretones, número 48, valorada en 27.881 reales; un solar en calle Almonte
que lindaba con las bodegas de su marido, en precio de 2.167 reales; dos casas
bajas contiguas en calle Angosta que, desde la calle Ancha, pasaba a la de
Santo Domingo, número 131; otra casa en la calle Pescadería, esquina a la calle
de la Plata; dos hazas de tierras de pan-sembrar, una de 38 aranzadas[37]
nombrada La Pedrera, a un cuarto y
medio de legua de Sanlúcar y la segunda un cortijo de 157 ¾ aranzadas de tierra
calma conocida con el nombre de El
Gamonal y Holguín, distante unas ¾ leguas, tasadas ambas en 114.543,28
reales. Prestó en monedas de plata al interventor e inversor inmobiliario de
Cádiz Juan Antonio Martín de Aguilar la suma de 209.037 reales con el fin de
que éste pudiera capitalizar ciertos negocios en Sanlúcar de Barrameda[38].
Falleció el 28 de abril de 1822.
Como criadora de vinos, figura en el padrón con 9.278
arrobas de vino añejo[39]
de gran calidad, valoradas en 371.120
reales.
3.4. JOSÉ NICOLÁS MONTAÑO
Criador de vinos, con almacenados
evaluados en 3.525 arrobas de vino añejo por 3.294 arrobas de vino nuevo
valoradas, en su conjunto, en 239.820 reales. Socio de la Sociedad de Amigos
del País de Sanlúcar y comerciante. Financió proyectos de investigación sobre
ingenios mecánicos con aplicación a la actividad productiva vinatera: diseños
de máquinas para pisar uvas, prototipos de maquinaria o prensas de fuerzas para
la extracción mecánica del orujo y hornillos de anafes. Casado en segunda
nupcias con Inés de Fuentes, tenía como hijos políticos Francisco Fernández
Díez, José María Ramos y Gaspar Manzanares. Vivía en calle Carril Viejo y de
San Diego. También era propietario de una casa que lindaba por la derecha con
otra de la calle Santo Domingo, número 49. Denunció la conducta abusiva del
religioso agustino fray José de Vargas, del Santuario de Regla de Chipiona por
inmiscuirse en sus negocios familiares. Promovió proyectos de investigación
científica sobre ingenios mecánicos aplicables a la actividad vinatera en
Sanlúcar de Barrameda. Fue prestamista, entregando a José González de Ceballos
y Garibay 3.000 pesos de 128 cuartos cada uno para sus urgencias personales
(1808).[40]
Compró el 23 de febrero de 1805 a Vicente José García y Francisca de Paula
Rodríguez, representados por el apoderado Diego José Núñez, una casa baja con
bodegas en calle del Carril Viejo y de San Diego por el precio de 11.548 reales
y medio. Era propietario de una suerte de viña en el pago de las Caleras y
Miraflores, colindando con otra junto a casa de material, propiedad de
Francisco Terán Palacios y su esposa Antonia Almadana y Ordiales. Asimismo,
reconoció su obligación de pagar a la Hermandad y Cofradía de San Pedro y Pan
de Pobres, situada en la Iglesia Mayor Parroquial un censo de 202 reales de
principal, impuesto sobre una suerte de 20 aranzadas de viña en pago de las
Caleras, de su propiedad (16/05/1808). Prestó a José González de Ceballos y
Garibay 3.000 pesos de a 128 cuartos cada uno para cubrir sus necesidades, a
devolver en el plazo de un año, sin tipo de interés alguno (22/10/1808).
3.5. TOMÁS SAN JUAN DE GALARZA
Regidor y vocal de la junta de gobierno de Sanlúcar
de Barrameda. Fue nombrado vocal de la
diputación provincial (13 de septiembre de 1813) por la junta electoral de
Cádiz. Redactó un manifiesto político junto con otros diputados provinciales el
1º de mayo de 1822, exaltando las cualidades de la Constitución de Cádiz y del
liberalismo. Interventor de la casa de comercio “Juan Huarte y Sobrinos” (1827). Exportador de caldos y comerciante
al por mayor. Cuarto criador de vinos, con 12.260 arrobas de vino añejo (3.57%
del total) y 6.117 arrobas de vino nuevo (4.79% del total), valoradas en
673.910 reales vellón (3.84% del total). Casado con Josefa Vinsenti[41] y
Ortiz. Arrendador de la renta del diezmo del vino, segunda parte de las Caleras
(1807).[42] Su
noble residencia estaba situada en la Plazuela del convento de las religiosas
de Madre de Dios, número 75. Fue capitán de la 5ª Compañía de Sanlúcar en el
año 1811. Formó parte del lobby de
prestamistas-especuladores junto al intendente Francisco Terán Palacios, Andrés
de la Piedra, Lucas Marín Cubillos y Francisco de Paula Colom. Procesado y
preso por el Tribunal de Seguridad Pública en diciembre de 1809 junto al
abogado de los Reales Consejos Miguel Gassin y Aguayo. El gobernador de
Sanlúcar Cayetano de Iriarte llegó a elogiar la conducta de Galarza para su
liberación el 29 de junio. Galarza había defendido públicamente su adhesión a
la causa francesa y “hacen que cunda
entre otras personas”.[43] Tras
una investigación interna del Tribunal para examinar su comportamiento público
y, por mandato de Fernando VII, “había
suscrito para prenderlos proceda a su prision y demas a que haya lugar con toda
la severidad que exija la naturaleza del caso y gravedad del delito.”[44]
El 8 de abril de 1823 adquirió del Crédito Público, mediante adjudicación en
subasta pública, 20 aranzadas de pinar en Chipiona, pago de la Grajuela, que
perteneció al convento-hospital de San Juan de Dios, en precio de 13.650
reales, convertibles en papel moneda. Compró a Luis Valderrama y Guzmán 13 ½
aranzadas de viña y calma en pago del Amarguillo, camino de Rota, en tres pagos
de monedas de oro y plata por valor de 11.739 reales (24/03/1804). Participó
junto a José Vinsenty y su esposa Josefa Vinsenty en la explotación de la renta
del diezmo del vino, segunda parte de pago de las Caleras y de Trebujena
arrendada al cabildo eclesiástico de Sevilla por importe de 48.090 reales
(4/09/1807). Intervino junto a Dámaso Aleson en el pago al comerciante
sanluqueño Alonso Álvarez de la cantidad de 70.000 reales vellón, valor de una
carga de géneros de paños estampados y otras mercadurías (3/01/1809). Quiso
adjudicarse durante la desamortización del Trienio Liberal (1820-1823) un casa situada en calle Misericordia o Caridad esquina a la del Monte de
Piedad, número 45, que fue propiedad del convento de la Merced, ofertando la
suma de 86.000 reales, siendo superado en el último instante por Marcos
Anoncio, quien entregó en las dependencias del juzgado la suma de 187.000
reales. No cejó en su empeño de conseguir alguna finca eclesiástica
desamortizada. Pujó por una casa-molino, en calle Almonte número 36, que fue
propiedad del convento de la Merced, depositando la oferta de 51.634 reales el
30 de enero de 1823, es decir, un real más al precio de salida establecido por
el Crédito Público. Pero de nuevo Marco Anoncio será el pujador ganador al
ofrecer 70.000 reales. Otra finca del mismo convento se puso a subasta pública:
una huerta contigua al suprimido convento de la Merced, compuesta de una
aranzada. Tomás Galarza pujó por el precio de salida, es decir, 9.470 reales
pero Marco Anoncio tuvo la habilidad necesaria para adjudicársela por la
cantidad de 15.000 reales.[45]
3.6. JUAN JOSÉ DE LEMOS
Regidor perpetuo y miembro de la Hermandad de Cosecheros
de vinos, vivía en calle Bolsa. Era titular de una bodega interior en casa en
calle Nueva, esquina a la calle Mar, marcada con el número 75 de gobierno. Arrendó
a Juan de la Rosa Pérez (1804) por valor de 4.000 reales una hacienda de viñas,
con casa de mampostería de 16 aranzadas y dos aranzadas de tierra calma en pago
Reventón durante dos años. Dio en arrendamiento a Antonio García 18 aranzadas
de tierra y viña en el citado pago rústico, con casa, por un plazo de cuatro
años, a razón de 4.000 reales/año, en tiempos de guerra y 4.400 reales, en
época de paz y estabilidad (1804). Prestamista, concedía créditos personales al
3% de interés anual. Criador de vinos, guardaba en sus bodegas 6.110 arrobas de
vino añejo (1.78%) y 1.517 arrobas de vino nuevo (1.18%), valoradas en 289.910
reales. Arrendó a Antonio García 18 aranzadas de tierra y viña en pago Reventón
Grande, con casa de mampostería, por tiempo de cuatro años, a 4.000 reales/año,
en caso de guerra y 4.400/año en época de paz (1806). De igual forma, Lemos
firmó con Manuel de los Reyes un contrato de arrendamiento y explotación de
seis aranzadas de viña barro nombrada La
Suerte del Pinar, en pago Monteolivete, por espacio de cuatro años (1806).
Dio en arrendamiento temporal por espacio de 5 años a los colonos Gaspar
Roldán, José Ruiz, Salvador Franco y Antonio Gordillo una hacienda con
diferentes suertes de viñas albariza en el pago Monteolivete (8/12/1805). Las
rentas debían satisfacerlas mediante los esquilmos de uva que produjera cada
suerte, según precio establecido por el ayuntamiento. Lo mismo hizo con otros
colonos como Pablo Galán, Manuel Gordillo, Mateo Cantero pero las rentas
oscilaban entre 18 pesos de a 15 reales a los dos primeros y 225 reales anuales
al último colono citado. Prestamista ocasional, con créditos a un interés del
3% anual. En este sentido, prestó a Ramona Cordero y José Rodríguez Margollo
7.000 reales para cubrir sus urgencias, más el aumento del 3% anual, por plazo
de cinco años (octubre, 1807). Recibió de Bartolomé de Gálvez 2.300 reales
procedentes del arrendamiento de una suerte de cuatro aranzadas de navazo y
tierra calma sin indicar el pago rústico (6/02/1811).Intentó adjudicarse
mediante subasta pública una suerte de tierra llamada de Enmedio, que fue propiedad del convento de San Domingo, al final de la calle San Francisco
Viejo, gravada con censo de 16.300 reales de principal a favor del convento de
monjas de Madre de Dios durante la desamortización del Trienio (15/03/1823),
ofreciendo la suma de 200.000 reales pero fue superado el 21 de abril por la
viuda de Mendaro, quien ofreció mil reales más.
3.7. SIMÓN ANTONIO DE PASTRANA E
HINESTROSA
Regidor decano y alcalde mayor bajo el reinado de
José I Bonaparte. Décimo criador de vinos jóvenes en Sanlúcar de Barrameda, con
unos almacenados ascendentes a 2.400 arrobas, valoradas en 72.000 reales
(1.87%). Casado con Juana Inés Seix en 1792. Represaliado, sufrió las
consecuencias de la ocupación francesa, solicitando la salida de su hijo de su
casa de Sanlúcar a su amigo Octavio de Sapia. Amargado, intentó buscar un barco
sin éxito. Para mayor seguridad, confió en su huída por medio de la ocupación
de un asiento de coche, calesa o carro y si no fuera posible “[…]
enviare el que aquí le sirve suficiente para hazer la marcha […].”[46]
Sin numerario ni liquidez como consecuencia de las confiscaciones de
almacenados por las autoridades galas, el poco dinero que aún conservaba, lo
destinó para enviarlo en letra a Madrid para su habilitación.
3.8. JOAQUÍN DE MARCOS Y MANZANARES
Rico hacendado, gobernador de la
ciudad, alcalde de primer voto con una fortuna valorada entre 8.000 y 12.000
pesos sencillos. Tesorero interino y comisionado de la Real Caja de Consolidación
de los vales reales, del Banco Nacional de San Carlos y de la Real Caja de
Amortización. Cónsul de la República Bátava. Residía en el carril de San Diego.
Comerciante mayorista y matriculado
antiguo en el Real Consulado de
Sanlúcar de Barrameda. Fue juez consular. Primer criador de vinos de la época,
cuyos almacenados de vino añejo rondaban las 25.538 arrobas (7.45% del total),
tasadas en 1.021.520 reales (5.82%). Exportador de caldos a mercados nacionales
y extranjeros. El 2 de agosto de 1810, desde la ciudad de Cádiz, escribió una
carta al Supremo Consejo de la Regencia, solicitando regresar a Sanlúcar ante
los efectos del decreto ejecutivo del mariscal Soult en el que se ordenaba el
embargo y secuestro de todos sus bienes raíces y bodegas de vinos al no estar,
cuyo total ascendía a un crecidisimo
caudal.[47]
Se vio obligado a abandonar la ciudad junto con toda su familia por su
conocido patriotismo y siempre en defensa de la justa causa nacional. De lo
contrario, perdería su casa de Sanlúcar de Barrameda y toda su fortuna. La
contestación tuvo lugar el 11 de agosto de 1810, autorizándole a viajar hasta
la ciudad de la desembocadura del Guadalquivir pero con la advertencia de que “no tomará partido en el intruso gobierno”.[48]
También dirigía con éxito su fábrica de tonelería, anexa a su bodega en calle
Trasbolsa, número 144, a cuyo cargo estaba el maestro tonelero José Girón,
auxiliado por un oficial. Compró a Francisco de Paula Colom un solar situado en
el barrio de los Gallegos, calle Barrameda, a espaldas de la calle Sargenta,
por el precio de 2.340 reales, 11 maravedís (febrero 1806). Vendió al
comerciante José Pérez Gil un solar de
846 varas superficiales, con 18 de frente, en el barrio de los Gallegos o de
San Nicolás por 2.304 reales, 11 maravedís (5/05/1812). Comisionista con margen
de ganancias que rondaba el 8% , intervino en la venta de una casa para habitar
junto a bodegas, granero, patio, pozo y obrador de tonelería en calle
Trasbolsa, por valor de 122.307 reales (noviembre de 1823).
3.9. ANTONIO BEYRAS
Regidor perpetuo y hacendado sanluqueño, con
patrimonio superior o igual a 12.000 pesos sencillos. Octavo criador de vinos
cuyos almacenados ascendían a las 10.240 arrobas de vino añejo (2.98%) y 1.300
arrobas de vino nuevo (1.01%), valoradas conjuntamente en 448.600 reales
(2.55%). Comerciante y tesorero del Tribunal del Real Consulado de Sanlúcar de
Barrameda, vivía en calle San Jorge, número 327 de gobierno. Su bodega estaba
situada en la calle Chanca, número 337, antes llamada Tribulete, desde el año 1795 hasta 1834, adquirida a Miguel de la
Rocha. Compró al comerciante Cristóbal José Velarde otra bodega y su
correspondiente colgadizo de 135 varas y media de superficie por importe de
7.738 reales, situada en el centro de una casa en calle Ancha, colindante con
el jardín del Colegio de San Jorge (23/02/1805). Propietario de un almacén de
aceite en calle San Jorge. Como prestamista, otorgó un crédito por valor de 5.000
reales al corredor de lonja José Albarca, hipotecando algunas casas que poseía
en calle San Jorge. Se le abrió un expediente tramitado en la Junta Provincial
de Sevilla (1817) por pleito interpuesto por José Goin y Martel y consortes, en
reclamación de la devolución de 122 barriles de vino que no pagó. Compró a Juan
García Catalán una suerte de 3 ¼ aranzadas de tierra calma en pago del Cabezudo
por el precio de 2.625 reales (8/02/1804). Por 1.925 reales adquirió de Agustín
Amador 2 aranzadas y cuarta de tierra calma en pago del Cabezudo el 11 de
febrero de 1804. Cristóbal Velarde le vendió una casa bodega y alambique
conocida por la del Callejón, situada
al final de la calle Ancha y principio de la bajada que va para el convento de
Santo Domingo, lindando por el fondo con otra de Beiras, en el precio de 23.500
reales vellón, fraccionando el pago en monedas de plata u oro, a un tipo de
interés de 3% para lo cual hipotecó la referida finca para garantizar su
devolución (5/01/1810). Adquirió del licenciado José Rodríguez Arellano,
síndico administrador del concurso de los bienes de José Fernández, 25
aranzadas, 3/8 con 30 estadales y 7/8 partes más, con su casa de piedra o
mampostería, situada en el pago de la Atalaya Chica, por el precio de 99.250
reales, 16 maravedís, desembolsados por Beyras en el acto (30/04/1811).
3.10. MIGUEL SÁNCHEZ ENRÍQUEZ
Prestamista, comisionado y vocal de la junta de gobierno
de Sanlúcar de Barrameda junto a Miguel Gassin y Aguayo[49] (1809).
Quinto criador de vinos añejos, en exclusiva, con producción almacenada de
13.116 arrobas, valoradas en 524.640 reales (2.99%). Propietario de una casa de
viviendas altas y bajas, con dos accesorias en calle San Juan, número 176 de
gobierno, que lindaba, formando esquina, con convento de religiosos carmelitas
descalzos y con el callejón que daba a la calle Baños, valorada en 64.910
reales, comprada a los hermanos Manuel y María Blasina García de Pedrosa,
cantidad reintegrable en vales reales con interés al portador del 3%. Prestó
8.000 reales al vecino José Benítez a devolver en el plazo de un año en monedas
de oro y plata, descartándose su cancelación mediante vales reales por lo que
hipotecó una suerte de tierra, viña y arboleda de siete aranzadas de extensión
en pago de la Jara. Se igual forma, concedió un préstamo de 2.500 reales a
favor de Diego de Ortega, hipotecando éste una arboleda y viña de su propiedad,
situada en el pago de la Custodia (junio, 1806). Adquirió de Petrola Enríquez,
María de Regla y Josefa del Río y de otros una casa baja deteriorada en el
barrio de la Balsa y calle de Capuchinos, señalada con el número 135 por el
precio de 9.000 reales vellón (3/07/1807). Compró mediante expediente judicial
de subasta una suerte de viña de ocho aranzadas en pago de la Atalaya Chica,
lindantes con otras viñas del comprador, que fue propiedad de la Capellanía
colativa fundada por José Téllez, presbítero en la Iglesia Mayor Parroquial,
libre de censos, por el precio de 45.050 reales vellón, que pagó, en su nombre,
Antonio Beiras en efectivo (18/05/1808).
3.11. JUAN MANUEL CARRERA Y MANTILLA
Regidor de la casa consistorial, desempeñando
distintos cargos: diputado de cárcel, carreteros, cerrajeros panaderos y
carpinteros. Formó parte de la comisión de sal. Propietario de una casa
principal, con bodega llamada “San Juan
Bautista”, jardín y pozo de agua en calle Carmen Viejo (1812-1813).
Afrancesado y colaboracionista con las tropas de ocupación francesas durante la
Guerra de la Independencia. Se lucró vendiendo legumbres y otros géneros al
ejército imperial durante su estancia en Sanlúcar de Barrameda. Obtuvo, en
exclusividad, por su adhesión al nuevo gobierno de José I, el monopolio de
determinados efectos (legumbres), libres de interferencias y competidores lo
que le permitió ingresar en su caja de caudales numerario en metálico y en
vales reales. Regentaba cuatro tiendas de comestibles y taberna donde vendía
géneros y vituallas del Reino y del extranjero, valoradas en 33.000 reales.
Asimismo, poseía un almacén de aceite, de 4.000 reales. Fue propietario de
media aranzada de viña arena en pago Pozo Nuevo (noviembre, 1806), vendida a
Roque Ceballos por el precio de 934 reales (28/09/1807). Asimismo, en calidad
de prestamista, entregó a Francisco Ramos la cantidad de 1.566 reales
(4/11/1807) y a Juan Caballero, 2.002 reales (4/11/1807). Negoció con Tadeo
Pastor, capitán de infantería del Rey, la compra de unas casas principales, con
sus bodegas y jardín, situadas en la calle Carmen Viejo, antes calle del
Diezmo, número 306 por el precio de 63.254 reales vellón, fraccionando el pago
en varios plazos (3/12/1812). Con la desamortización del Trienio Liberal
(1820-1823), se adjudicó dos fincas urbanas eclesiásticas por 98.924 reales y
una revalorización del 0.18 %.
3.12. JOSÉ GUTIÉRREZ DE AGÜERA DÍEZ DE
BEDOYA
Séptimo criador de vinos, con
depósitos que rondaban las 10.534 arrobas de vino añejo (3.07%) y 2.826 arrobas
de vino nuevo (2.21%), por un valor total de 506.140 reales (2.88%). No deseaba
ocupar cargo público alguno (1818-1819), por razones que desconocemos pero
figura como Síndico Procurador General en 1819. Nacido en Lomba (Hermandad de
Campoo de Suso, Santander) el 8 de septiembre de 1753. Hijodalgo, sus padres
fueron Pedro Gutiérrez de Agüera y Catalina Díez de Bedoya. Interpuso pleito
para demostrar su hidalguía. Comerciante por mayor. Dueño de una fábrica de
aguardiente y licores en la plaza de la Victoria, dirigida por el maestro
destilador Juan Falcón. Asimismo, regentaba seis tiendas de comestibles y
taberna, donde vendía géneros nacionales y extranjeros, todas valoradas en
76.000 reales. Propietario de dos fondas-posadas: una conocida con el nombre de
Las Ánimas, dando empleo a tres mozos
y la otra llamada del Comercio,
ocupando en ella a cuatro mozos. Satisfizo al Fondo de Propios y Arbitrios de
Sanlúcar y a la Real Caja de Consolidación de vales y descuentos la cantidad de
152.500 reales, en moneda metálica,
por remate del abasto de aguardientes y licores, hipotecando los siguientes
bienes:
- Suelo de un pedazo
de sitio conocido por el Almacenillo,
de 9 varas y media de larga por 3 varas y media de ancha, cuyos altos
desde las maderas del cuadrado, perteneciente a Leona Gutiérrez de
Henestrosa, viuda.
- Cielo y suelo de
otro cuadrado de 14 varas y media de largo y 4 de ancho de una bodega y
granero en el interior, en calle Colegio de la Victoria, frente a su
iglesia por donde tenía su entrada principal, número 312 de gobierno, adquirida
a Vicente Ruiz de Villar y a otros propietarios en 1799.
- Casas y accesorias
en la plaza de la Ribera, haciendo esquina a la calle del Colegio de la
Victoria, que servía de tienda de comestibles, adquirida a Juan Andrés
Fascio en 1798.
- Dos aranzadas de
viña albariza en pago de la Cañada del Trillo.
- Casas en la plaza
de la Ribera, haciendo esquina con calle Bolsa.
- Almacén conocido
con el nombre de Agüera en
Cádiz, representada por los agentes mercantiles Juan José Bolívar y
Servando González de la Sierra, otorgando créditos a un interés nominal
del 3%.
- Casa situada en el
barrio alto, que servía de tahona y horno de cocer pan en calle del Juego,
distinguida con el número 301, lindante con una parte de sus bodegas y
alambiques.
Compró a Manuela Gallego López una casa bodega, con
su patio, pozas para orujo, alambique y demás anexos en calle Azacanes por el
precio de 32.118 reales, 12 maravedís (3/04/1811). Prestó a Antonio Gordillo,
trabajador del campo, 881 reales, 32 maravedís, a satisfacer entregando el
esquilmo de uva de la vendimia de 1813, procedente de la propiedad de Gordillo
compuesta por dos aranzadas de tierra y viña en Rota, pago de Brevas
(10/10/1812).
3.13. JOSÉ HUET
El coronel del Real Cuerpo de Ingenieros y regidor
municipal, José Huet, tildado de
afrancesado, envejecía en sus bodegas sanluqueñas 3.946 arrobas de vino añejo,
por 2.349 arrobas de vino nuevo, valoradas en 228.310 reales. Se le abrió
expediente de conducta política entre
los años 1816 hasta 1818 a instancia del gobernador político de la provincia,
que concluía: “[…] Hombre sin distracciones, versado en
Ciencias exactas y reducido al estrecho de su casa. […] Amor, respeto y admiracion de todo el
vecindario […]”.[50]
Nació en Ceuta el 29 de mayo de 1769
pero se estableció en Sanlúcar de Barrameda. Estuvo casado con Rosa María de
Allier, dama perteneciente a la nobleza gaditana ya que estaba en posesion de hidalguia de sangre.
Amante del orden y de la obediencia de las leyes. Fue Gobernador Civil de la
provincia de Huelva desde el 10 de diciembre de 1833 hasta el 30 de noviembre
de 1835, residiendo durante algún tiempo en Sevilla. El 30 de noviembre de 1835
fue expedida hoja de servicios, teniendo la edad de 66 años cumplidos: alcanzó
el grado de cadete de infantería del regimiento de la Corona el 18 de diciembre
de 1781; el 13 de marzo de 1786 fue ascendido a subteniente del primer batallón
del citado regimiento; el 30 de junio de 1809 fue nombrado coronel del Real
Cuerpo de Ingenieros; y finalmente el 10 de diciembre de 1833 se le encomendó
la subdelegación de fomento de la provincia de Huelva.[51] Su
agente de negocios en Madrid, Miguel Plassard y Campillo, se encargaba de la
firma de documentos en su nombre. Además fue dueño de una fábrica de cal en
pago de La Palmosa donde trabajaban tres operarios.
3.14 VICENTE LAFITA
El regidor, diputado de fiestas y guerra y diputado
de visitas de términos, Vicente Lafita
con domicilio en calle Bretones, número 40. Contaba con 3.997 arrobas de vino
añejo y 2.112 arrobas de vino nuevo, tasadas en 223.240 reales. Estaba casado
con Jerónima Santa Cruz. Fue apreciador de huertas, llegando a ocupar múltiples
cargos en el ayuntamiento.[52] Juan
Carmiñas le debía 900 reales en concepto de alquileres de una casa que habitó
(28/06/1805). Junto a Antonio Sánchez Coronado se obligaron a pagar al dean y
cabildo de la Santa Iglesia de Sevilla la cantidad de 22.200 reales, en
concepto de la renta del diezmo del vino, segunda parte de la Jara, hipotecando
Lafita una suerte de viña y arboleda compuesta de 17 ¼ aranzadas, con alguna
tierra calma en el pago de la Jara, conocida por la Hacienda del Pino (3/09/1807).
3.15 SEÑORES BELLONI E HIJOS
La sociedad mercantil “Señores Belloni e Hijos” tenía en depósito 7.489 arrobas de vino
añejo, por 1.756 arrobas de vino nuevo, valoradas en 352.240 reales. Gran parte
de estos caldos procedían de su finca en Reventón Grande, donde cultivaba uvas
de la especie melonera. Familia de
origen lombardo (Milán), asentada en Sanlúcar desde mediados del siglo XVIII. La
fundación de la compañía se atribuye al padre de María de la Concepción Belloni,
el comerciante y cosechero Juan Ángel Belloni, milanés naturalizado español,
asentado en Sanlúcar de Barrameda ya en 1764, al estar casado con una mujer
jenízara Josefa Augustina Albrecht,[53] pero
con permanencia en España desde el año 1734, según sus propias declaraciones.
El alto grado de trasnacionalidad de los matrimonios marcaba las estrategias
profesionales. Así, Juan Ángel logró una estrecha integración en familias con
mucho arraigo social y económico de la bahía de Cádiz, participando activamente
en el comercio americano.[54] Se
matriculó en el Consulado de Cargadores a Indias en el año 1750 como uno de los
siete naturalizados entre 1743 y 1778.[55] Por
esta vía, Belloni participaba de forma legal en el comercio transatlántico de la
Carrera de Indias. Formó compañía mercantil con Juan Cayetano Galli, natural de
Empoli, arzobispado de Florencia, y con su cuñado Juan Domingo Morris, natural
de Pisa, en el principado de Piamonte. Al quebrar esta empresa, fundó otra solo
con Morris. Tras una segunda quiebra, operó a cuenta propia.[56] Mantuvo
correspondencia con mercaderes barceloneses y cargó en géneros a su cuenta o
junto a ellos a América. Recurrió a redes de intermediarios de Alicante y
Génova para organizar el intercambio de géneros coloniales americanos a cambio
de mercancías preindustriales de Europa Central por medio del Mediterráneo. Su suegro estuvo involucrado en intercambios
comerciales entre Cádiz y Ostende en la década de 1740. La quiebra de las
sociedades anteriormente descritas, forzó a Juan Ángel Belloni a recurrir a la
dote de Josefa Augustina Albrecht, obteniendo ganancias muy elevadas cuando
tuvo que otorgar su testamento en 1773. El capital bruto alcanzó un valor de
77.482,45 pesos fuertes, suma bastante modesta en comparación con otras
sociedades milanesas, aunque le quedaron por abonar las deudas de las dos
sociedades quebradas. Parece ser que compró la hacienda de viñas y tierra calma
llamada El Charruado del Pardo,
compuesta de 36 aranzadas. María de la Concepción Belloni, era la única propietaria
de dos bodegas-granero ya que sus hermanos Pedro Alcántara y José María
fallecieron antes que ella: una, a la espalda de la casa de la Cilla arzobispal
en calle Coliseo de las Comedias, adjudicada a su hijo Pedro Angioletti tras su
defunción en el año 1824; y otra, en la misma calle, heredada en la partición
de bienes por el doctor Gonzalo Angioletti. El otro hijo, Juan Bautista heredó
la citada finca de El Charruado con
su casa de mampostería. Prestó a su
hermano Gonzalo la suma de 166.266 reales, 22 maravedís por efectos que le
adeudaba en las particiones extrajudiciales sobre el caudal movible de la
herencia de su madre. María
de la Concepción estuvo casada con el comerciante gaditano, de origen milanés,
Juan Bautista Angioletti. Vivían en su casa con bodegas de calle Iglesia Mayor, número 189 de gobierno,
hoy calle Luis de Eguilar, en lo que es la casa-palacio de la marquesa del
Pedroso. Parte de ella fue heredada por Juan Bautista Angioletti,[57]
según partición de bienes de María de la Concepción Belloni (1824).
[1] El rendimiento del olivar sanluqueño entre 1818 y
1820 fue bastante bajo como consecuencia de las malas cosechas, lo que provocó
un descenso en la producción de aceite de oliva elaborado en las almazaras. La
superficie agraria dedicada a este cultivo rondaba las 363 hectáreas plantadas
con 12.000 pies. Prácticamente la cosecha se había perdido por el mal estado de
los olivos desde 1811, frente a los 663 hectolitros de aceite extraídos de las
313 hectáreas plantadas en Sanlúcar de Barrameda en el año 1752 (Catastro de
Ensenada). La productividad media alcanzaba 1.4 hectolitros por hectárea
cultivada. En Archivo Histórico Provincial de Cádiz (en adelante AHPC): Cuaderno General de la riqueza de Sanlúcar de Barrameda, 1818.
Sección Gobierno Civil. Signatura 248.
[2] BRINGAS GUTIÉRREZ, Miguel Ángel (2003): “Un catastro
poco conocido: El apeo y valuación general de Martín de Garay, 1818-1820”, en Catastro. Departamento de Economía,
Universidad de Cantabria, pp. 143-159.
[3] FONTANA, Josep (1973): La quiebra
de la Monarquía absoluta,1814-1820. Barcelona.
[4] Archivo Municipal de Sanlúcar de Barrameda (en adelante AMSB): Signatura 4808.
[5] AMSB: Ibíd.
[6] AMSB: Ibíd.
[7] AMSB: Signatura 4809.
[8] AMSB: Ibíd.
[9] AMSB: Signatura 4810.
[10] Junta de Repartimiento y Estadística de Partido.
[11] AMSB: Ibíd.
[12] GUTIÉRREZ BRINGAS, Miguel Ángel (1994): “Los
cuadernos generales de la riqueza (1818-1820): La localización de una fuente
histórica en España”. En Noticiario de
Historia Agraria, nº. 7, pp. 155-179.
[13] La tradición textil sanluqueña tiene uno de sus
referentes históricos en la fábrica de estameñas o de tejidos de lana sencillos
y ordinarios del alemán Francisco José Neistar, (1784) bajo la dirección de la
Real Sociedad Económica de Amigos del País, tipología de empresario extranjero
reclamado para la difusión de las innovaciones técnicas europeas. Introdujo
tres telares a los seis existentes en Sanlúcar de Barrameda, con su propio
tinte, que le permitía producir 200 piezas. La ampliación de la plantilla
supondría 20 operarios y 50 hilanderas en lugar de los 13 y 30 respectivamente.
En el Censo de Manufacturas de 1787, se identificaron en Sanlúcar 6
fábricas de manufacturas de lana, que daba empleo a 43 operarios. De igual
modo, había una fábrica de sombreros, propiedad de Francisco Ramírez, con un
obrador y un oficial. La producción al año era de 200 unidades. En cuanto a las
manufacturas de curtidos, sobresalen los fabricantes Francisco Basolo, Salvador
Porches y Francisco Basoles. Porches producía 300 suelas y 50 baquetas al año.
En MIGUEL LÓPEZ, Isabel (1995): “El sector manufacturero andaluz en el censo de
1784”, en Estudios Regionales, Nº
41, pp. 65-144.
[14] Precisamente el sacerdote sevillano Manuel María del
Mármol escribió en Sanlúcar de Barrameda en 1817 su obra Idea de los barcos de vapor.
[15] En 1787 viajó a Inglaterra como espía industrial,
trayendo a España muchas máquinas, instrumentos, modelos, dibujos, diseños y
planos de prototipos industriales ingleses, con grave peligro para su vida. En
compensación, Carlos IV le permitió visitar las Reales Fábricas de Guadalajara
y San Fernando; y por último, rehusó los premios y recompensas que se le
ofrecieron por su aportación al desarrollo industrial de España. Finalmente, en
1791, puso rumbo a Sanlúcar de Barrameda donde, asociado con el intendente
Francisco Terán Palacios, impulsó la enseñanza de la industria del algodón con
todas sus últimas novedades y trabajó en el Real Jardín de Aclimatación, sin sueldo
ni emolumento alguno. Debió conocer de primera mano el telar mecánico con
máquina de vapor del reverendo Edmund Cartwright (1784).
[16] Parece razonable pensar que Esteban Bozano dispusiera
en su fábrica de hilados de la calle Mesón del Duque, máquinas inglesas
construidas en Hall (Dartford), que eran las más utilizadas en la hilatura
mecánica entre 1830 y 1844.
[17] MALDONADO ROSSO, Javier (1999): La Formación del capitalismo en el Marco del Jerez: De la
vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera moderna (siglos XVIII y
XIX). Huerga & Fierro Editores.
[18] El maestro tonelero Antonio Esper importaba los
flejes de hierro de Gran Bretaña y las duelas o tablas de madera de Estados
Unidos por lo que mermaba su margen de beneficios.
[19] La Prensa
Moderna. Periódico independiente y de intereses locales y generales. Viernes 16
de febrero de 1900. Sanlúcar de Barrameda. Biblioteca Nacional.
[20] Los fabricantes de hilados de algodón catalanes con
telares mecánicos movidos por la energía del vapor importaban carbón de Cardiff
y Newcastle (Gran Bretaña), lo que encarecía su factura energética.
[21] Tenía en 1840 una agencia de ventas de vino
manzanilla en Londres, cuyo agente Manuel Lozano representaba los intereses de
la Compañía. También envió a las
islas británicas un cargamento de vino manzanilla por valor de 30.000 reales,
demandado por la sociedad mercantil Señores
Brothers y Compañía. En todo caso, se trataban de insignificantes partidas
en comparación con las exportaciones de las bodegas de Jerez de la Frontera o
El Puerto de Santa María.
[22] En 1818 existían cuatro molinos de aceite: uno, del
convento de la Merced situado en el mismo inmueble; otro arrendado a Manuel
Jiménez Granado, propiedad del conde de Monteagudo, en el sitio homónimo junto
a los olivares; un tercero de Francisco de la Peña, propietario de la mitad de
otro molino perteneciente al mayorazgo que poseía en Cabeza Alcaide; y otro
arrendado al criador de vinos Domingo Bullosa de una mitad indivisa, en Cabeza
Alcaide, propiedad de Juan Alonso de San Miguel.
[23] GUTIÉRREZ ESCUDERO, Antonio: “Tabaco y algodón en
Santo Domingo, 1731-1795”. Homenaje al
Dr. José Antonio Calderón Quijano, pp.162-163.
Efectivamente, en 1818 aparece Manuel Villegas como arrendatario de un
establecimiento de café propiedad del comerciante maltés Cristóbal Napolitano,
cuyo apoderado era Antonio Gabriel. Daba trabajo a tres mozos para servir café
y en su interior había dos mesas de billar, cuidadas y vigiladas por otros dos
mozos. Además de este, en Sanlúcar estaban abiertos el café de Domingo
Fernández Campa, con una mesa de billar y un mozo a su cargo, y otros dos para
dispensar café; y el de José Dalí Plata, con tres mozos, mesa de billar con
mozo para servirla.
[24] La fabricación de harinas de trigo queda reservada a
dos molinos harineros existentes en Sanlúcar de Barrameda en 1818, uno
propiedad de Agustín Chesca, en Puente del Antón y que solo molía en la temporada de las aguas, manipulado por
un oficial; y otro de Manuel Baro, con otro oficial a su cargo y que molía en
la misma temporada.
[25] BARBADILLO DELGADO, P. (1942): Historia de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda. Escelicer, Cádiz,
p.101.
[26] MÁRQUEZ HIDALGO, Francisco (2002): El Jardín Botánico de la Paz de Sanlúcar de
Barrameda. Pequeñas Ideas Editoriales. Sanlúcar de Bda, pp. 17-18.
[27] Además se añade una tasa de crecimiento del precio
del mosto, puesto que de 16.34 reales/arroba en 1817 subió a 20.17
reales/arroba en 1818.
[28] Desempeñó el cargo de cónsul de Portugal
en Sanlúcar de Barrameda entre 1786 y 1789. Comerciante, fue propietario de la
mitad de una casa en plaza del Chorrillo o Pradillo de San Juan, frente a la
puerta principal de la iglesia del convento del Santo Espíritu o de San Juan,
señalada con el número 114 de gobierno, vendida a María Concepción Castellanos por
24.183 reales, con un tipo de interés del 3%, en el plazo de 3 años. Compuesta
por 266 varas superficiales (6/11/1808). Compró a María Guerrero, viuda de Juan
de Paula González, una casa en el Pradillo de San Juan, haciendo esquina y
frente de la Casa-cuna de los Niños Expósitos, dando la vuelta por la fachada
que mira al arroyo hasta hacer otra esquina con la bocacalle que sigue a la que
nombran de la Plata, por el precio de 15.721 reales (21/08/1809).
[29] Prestamista y receptor de carnes, Carlos Otalora entregó a Nazaria Rodríguez,
viuda de José María Antúnez, capitán retirado, 21.753 reales, 32 maravedís,
hipotecando la receptaría de carnes de Sanlúcar de Barrameda, de la que era
titular (7 de agosto de 1806). Reconoció el pago a favor de la Hermandad y
Cofradía de San Pedro y Pan de Pobres de un censo de 200 reales de principal,
impuesto cargado sobre unas casas de Otalora en la calle San Francisco el
Viejo, número 38 (17/05/1808). Propietario de casas en calle de San Francisco,
distinguidas con el número 38.
[30] Aproximadamente 5.707.899 litros.
[31] Equivalentes a 2.127.582 litros.
[32] CLIMENT BUZÓN, Narciso (2009): Historia Social de Sanlúcar de Barrameda. En busca de nuestro pasado.
Entre sombras ilustradas y miedo a la libertad (1759-1833). Volumen 4. ASEHA.
[33] Tasada la arroba de vino nuevo en 30 reales.
[34] AHPC: Padrón
primero de la Riqueza General del Reino, 1818. Gobierno Civil. Signatura
247.
[35] CLIMENT BUZÓN, NARCISO (2009): Op. cit.
[36] VEGAZO PALACIOS, Jesús (2014): Sanlúcar de Barrameda: Encrucijada de cargadores, cosecheros y
prestamistas (1750-1860). ASEHA.
[37] Una aranzada equivalía 0.4751 hectáreas.
[38] VEGAZO PALACIOS, Jesús: Op. cit.
[39] Tasada la arroba de vino añejo en 40 reales.
[40] VEGAZO PALACIOS, Jesús: Op. cit.
[41] De origen piamontés.
[42] VEGAZO PALACIOS, Jesús: Op. cit.
[43] Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN): ESTADO, 29-G
[45] VEGAZO PALACIOS, Jesús: Sanlúcar de Barrameda y la desamortización eclesiástica durante el
Trienio Liberal (1820-1823). Inédito.
[46] AHN: ESTADO. 3078. Exp.1. Sanlúcar de Barrameda, 7 de agosto de 1810.
[47] AHN. ESTADO. 3110. Exp.12. Cádiz,
2 de agosto de 1810.
[48] Ibíd.
[49] Propietario de una casa de huéspedes, admitiéndolos
desde mayo de 1818 en los altos de su tienda de géneros, esquina del Carmen.
[50] AMSB: Signatura 4809.
[51] AHN: HACIENDA, 2.671, Exp. 143.
[52] CLIMENT BUZÓN, Narciso (2009): Op. cit.
[53] Juan Ángel Belloni era natural de Condogno, obispado de Lodi, en el estado de Milán.
Su mujer Josefa Augustina Albrecht fue hija de
una ilustre familia flamenco-italiana de Cádiz en 1742, la cual compró a Antonia Sosa, esposa legítima de Pedro
Alcántara Belloni una casa de planta alta y baja, con sus bodegas y graneros en
calle de la Compañía de Jesús.
[54] KAPS, KLEMENS: “¿Una burguesía mercantil periférica?
Redes y prácticas de negocio de comerciantes lombardos en Cádiz en la segunda
mitad del siglo XVIII”- Academia. Universidad
Pablo de Olavide. Sevilla, pp.1-14.
[55] AHPC, Protocolos Notariales. Cádiz, 2/407, fol. 71.
[56] Ibíd., 19/4511, fol.1235.
[57] Juan
Bautista Angioletti y Belloni: Casado
con Francisca Díaz de la Serna. Arrendador de las rentas del diezmo, en pago
del Cuadradillo en el año 1833, rematada a su favor en la cantidad de 14.000
reales vellón. Comerciante y bodeguero sanluqueño, fue caballero maestrante de
la Real Maestranza de Ronda en 1816. Perteneció a la comisión administrativa de
la Casa-Cuna de niños expósitos de Sanlúcar de Barrameda. Vocal comisionado de
la Junta Municipal de Beneficencia, alcalde tercero en 1823 y segundo en 1838.
Asumió las competencias políticas del diputado
común en 1816.
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