sábado, 23 de abril de 2016

PRIMER TRATADO VITIVINÍCOLA DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA (1784)



Jesús Vegazo Palacios


            No es casualidad la abundancia de textos agronómicos en las bibliotecas ilustradas durante el siglo XVIII. La confianza en la razón y en el empirismo científico, instrumentos al servicio de la modernización económica del país, fomentaron la redacción de toda clase de escritos relacionados con el cultivo de la tierra. La agricultura fue considerada por la Fisiocracia o el gobierno de la naturaleza como la principal fuente de riqueza. Por ello, había que perfeccionar la tecnología agrícola que permitiera aumentar el rendimiento y la productividad en un marco jurídico de libertad, sin interferencias del Estado, lo que se resume en la frase: laissez faire, laissez passer.[1]

La Real Sociedad de Amigos del País de Sanlúcar de Barrameda (1781) era consciente de este reto. Asumió sin ambages la responsabilidad de profundizar en el análisis de los viñedos del término, en los tipos de suelos, en los métodos de plantación de los sarmientos, en los problemas de la fermentación y en los vinos resultantes. Fruto de ese esfuerzo sin precedentes, nació este primer tratado vitivinícola conocido de Sanlúcar hasta la fecha, manuscrito fechado el 12 de julio de 1784[2], no publicado, obra de algún miembro de la Sociedad, muy anterior al Cultivo de las viñas y modo de hacer vino en Sanlucar de Barrameda de Agustín Fernández, publicado el 29 de enero de 1801 en el Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos  o a la famosa Memoria sobre el cultivo de la vid en Sanlúcar de Barrameda y Xerez de la Frontera de Esteban Boutelou que vio la luz en 1807.

Ponemos al servicio de los internautas que visiten nuestro blog este interesante tratado, por primera vez publicado, muy completo y que nos aclara el modo de cultivar las viñas en Sanlúcar de Barrameda y todas las labores inherentes a dicho cultivo a lo largo del último tercio del siglo XVIII:


 “1784

San Lucar de Barrameda

Tratado de las viñas del termino de esta Ciud. De Sn. Lucar de Barrameda, especies de Ubas que crian, calidades de tierra en que están situadas, modo de preparar estas pª. Plantarlas, metodo de labrarlas, y últimamente el de hazer la Vendimia y criar sus Vinos.


Diferencia de Vidueños, y Ubas

En las viñas del termino de esta Ciudad se encuentra de toda clase de ubas, que todas se crian bien por ser el temperamento venigno, y templado. Los nombre con que aquí se conocen son regularmente Moscatel, gruezo, y menudo, Perruno, Mantiudo, Vigiriego, Jaen, Alvillo, y otros, todos blancos; y de los negros, hai  el que llaman Uba Palomina, tintillos, Mollar, cuya configuracion y propiedades no se explican, por ser mui corta la porcion que se cria en nuestras Viñas de estas Ubas; y solo se hablará de la Uba que se llama Listan, por ser el vidueño que se cria generalmente y de que se hace aquí el Vino blanco y de color.

            Dicha Uba es blanca, redonda y sus racimos apretados, estos de un tamaño regular, y lo mismo su grano; tiene un dulze, cuando está en perfecta madures, mui grato al gusto, son que tenga nada fastidioso o empalagoso, como sucede a el de la Uba Pedro Ximenez, Moscatel, y otros de esta clase; es mui docil, y tierna, y por lo propio apetecida para comer; haze mui buenos vinos, que a poca edad, adquieren clase y sustancia, propiedades que van aumentando con la edad, y criando mas calidad pues cuantos mas años tienen, se hazen mas espirituosos, sin que el ser mui añejos le quite el buen gusto y delicado olor.


Cualidades de las tierras en que están plantadas la Viñas

            Tres clases de tierras ocupa el plantio de viñas de este termino, por un orden es la calidad de sus Ubas, y Vino; la primera se llama Albariza, la segunda Barro, y la tercera Arena.

            La Albariza es una tierra mui sustanciosa, y se divide en Albariza, de color pardo en la superficie, que tiene el asiento en una especie de tierra dura, que aquí se le da el nombre de Tajon, es â proposito para hazer Cal, y tan cerrada, que aun en el Berano mas fuerte, no abre resquicios.

            Hai otra Albariza que es totalmente blanca, y su asiento en la tierra, que se llama tosca; y tan dura, que es cuasi como piedra, y por el propio, no abre resquicio aun en el Berano mas riguroso.

            Tambien hai otra Albariza que se llama Polvillo, cuya superficie y asiento es mas flexible, y en ella son de menos duracion las Viñas, y mas cortos sus frutos generalmente aunque en algunos años son abundantes.

            Barro es un tierra generalmente colorada, sustanciosa, tanto en la superficie como en su asiento, que tampoco abre resquicios en los mayores calores.

            Arena, es un tierra floja, y delgada, su color comúnmente blanco, y alguna tira a pardo, su asiento es generalmente de la misma especie, y algunas pocas la tienen en cierta clase de Barro blanquisco, y de poca sustancia esta especie de tierra que es mui fresca, en el Berano tampoco abre resquicios.

            Rara porcion de la viña se encuentra en cualesquiera de las tres clases  explicadas que no tenga algun pedazo de tierra negra en su superficie y asiento, que abra resquicios en el Berano, y por lo mismo cria menos Uba, y de inferior calidad; propiedad que adquiere tambien el Vino. De esta especie de tierra de poca calidad, y en corta cantidad, se encuentra regularmente en las Cañadas, porque en lo general estan situadas las Viñas en cerros, aunque de moderada elevación, y por lo propio, no se diferencia la planta, ni el fruto, de los parages llanos que tienen las Viñas.

            La experiencia de muchos años tiene acreditado, que en todas las clases dichas, produce bien el Vidueño de la Uba Listan, y por lo mismo es el general en este Viñerio.

Modo de preparar la tierra para plantar la Viña

            Siendo preciso para plantar la Viña, labrar y preparar la tierra, se practica aquí esta operación que se llama aquí agostarla de este modo.

            Lleban los trabajadores un Azadon, que tiene una cuarta de largo, y como media de ancho, y el cabo como de vara y cuarta: Con este, desde principio de Junio hasta fines de Agosto, se haze esta labro cabando, y rompiendo la tierra como tres cuartas de profundidad; y el buen viñero, lo haze desde una vara, y algo mas, por tener acreditado la experiencia, que cuanto mas hondo se haze el agostado, vive mas, y es mejor la Viña. En esta excavación, puestos los peones dos juntos, se saca la tierra en grandes terrones, que van colocando en la superficie con igualdad, y dejando proxsima de ella todas las raizes malas de grama, y otras yerbas, para que se seque; con esta disposición, queda la tierra mui lebantada, y porosa, y percive el calor del sol, el ambiente, sus sales, y nitros de todo el Berano; y â las primeras aguas del Otoño, que se humedecen, y calan bien los terrones, se desbaratan con las Azadas, poniendo la tierra llana, y menuda, cuya operación es poco costosa, al paso que la primera del agostado cuesta cada aranzada (que consta aquí de cuatrocientos veinte y cinco estadales reales, que hazen mil y setencientas varas cuadradas superficiales, y en que entran dos mil plantones, â distancia de seis pies, uno de otro) de mil y quinientos, â dos mil reales o mas, según lo fuerte, ô docil de las tierras agostadas.

Modo de poner los plantones

            Dispuesta la tierra como queda dicho desde principio de Enero ô mas tarde según lo mas, ô menos templando del Ymbierno, y con temperamento a la calidad de las tierras, se haze el plantio de los sarmientos, tendiendo primero una cuerda, para formar los Liños en cuadro, y mui derechos; y en esta disposición se ponen unos tientos o señales, con pedazos de caña, ô palos delgados, en el sitio donde se ha de poner el sarmiento, el que se planta haziendo un hoyo con el Azadon de agostar, de cuatro cuartas de hondo, en el que se mete el plantón que se ha recogido con antisipacion de viñas nuebas, y sin que él tenga ningun viejo, y puesto derecho, se le echa una poca de tierra, que no sea de la que se ha sacado de la escabacion, se aprieta bien con el pie, y luego se acaba de llenar el hoyo con la misma tierra que se saco de él: tambien se ponen los plantones, haziendo el agujero con una Barra, ô Barrena de fierro de vara y media de largo; con esta se haze el Barreno de cuatro cuartas de hondo, y en el se mete el sarmiento, â el que se le echa una poca de tierra nueva, que se aprieta bien con un palo proporcionado para esta operacion: Plantado el sarmiento de una suerte, û otra, se corta, dejandolo como media vara poco mas, de la tierra, y despues que mete, se le dejan solo dos yemas, dandole el beneficio el primer año, de una Caba, y dos Vinas, con Azada, en el mismo tiempo y condicion que â las Viñas grandes; cuyas circunstancias se explicaran hablando de las labores de aquellas.

Modo de podar las Viñas desde el segundo año de plantadas, y despues de criadas

            Al segundo año se poda el sarmiento cortandole los dos brazos, haziendole un pulgar en la yema mas baja, que es en donde se ha de armar la caveza de la Zepa, y aunque se le deja tambien la yema alta esta solo sirve para que llame en aquel palo el verde, se nutra, y tenga consistencia, para poder amarrar un rodrigon, que contribuye â que el sarmiento se crie derecho.

            Al tercer año se le corta la yema alta, podando las demas de la Zepa, de redondo, dejandola rodeada y en figura de estrella, de brazos, ô pulganes, y â cada uno de estos, una yema que deve ser siempre la baja: Este genero de poda se continua hasta los seis ô siete años, que ya estan las Zepas robustas, y arraigadas, y se podan en la misma disposición; pero dejandoles para que las Ubas, un sarmiento el mas granado que tenga la Zepa, y que provenga de una yema: Este debe tener como media vara de largo, y es donde carga la Zepa mas razimo; aunque los pulgares de una yema, suelen echar alguno, pero la experiencia tiene acreditado, que este vidueño Listán, pide esta clase de poda, que se practica con una Hoz como de tres cuartas de largo, con dos bocas, la una que se llama peto, y tiene de ancho como una cuarta, con la que se limpian los secos de la caveza de la Zepa, cuya operación se haze con mucho cuidado, â fin de no herir el verde; y con la otra boca, que es como de una tercia de largo, y de dos de ancho, se cortan los verdes con mucho cuidado, sin que se razguen los palos.

            El tiempo de hazer esta poda es, desde mediados de Octubre, hasta fin de Enero; pero los que cuidan con mas conocimiento sus viñas, procuran podar desde principios de Diziembre, hasta quinze de Enero: Fundase para esta practica (suponiendo la templanza del Pais, y que no hai yelos que pasmen, y maltraten los cortes) en que en estos tiempos están todos los verdes recogidos en la Zepa, y no pierde esta ninguna sustancia, pues cortando los sarmientos en Octubre, ô Noviembre, cuando aun esta la oja fresca, se discipa dicha sustancia por los cortes; y haziendolo ya de fines de Enero en adelante, tiempo en que se ha puesto en mobimiento el verde, lloran tambien los sarmientos por los cortes, y sucede la misma discipacion de sustancia, y aunque generalmente se cree ser el tiempo mas oportuno para la poda cuando la Luna están en menguante, aquí no se guarda ese orden.

Modo de labrar las viñas

            Explicado el metodo de disponer la tierra, plantar los sarmientos, y dirigirlos hasta formar la Zepa, se sigue manifestar el Orden de labrar las Viñas, que es en esta forma.

            Luego que se acaba la vendimia, que regularmente es en este Pueblo â mediados de Octubre, â corta diferencia, se dá la primera labor que se llama Alumbrar.

            Esta se practica haziendo una escabacion alrededor de la Zepa, en figura de una poza, como de una tercia de hondo, â efecto de recoger las aguas, y tambien porque mobida la tierra en este tiempo antes de mojarse, despues aun cuando sobrevengan fuertes y continuadas llubias, nunca se azota, ni se endurese, antes se conserva en aquellos lomillos que resultan de la Alumbra, dócil y flexible, para las subsiguientes labores.

            Dicha Alumbra, como las demas labores que se hazen con la tierra de las Viñas, se executa con Azada, pues enteramente esta negado en este Pais, el uso del Arado en esta Haziendas.

            La expresada labor de alumbrar las viñas que están en tierra albariza, dura regularmente hasta fines de Noviembre; y que en las situadas en Barro, ô Arena, hasta fines de Diziembre.

Poda de las Viñas

            Despues de ejecutada la Alumbra, en el tiempo y metodo que queda dicho, se sigue la poda, que se practica en los mismos terminos que se ha explicado en el capitulo antesedente.

Modo de castrar las Viñas

            Despues que las Viñas de todas edades han criado los pampanos, se les cortan aquellos que impiden por estar en mala situacion, el buen govierno de la Zepa, y solo se les dejan los palos utiles.

Modo de cabar las Viñas

            Alumbradas las viñas como queda dicho, permanesen hasta â mediado del inmediato Enero, que entonces se les da la Caba.

            Esta se haze picando primero las piletas, lebantandole con un golpe ligero, la tierra que se halla sentada y dura, por la parada que en ella ha hecho el agua.

            Hecha esta operación, se va cabando la tierra como cuarta y media de hondo, dejandola llana, y con la posible igualdad, enterrando bien la yerva, y rosiando la superficie con tierra mui menuda, de modo que quede mui floja y esponjada.

            Esta labor dura hasta fines de Marzo, ô cuando mas, hasta mediado de Abril; aunque los buenos viñeros procuran que estén cabadas las Viñas, lo mas tarde â fines de Febrero, porque siendo este tiempo en el que las Viñas de este temperamento empiesan â brotar sus  botones, se logran dos beneficios, uno, que al tiempo que los verdes se empiesan â mober en la Zepa, se les da esta un fuerte auxilio, con el mobimiento de esta labor; asi como el Cavallo que al arrancar la carrera, se le aplica la espuela par que la haga con mas fuerza.

            Otro, que cabando antes que abotonen las yemas, se evita el perjuicio de que el cabador las quitas con la ropa, la azada, ô la tierra con que rosia, en atencion a lo mui delicados que están los botones en esta estasion.


Modo de vinar las Viñas

            Esta labor se principia entrado Abril, luego que están los tallos y pampanos de las Viñas ya duros y fuertes, y los razimos de ubas bien descubiertos; pero antes de que cierran las Ubas, para evitar que con la ropa, ô las azadas, se maltraten ô quiten los granos de sus razimos, para lo que están mui expuestos cuando cierren.

            Esta operación, se haze metiendo la azada â un golpe lleno, sin bolver la tierra, y dejando la yerba prosima, allanando con el espaldar de la azada ligeramente cualesquiera terron, â efecto de que la labor quede en la superficie llana, y menuda, pero siempre sin enterrar la yerba, por no ocasionar algun escaldon a la Viña, que es mui posible, si se queda la yerba entre dos tierras: Para que esta labor sea provechosa â la planta, y al fruto, deve estar la tierra seca, y con costra la superficie; y la señal de que está en rasón, es que cruja, y se desquebraje al meter la azada.

Modo de ahorquillar las Viñas

            Despues de vinada la viña y que las ubas han cernido, se le pone â cada vara que tiene cada Zepa, una horquilla de palo, ô caña, como de tres cuartas de largo: Esta se entierra lo suficiente â que quede firme, metiendo la horqueta por detrás de la yema delantera de la vara, con cuyo auxilio quedan los razimos lebantados de la tierra, y libres de que se pudran, en los casos de que llueba, ô haya grandes rosiadas, y tambien se livertan de que se quemen en los recalmones del Berano, si tocaren en la tierra; logrando por este medio la ventilacion que tanto conduce â que este fruto baya tomando madures y rasón, sin ver violentado por el fuerte calor, ô humedad del suelo.

Modo de revinar las Viñas

            Entrado el mes de Mayo, se buelve a dar otra labor a las Viñas, que se llama revinar.

            Esta, se haze metiendo la azada en la tierra, que deve estar en la misma rasón de sequedad en la superficie que se dijo para la vina, y mobiendola sin bolver los golpes, antes bien despues de meneada, se le pasa por sima la azada, y se aplana con su espaldar, dejando la superficie mui serrada, llana, y asentada, lograndose con esta operacion, llaman el jugo a dicha superficie, y que se conserve fresco, â pesar de los calores propios de la estasion; como se patentisa, lebantando dos dedos de tierra en qualquier terreno que se ha labrado de este modo: Y aunque generalmente esta es la ultima labor que se dá â las viñas, el cuidadosos viñero suele darle a la suya, dos, ô tres revinar por tenerle acreditado la experiencia, que el polvo que se lebanta con la azada al hazer esta labor, y se le pega â la uba cuando va hinchando, y aun en el tiempo de su madures, les utilisa y adelgasa el pellejo, enternese y engorda sus grana, de modo que partidos estos, apenas se les nota ollejo.

            Es tanto el beneficio que haze â la Uba esta ligera labor, que los individuos y dueños que la venden para comer la tarde antes al dia de cortarla, le dan una revina para encontrarlas con el mayor aumento y sasón.

            Se supone esta maniobra es poco costosa, y que se deve hazer con el fresco de las mañanas, y tardes, pues en las oras del medio dia, en que esta el sol fuerte, y la tierra caldeada, seria mui nocivo moberla, porque en este caso, el polvo en lugar de beneficiar la Uba, la quemaria; razon porque se omite hazer dicha laboren los dias que corre fuerte el viento de Lebante, ô solano, que aquí es mui caluroso.

            Finalmente, el que cuida bien su Viña, procura siempre mantenerla limpia de yerba, que lo consigue con la freqüencia de labores, que todas se reduzen â las explicadas, con mui corta variacion.

            El costo de labrar, con todas las operaciones dichas cada aranzada de viña, será de cuatrocientos y cincuenta reales unas con otras; esto es, las tierras fuertes con las dociles.

            El producto de cada aranzada de esta Viñas, será de ciento y veinte arrovas de mosto, aunque algunas hai de mas, y tal cual suerte que ha solido dar â trescientas @: Y el precio de cada @ de mosto, de doze años â esta parte, ha sido desde ocho hasta catorze reales vellon.

            Viven y duran las viñas en tierras Albarizas bien cuidadas, y pagando bien sus costos, de ochenta â cien años, y menos, guardando proporcion las de Barros y Arenas.

Modo que se observa en esta Ciudad en vendimiar las viñas, pisar la Uba, depositar los mostos, y administrar los vinos

            En el dia nueve de septiembre, se principia aquí â vendimiar las viñas, por graduarse estar ya en perfecta madures sus Ubas, respecto â que desde el veinte y cinco de Julio, se pone la Listán de que hablamos, de un maduro, capás de comerse, y desde este dia, hasta el referido nueve de septiembre, se perfecciona, y gradúa en la ultima disposición para hazer buen Vino.

            El tiempo de la vendimia regularmente aquí haze fresco, y esta operacion, se executa con tanta rapidez, que dura el espasio de veinte dias, sin embargo deven la cosecha de doze mil Botas de â treinta arrobas cada una.

            No se tiene la prolixidad de separar los razimos que suele haver enfermos, ô viciosos, y asi ba su mosto mesclado con el de los buenos.

            Ynmediatamente que la uba se corta, ô con poca retardision, se conduce â los Lagares, donde sin dilacion se pisa en chicas porciones, de suerte que cada una produxe sobre treinta @ de mosto: La operacion del pisado, se executa por uno, ô dos hombres en Lagares de madera, de doce varas cuadradas de superficie: Luego que está pisada, sin separarle los escobajos ô pezones, se reune todo el orujo, y esprime en una prensa que está en medio del mismo lagar: Es costumbre echar a cada tarea de uba de pisa, media arrova poco mas o menos de yezo: El origen de esta practica, se ignora si fue para beneficiar los mostos, ô âcaso por exprimir mas bien los orujos; efecto que seguramente se consigue con el uso del yezo.

            Luego que el mosto ha destilado de los Lagares a las tinas, que lo reciven bien colado y limpio del ollejo, û orujo, se traslada de ellas â basijas de madera de Roble, ô Castaño, de cavida de treinta @ â corta diferencia, dejando â cada una de vasio dos, ô tres @ para que pueda fermentar sin derramarse: Esta fermentasion sencible, y perceptible, dura como diez, û doce dias.
           
            Se hazen dos especies de Vinos, los unos llamados de Color, y los otros blancos. Los primeros, se hazen, echando â cada Basija de treinta @ de mosto, una y media, ô dos, de cosido, û Arrope, cuando empiesan a fermentar: Dicho arrope se haze, echando porcion de mosto â herbir en una Caldera espumandolo, y limpiandolo, hasta que se consume con el herbor, y queda reducido â una cuarta parte: Los Vinos â que se echa este arrope, por maravilla se pierden, rara vez se ahilan, y caso de suceder â alguno, le dura poco esta enfermedad, resisten con mucha valentia todo mal trato y contrariedad de tiempos, y la navegasion, lejos de perjudicarles, les beneficia: Cuanto mas edad tienen, tanto mas espiritu, y sustancia adquieren; pero â pesar de todas estas bentajas, se apresian poco por su mucho costo, y no adular el gusto; y asi lo que se prefieren, y desean perfeccionar, son los blancos.

            Estos, se hazen pisando las Ubas, y recogiendolas en los mismo terminos que queda dicho; se depositan los mostos naturales, sin alguna composición en las basijas referidas, labandolas bien primero, y azufrándolas, y se deja â la naturaleza el cuidado o la fermentasion: Algunos, ô para facilitarla, ô para evitar que de ella salgan perdidos, les suelen echar cierta porcion de Aguardiente; pero de esta practica, resulta el incombeniente de embasteser los vinos, al paso que van teniendo mas edad, haziendose poco gratos â el paladar, y al olfato.

            Esta especie de vinos, es sumamente delicada, y facil de avinagrarse, ô ahilarse, tanto en su fermentasion (que dura el mismo tiempo que en el vino de color) como en el resto de su vida; pero siempre el origen de sus enfermedades, suele probenir de resultas de la fermentasion: todos los que de esta, salen ahilados, ordinariamente se pierden; salvo tal cual basija, que aunque con esta dolencia, está clara y de buena boca.

            Aun los Vinos blancos que de la fermentasion salen claros, sueltos, y sanos, se suelen, por la mayor parte ahilar, en la estacion del Berano proximo, y algunos, aun con el frio; de suerte que hasta tener dos años cumplidos, siempre se les nota varias mutasiones de ahilarse, soltarse, alecharse, pero los que consiguen triunfar de todos estos contratiempos, son en los subsesivo los mas apresiables, por su buen gusto, y fragancia.

            Los pocos Vinos blancos que por su mucha salud, nunca se ahilan, son presto olorosos, y consumibles, objeto â que se encamina la solicitud de esta Real Sociedad, conociendo el gran perjuicio que experimentan los Cosecheros, teniendo almacenados dos años sus Vinos blancos, sin poder usar de ellos, por sus antedichas mutasiones.

            Tanto los Vinos blancos, como los de color, luego que han acabado de fermentar, se trasiegan en limpio en otra basija bien labada, y preparada, separandole las heces, ô lias: A los de color, ha demostrado la experiencia, serles util, y trasegarlos con freqüencia; pero al contrario, los blancos, que se ha observado convenirles mas, mantenerlos quietos, despues separarlos de las lias.

            En este Pais no hai cuebas ô parajes subterraneos, en que poner los Vinos; y sí, Bodegas de mucha extencion, en los bajos de las casas, donde se ponen y sientan las Botas, sobre palos, ô piedras, de modo que queden media vara, ô algo mas, lebantadas del piso, y en disposición de que se puedan trasegar con comodidad.

            Dichas Bodegas tienen, tienen suficientes ventanas para ventilarlas bien, y hai especial cuidado, de que estén mui limpias, y las basijas tapadas. Y de esta forma se manejan los Vinos, y conserban muchos años.


            Sn. Lucar de Barrameda y Julio 12 de 1784.






[1] Expresión francesa que puede traducirse como “dejen hacer, dejen pasar”, refiriéndose a una economía libre de mercado, sin intervencionismos del Estado, sin barreras aduaneras, usada por primera vez por el fisiócrata francés Jacques Claude Marie Vincent de Gournay.
[2] Biblioteca Nacional. Varios topograficos. M.S. Manuscrito 18.262, pp. 139-153.

miércoles, 13 de abril de 2016


NUEVO ENFOQUE DE LA ECONOMÍA URBANA DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA: LOS CUADERNOS GENERALES DE LA RIQUEZA DE MARTÍN DE GARAY (1818).

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Jesús Vegazo Palacios



  1. INTRODUCCIÓN

Este artículo tiene por objeto reflexionar acerca de la reforma fiscal filoliberal del ministro de Hacienda Martín de Garay durante el Sexenio Absolutista (1814-1820) y encontrar algún documento que acredite su aplicación directa en Sanlúcar de Barrameda: los llamados Cuadernos Generales de la riqueza de los Pueblos y los apeos y valuaciones generales, fuentes de origen fiscal, base de la denominada Estadística del Reino.

 Nos centraremos fundamentalmente en la riqueza urbana de dos de los oficios más representativos de Sanlúcar de Barrameda en 1818: fabricantes industriales y criadores de vinos. Aunque se constatan problemas técnicos, humanos y económicos en su confección, el grado de fiabilidad puede considerarse relativamente aceptable. El cuaderno general descubierto en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz responde a una operación puramente cosmética para salir del paso debido a la premura de tiempo, la falta de recursos y a la propia incapacidad de los individuos que conformaban las juntas de partido, encargados de su redacción. No aparece el apeo que hubiera facilitado el acceso a datos sensibles sobre productividad de la tierra, superficies agrarias y  producciones agrícolas.[1] En cambio, se detalla la riqueza industrial y comercial de Sanlúcar de Barrameda (fábricas, molinos, cafés, ventas, posadas, etc) y embarcaciones. Tampoco hay que soslayar el interés desmedido por la ocultación de bienes y utilidades de cualquier especie, pese a la amenaza del Ministerio de Hacienda de pagar cuatro veces la cantidad correspondiente a ingresar en las arcas reales. La responsabilidad de su elaboración recayó en una comisión específica o junta local de contribución en base a las declaraciones de los vecinos, que no aportaban documentación alguna. Tampoco fue revisada por ninguna autoridad superior, a tenor de los acuerdos capitulares. En cualquier caso, constituye un singular instrumento, manifiestamente mejorable, que nos acerca a la compleja realidad socioeconómica de Sanlúcar de Barrameda a comienzos del siglo XIX.




  1. MARTÍN DE GARAY (1771-1822) Y EL MINISTERIO DE HACIENDA

Martín de Garay fue un hacendista que entabló una amistad muy personal con Gaspar Melchor de Jovellanos. Se le atribuye la confección del primer presupuesto del Estado español, pretendiendo la reducción del gasto público y el incremento de ingresos mediante una racionalización tributaria y un aumento de la presión fiscal que gravaría las rentas de la nobleza, del clero y de los altos funcionarios de la Corona ,lo que le granjeó su animadversión.

Fernando VII se vio en la tesitura de afrontar con decisión una profunda reforma fiscal que permitiera el incremento de los ingresos de la Corona. Designó en diciembre de 1816 como ministro de Hacienda al filoliberal Martín de Garay (1771-1822). Su paquete de reformas se articulaba en torno a los siguientes ejes:

·         Derogación de las rentas provinciales ya que pretendía simplificar el complejo sistema fiscal y sustituirlo por la nueva Contribución General del Reino.
·         Reparto entre todas las poblaciones del Reino de dicha contribución, salvo las capitales de provincias y puertos, donde se establecerían derechos de puertas sobre los productos que se introdujeran en su interior.
·         Implantación de un sistema fiscal mixto: coexistencia de una contribución directa sobre la producción agraria y otra indirecta sobre mercancías vendidas en ciudades y puertos.
·         Contribuyentes: personas sin distinción de estamento o condición social, incluido el clero que viviese en las provincias contribuyentes.
·         Corregir las deficiencias técnicas del Censo de Frutos y Manufacturas  de 1784.

La Circular de 12 de septiembre de 1817 aclaraba las quejas sobre las desigualdades en el reparto de la cuota para la contribución. Por ello, la famosa Circular de 18 de febrero de 1818 de la Secretaría de Estado y del Despacho de Hacienda complementó a la anterior, precisando la estructura y los contenidos de la Estadística del Reino, que incluía todos los vecinos de los pueblos y propietarios residentes divididos en haciendas, ganados, oficios, tratos, comercios y utilidades. También quedaban inscritos los eclesiásticos seculares y regulares, y las manos muertas por las tierras, frutos, casas y rentas de cualquier especie que disfrutasen. También los ayuntamientos, por la riqueza territorial de sus bienes y fincas de propios, quedando el producto de los arbitrios, de las tierras comunales y baldías y de todos los bienes del Patrimonio Real exentos de la contribución general.[2]

La etiología de la degradación y desorganización de la Hacienda fernandina y su precaria situación de liquidez serían:

·         Déficit crónico desde el siglo XVIII, agudizado por las guerras durante el reinado de Carlos IV, especialmente, la Guerra de Independencia.
·         Pérdida progresiva de las rentas americanas.
·         Desorden administrativo desde 1814.
·         Descenso de los ingresos tributarios: tomando como base 100% el periodo 1788-1797, el 85.5% para el periodo 1803-1807 y 92.3% para el periodo (1814-1819).
·         Los desequilibrios estructurales en la composición de los ingresos totales de la Hacienda Real: así, para el periodo 1788-1791, el 76.9% procedía de las recaudaciones tributarias; el 11.2% de las remesas de caudales de las Indias y el 11.9% de la creación de Deuda Pública; para el periodo 1793-1797, la proporción era la siguiente: 55.5% / 11.9% / 32.6%; y para el periodo comprendido entre 1803 y 1806, la distribución de la composición fue: 50.4% / 13.7% / 35.9%, lo que demostraba que la emisión constante de Deuda Pública cubría la expansión del gasto. Finalmente para el periodo 1814-1819 el 95.5% de los ingresos totales del Estado provenían de las recaudaciones tributarias con la casi desaparición de las remesas de caudales americanos y una profunda crisis del crédito público.[3]

Las causas del fracaso de la reforma de Martín de Garay fueron:

·         Posible subida de los impuestos, con fuerte oposición de los campesinos.
·         Amenaza a los privilegios fiscales de nobleza y clero.

El 14 de setiembre de 1818, Martín de Garay será exonerado por Fernando VII, siendo sustituido por el Director de Renta, José de Imaz. No obstante, la Contribución General  estuvo vigente hasta junio de 1821, fecha en la que fue definitivamente derogada.





3. EL FRACASO DEL APEO Y VALUACIÓN GENERAL DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA. SUS VICISITUDES


El llamado Apeo y valuación general de capital y productos específicos de todas las tierras, edificios y propiedades realizados entre 1818 y 1820 a instancia del Ministerio de Hacienda representa una de las herramientas catastrales menos conocidas y que en Sanlúcar de Barrameda, a tenor de los datos, no se hizo. Registro de todas las propiedades y bienes individuales que sirvió de base para la cuantificación de las rentas netas sobre las que se iban a distribuir las cargas fiscales. Este nuevo sistema tributario de marcado cariz liberal se  pondrá en marcha bajo el ministerio de Martín de Garay, a raíz de la publicación del Real Decreto de 30 de mayo de 1817 en donde figura, por primera vez, la denominada Contribución General del Reino.

            Los continuos requerimientos de instancias superiores exigiendo al ayuntamiento sanluqueño la finalización de las valoraciones de la riqueza de capitales y producciones ponían de relieve las permanentes fricciones entre instituciones.

            Las disposiciones del Real Decreto de 30 de mayo de 1817 sobre la Contribución General del Reino fueron abordadas en pleno del cabildo el 26 de junio de ese año. La comisión de contribuciones fue el organismo responsable de la formación del padrón general con el fin de llevar a efecto el repartimiento y su cobranza.[4] Para dar cumplimiento a sus instrucciones, los munícipes acordaron reglamentar sueldos, salarios, gastos y permisos, con cargo a los fondos de Tesorería.[5]  El síndico Antonio Mateos fue nombrado vocal de la junta de contribución encargada de la redacción del padrón que había de servir de base para la distribución de la contribución general. El secretario de Estado y del Despacho Universal de Hacienda remitió al cabildo sanluqueño comunicación fechada el 3 de septiembre de 1817 relativa a la obligatoriedad de redactar la contribución a repartir entre todas las provincias contribuyentes y pueblos del Reino. A finales de mes, la junta cesó en sus funciones ya que había “evacuado el Padron y repartimiento hecho por los peritos nombrados, concluidos las reclamas y agravios de algunos Yndividuos […]”.[6] Era el momento de poner en marcha la recaudación de la contribución, ocupando al personal necesario para el pronto despacho de las papeletas, cuya distribución se comunicaría a los afectados mediante la fijación de edictos.

            No tendremos más noticias hasta el 9 de abril de 1818,[7] fecha en la que el capitán general intendente de la provincia dio orden para que se procediese, de manera inmediata, al apeo y valuación general del capital y productos específicos de todas las tierras, edificios y propiedades de Sanlúcar, dando principio a esta operación sin la menor demora. Tras la confusión inicial por no saberse qué organismos debían comenzar las operaciones catastrales si el ayuntamiento o la junta de partido, el consistorio desconocía de qué fondos disponía la Tesorería para pagar los trabajos indispensables hasta la conclusión de la referida empresa. El cabildo dispuso que existiese por lo menos un contador de contribuciones, con sueldo de 25 reales diarios, auxiliado por dos escribientes que percibirían a razón de 12 reales cada uno. El cargo de contador fue asignado a Manuel María Rodríguez, “sugeto de provada inteligencia”, mientras que Antonio Fajardo Saborido y Antonio López resultaron elegidos en el cargo de amanueses, “todos dignos y acreedores de esta corporacion”.  Días más tarde, de nuevo el capitán general recordaba a los capitulares que la confección del apeo y valuación general era de obligado cumplimiento y que su retraso podría ocasionar un enorme daño al Reino. El 8 de agosto, en cabildo urgente, se decidió comenzar con las operaciones para la elaboración del famoso apeo y valuación general, deseando “llevar a efecto con la ecxactitud que tiene tan acreditada”. Pretendían conciliar prontitud con acierto por lo que nombraron a  determinadas personas para que, auxiliados por vecinos, evacuasen los preceptivos informes. Se dividieron en secciones o comisiones, señalándoles los ramos de los que serían responsables:

  • Diego José Núñez, Juan Bautista Angioletti y Antonio Mateos quedarían encargados del apeo y valuación de las viñas, arboledas y manchones.
  • Francisco Jiménez, José Fernández Pina y Manuel Pimentel, responsables del de tierras de labor, crianza de ganados y pinares.
  • José María Domínguez, Agustín Chesca y Manuel Batista, navazos y huertas.
  • Eustaquio Vicente Moro, Pedro Marcial García y Dámaso Aleson, edificios y propiedades.

De haberse redactado, la escasez de medios materiales, de personas con mayor preparación profesional, las dificultades de la administración central para hacer cumplir las normas y la falta de una voluntad política inequívoca de disponer de una solvente herramienta estadística del mundo rural, hicieron posible ocultaciones de patrimonio y la infravaloración de bienes de muchos propietarios. Estos responsables, encargados de las comisiones, controlaban el poder municipal y curiosamente eran dueños de grandes haciendas. Era lógico pensar que era parte interesada en ocultar la riqueza de Sanlúcar dado el sistema de cupos, por el cual la Hacienda Real fijaba la cantidad global a recaudar en una provincia y después se repartía entre los pueblos que la integraban en función de su riqueza productiva. Así, cuanto menor fuera el valor de su producto líquido, menor sería la cantidad a contribuir. El cupo asignado a cada municipio era distribuido de manera proporcional entre los vecinos sanluqueños, según su riqueza.

En sesión plenaria del 29 de noviembre de 1818 se debatió el áspero y prescriptivo oficio del capitán general, en el que apremiaba a los encargados del apeo y valuación general de los ramos de riqueza de Sanlúcar de Barrameda, dándoles 8 días para que presentasen sus trabajos, con la advertencia de que si no cumplían “serán responsables a lo que resuelva la Superioridad”[8].

El 1 de abril de 1819[9] volvía a suscitarse el asunto al leerse un oficio fechado el 30 de marzo de la Junta Repartidora,[10] organismo que exigía al consistorio sanluqueño saber el estado en que se encontraba el apeo y la valuación general de la riqueza. Llegado a este punto, estalló un excitado intercambio de reproches entre los regidores. Al finalizar la sesión, informaron a la Junta de quedar enterados pero comunicaron que, a tenor del dictamen de los peritos, las operaciones de valuación y apeo entrañaban enormes dificultades técnicas. Concluyendo: […] pero viendo que dicha Corporacion a pesar de su constantes esfuerzos y buenos deseos no le ha sido posible realizar la empresa; y que en el seno del Ayuntamiento no se encuentra ningun individuo a quien cometerla, se ve en la dura necesidad de hacer esta sencilla manifestación propia del candor, ingenuidad y buena fe que le caracteriza asegurando  a la Junta de Partido  que por su parte contribuirá al buen éxito  de los trabajos, facilitando a la Comision los antecedentes y operaciones ejecutadas hasta ahora como todos los demas conocimientos que esten a sus alcances y sean utiles[…]”.[11]

            Cabe plantear dos hipótesis de trabajo sobre el apeo y la valuación general de la riqueza de Sanlúcar de Barrameda: la primera, que se hubiera entregado en tiempo y forma pero que se encontrara en paradero desconocido (destrucción o extravío); y la segunda, a la cual nos aferramos por indicios lógicos y racionales, que jamás llegara a concluirse pese a la buena voluntad del consistorio sanluqueño. Nos basamos en el estudio del profesor Miguel Ángel Gutiérrez Bringas[12] quien, en su búsqueda de estas fuentes fiscales, no ha llegado a localizar el apeo de Sanlúcar en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz pero sí los cuadernos generales.


  1. HOMINES POTENTES DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA, SEGÚN LOS CUADERNOS GENERALES (1818): CRIADORES DE VINOS Y FABRICANTES


Los industriales y los criadores de vinos que estudiaremos a continuación estaban a un paso de convertirse en esa burguesía liberal de mediados del siglo XIX, propietaria de los medios de producción y protagonista de ciertos cambios técnicos y económicos. Asistimos al progresivo desmantelamiento de unidades económicas de producción fabriles con la consabida desindustrialización en beneficio de la agroindustria vinatera, cuyas ventajas absolutas y comparativas eran más que cuestionables. Las ganancias obtenidas del comercio americano no fueron redistribuidas en iniciativas industriales. Muy al contrario, los cargadores a Indias y las viejas oligarquías fomentaron flujos de exportación agraria de productos como vinos, vinagres y aguardientes que, si bien desarrollaron un marco industrial de transformación agroalimentaria, dejaron de lado subsectores con mayor capacidad de arrastre económico, con más posibilidades de creación de empleo, de renovación tecnológica y de cambio social como eran el textil y el siderúrgico. En 1836 se había suprimido el oficio de perito industrial en Sanlúcar por no haberla en esta Ciudad y en 1847 la Dirección General de Rentas concluía que la agricultura absorbía los escasos capitales, restándolos de la industria fabril. El sistema de soleras y criaderas como método de crianza biológica (levaduras del velo de flor), cuya primera referencia documental parece que databa del año 1801 en Sanlúcar de Barrameda de manos de Agustín Fernández, había sido una de esas transformaciones que logró el envejecimiento del mosto y de los vinos blancos en bodegas familiares de origen y no de destino. Precisaba tiempo y dedicación. Las ventajas absolutas en horas de trabajo (costos de oportunidad) para la elaboración de estos vinos debieron ser muy inferiores a la tecnología de las hilaturas mecánicas del algodón, tradición que se remontaba a la década de los 80 del siglo XVIII[13] en el marco del domestic system. Todo cambiaría con la aceleración de los procesos de mecanización. Resultaba menos costoso hilar un huso de algodón en las máquinas de Manuel Vázquez de Alborné que comprarlo en las fábricas textiles de El Puerto de Santa María. Por su parte, ensolerar una bota de 30 arrobas de vino blanco o de color exigía múltiples operaciones (estrujado y prensa para obtener el mosto, trasiega, cabeceo…) y un tiempo de tres años de manipulaciones para estar formados. Por tanto, tenía unos costos internos de producción mayores que los de Jerez de la Frontera y El Puerto de Santa María, ciudades especializadas en la exportación y con bodegas de mayores dimensiones espaciales. Las ventajas comparativas de la industria de hilados eran evidentes y su rentabilidad indiscutible: a los consumidores les hubieran costado más barato comprar hilados de algodón que adquirirlo del exterior, situación más favorable si  hubieran fructificado los ensayos en las arenas y suelos de barros para la plantación de algodón o en terrenos areniscos para el cultivo del lino a principios de siglo XIX, como sugirieron acertadamente los patrióticos de la Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar. La proximidad de la materia prima habría reducido los costes de transportes desplazando al algodón americano (cubano), habría aumentado la eficiencia y competitividad gracias a la tecnología y, por tanto, hubiera bajado su precio. Incluso podría haberse integrado en los procesos de producción del telar mecánico la tecnología del vapor, conocida en Sanlúcar desde julio de 1817 de manera indirecta gracias al primer barco de vapor de España Real Fernando.[14] Entre 1800 y 1808 funcionaban 61 máquinas de hilar con 3.536 husos, con producción diaria de igual número de onzas de hilaza. Tres máquinas de cardar en copos y una de cardar a la inglesa, compuesta de once cilindros, capaz de cardar cada día entre 30 y 40 libras de material y que, manejada por un operario, hacía el trabajo de ocho o nueve, reduciendo los costes de producción y las horas de trabajo que determinaba el valor del bien (ventajas absolutas). Parte de esa producción iba destinada al mercado interior que demandaba este tipo de hilados (industria textil de Sevilla) y otra al mercado colonial americano y Filipinas. Los fabricantes textiles sanluqueños como Juan Manuel Romero o el presbítero Simón de Plá y Mensa[15] eran admirados en toda España por sus modernas técnicas de producción con máquinas para despepitar, cardar e hilar el algodón (mule-jenny), a la misma altura que los catalanes, y fueron incluso imitados por los afamados algodoneros de Motril. En 1818 funcionaban cinco fábricas de hilados, siendo la más importante la de Esteban Bozano. En todo caso, el contrabando británico de tejidos estampados de algodón por Gibraltar, la emancipación de las colonias americanas, el excesivo proteccionismo estatal de las fábricas de indianas catalanas y el mal estado de conservación de las carreteras o arrecifes que llevaban a Jerez o a El Puerto de Santa María a principios del siglo XIX fueron factores de desestabilización y de ruina de nuestras fábricas de hilados. Competencia y subida de los precios de las hilaturas desencadenaron una profunda crisis del subsector desde 1826 y la posterior desaparición de la hilatura sanluqueña[16] entre 1830 y 1831. La solución radicaba en el abaratamiento de los precios de venta, el aumento de los volúmenes de producción, la incorporación de la tecnología del vapor (telar mecánico), la penetración del hilado en los mercados coloniales de Cuba, Puerto Rico y Filipinas y la modernización de las infraestructuras críticas.

 La bodega sanluqueña de 1818 apenas se parecía al modelo de organización empresarial de las casas exportadoras de Jerez de la Frontera o de El Puerto de Santa María, que integraban verticalmente todo el proceso productivo: propietaria de viñedos para no depender de los cosecheros con el autoabastecimiento parcial de mostos, criadores de vinos al gusto de los consumidores finales (británicos) y exportadores o extractores, estableciendo canales de distribución y comercialización mediante agencias de venta en los mercados de destino.[17] Por el contrario, la bodega sanluqueña fue proveedora de mostos, vinos blancos y vinos de color con destino a las grandes bodegas jerezanas y portuenses. Anotamos un caso meridianamente claro que puede aproximarse a ese modelo de integración vertical: El del  propietario de viñedos, criador de vinos, fabricante de toneles y extractor Joaquín de Marcos Manzanares. Tenemos dudas razonables de que las ventajas absolutas y comparativas de esta incipiente agroindustria vinatera sanluqueña, en relación con las industrias del hilado y textil, fueran las más favorables para la inversión de capital. Ya se alertaba sobre esta cuestión en 1834 cuando el regidor Carlos Hernández aludía a una regular cosecha de vinos y, por lo tanto, no podía compararse con El Puerto de Santa María. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. La nueva burguesía bodeguera sanluqueña vio en los viñedos y en las bodegas una inversión de mayor certidumbre y seguridad, en detrimento de otras actividades industriales. Es probable que tuviera lugar un crecimiento de la demanda de los factores de producción que intervenían en el proceso de elaboración de los caldos sanluqueños (dependencia de la demanda jerezana y portuense de mosto y de vinos de distintas edades al calor del mercado británico, surgimiento de un gran número de almacenistas,  incremento de la producción de aguardientes para los encabezados y de huevos para la clarificación de los vinos, compra de utilería para bodegas y lagares, vasijas, alquitaras, alambiques y toneles,[18] edificación de bodegas más amplias o bodegas catedrales, etc). Lo que no queda nada claro y pendiente de investigación es cómo se reinvirtieron estas ganancias (destino final) o si dinamizaron otros subsectores productivos de Sanlúcar de Barrameda a lo largo del siglo XIX. Noticias publicadas en la prensa escrita en 1900 confirman nuestras sospechas de que la capacidad de expansión de la agroindustria vinatera sanluqueña era muy limitada. Una crisis del subsector agudizada por enfrentamientos constantes entre almacenistas y cosecheros sanluqueños que habían fortalecido la posición estratégica de los bodegueros de Jerez. Compraban el mosto sanluqueño muy barato pero no los vendían más caro en caso de necesidad.[19]

También la nueva agroindustria vinatera se resintió con la pérdida de su gran mercado americano, especialmente, el del virreinato de Nueva España (puerto de Veracruz por donde entraba el grueso de las exportaciones de vinos blancos y añejos de Sanlúcar) y el de Nueva Granada (Cartagena de Indias). Recordemos que el precio de 30 de arrobas de mosto se desplomó a partir de 1825, pasando de 67 a 35 ducados en 1827, con tasa de decrecimiento del 47.76 %, casi la mitad de su valor, llevando a la quiebra a muchos pequeños y medianos cosecheros. Hubo una repatriación de capitales de indianos entre 1820-1830, medios financieros suplementarios que se destinaron a comprar almacenados y viñas. Había que definir un modelo productivo, alternativo o complementario a la agroindustria vinatera. La modernización económica de Sanlúcar debió descansar en el despliegue de los procesos de otra industrialización que la vinatería frenó. Pudo haberse desarrollado la tecnología del vapor o la industria siderúrgica a raíz del descubrimiento, por parte de una sociedad mercantil sanluqueña, en 1856 de un filón de carbón mineral[20] en las costas de Doñana, de fácil extracción o de la localización de un yacimiento de cinabrio con sulfuro de mercurio en 1844. Por no hablar del ferrocarril de Marcelino Calero Portocarrero de 1830. Los capitales del comercio americano encontraron una salida en la agroindustria vinatera, campo de inversión que garantizaba una rentabilidad razonable a corto plazo, pero la nueva burguesía liberal despreció el capitalismo moderno. Las únicas empresas vinateras sanluqueñas o bodegueros con relativa proyección internacional fueron: a principios de siglo XIX, la Compañía de Comercio de Francisco Gutiérrez Agüera con limitadas exportaciones de vino manzanilla a Hamburgo, La Habana, a Londres ,[21] Hull, Montevideo o México;  a partir de 1830, Benigno Barbadillo Ortigüela, propietaria de 5.125 arrobas de vino blanco y 2.916 arrobas de vino de color, con exportaciones a varios países europeos y a América; y la Compañía “Colom e Hijos”, propietaria de las famosas bodegas del callejón del Truco además de muchos bienes inmuebles, la sociedad mercantil más dinámica de la ciudad sin lugar a dudas. No han aparecido bodegueros sanluqueños en las listas de exportaciones de vinos publicadas en la prensa escrita de mediados del siglo XIX, lo que demuestra su limitada capacidad extractora. Jerez y El Puerto de Santa María capitalizaron los procesos de acumulación de capital que culminaron con la constitución del Banco de Jerez en 1860 gracias a la Carrera de Londres y al expansivo mercado británico. Si el capitalismo hubiera enraizado en Sanlúcar, habrían sido fundadas entidades financieras y cajas de ahorros propias, depósitos financieros derivados de la referida acumulación de capitales. El proyecto de formalización de una Caja de Ahorros y Monte de Piedad a iniciativa de José Gabarrón y Juan Nepomuceno Colom en septiembre de 1850 podría sido el primer eslabón del capitalismo industrial y financiero pero fracasó. Hubo otros intentos fallidos pero con capital foráneo como la malograda Caja Agrícola de Sanlúcar de Barrameda bajo la razón social de Abela y Compañía, fundada el 24 de septiembre de 1862 por una sociedad comandita de comercio constituida por el financiero gaditano Cristóbal Abela, la Compañía Gaditana de Crédito y la empresa portuense Guilloto Cuesta y Compañía. Sobrevivió dos años.





      4.1. LOS FABRICANTES O INDUSTRIALES


       Los cuadernos generales correspondientes a los padrones de la actividad industrial de 1818 dibujan un escenario económico sesgado, cuya fiabilidad puede considerarse aceptable si nos atenemos a los estudios fiscales de épocas anteriores y posteriores. Hemos detectado algunos errores, intencionados o no, en el cálculo de la riqueza productiva por debajo del valor real con el fin de tributar menos. Quizá la información más completa sea la concerniente a las fábricas de hilados, todas dedicadas a tejidos de algodón y las de jabón, con identificación de los propietarios, localización de las fábricas en la trama urbana sanluqueña, maquinaria y, en ocasiones, producción. Otras son las fábricas de fideos, de almidón, de botones, de jerga, de peines, de cal, de yeso, de alfarería, de tonelería, de aguardiente y de cera, donde los cuadernos simplemente contienen datos muy básicos: titularidad, ubicación e identificación del maestro. Rasgo común de todas ellas es la pervivencia de una organización gremial con personalidad jurídica dentro del marco de Sexenio Absolutista:

     
·         Fábricas de hilados: Refiere información más completa. Sobresale Esteban Bozano, el más renombrado fabricante de hilados y tejidos de algodón de Sanlúcar de Barrameda, con domicilio en calle Mesón del Duque, número 308 de gobierno (22/10/1804). Estaba casado con María Josefa del Villar. Reconoció haber contraído una deuda con la Junta Económica de Gobierno del Real Tribunal del Consulado Marítimo y Terrestre de Sanlúcar de Barrameda y su provincia por importe de 10.000 reales de vellón, que le había facilitado para la compra de un juego de cardas que estaba a la venta en El Puerto de Santa María, a satisfacer en el plazo de dos años. Este crédito quedó asegurado con la hipoteca sobre tres máquinas para hilar algodón que poseía Bozano en su fábrica, una para cardar y otra para resengrosar, ambas inglesas (10/06/1807). Como consecuencia de la ocupación francesa, no pudo devolver el préstamo a la Tesorería del Consulado, ni afrontar el pago obligatorio de 300 reales al mes. Agobiado por esta deuda, acudió en su ayuda, como fiadora capitalista, María Almengual, viuda del comerciante Manuel Pulecio. Disponía de 16 máquinas inglesas y 10 operarias que se encargaban de la manipulación de otras 10 máquinas. Producía mahones asargados o tela fuerte de algodón de diversos colores, cotonias o tela blanca de algodón labrada de cordoncillo y mantelería. Ignoramos su producción anual. Propietario industrial y maestro, tuvo las máquinas en funcionamiento durante cinco meses al año. Del industrial Felipe Álvarez casi nada sabemos. Su fábrica de hilados de algodón estaba radicada en su domicilio habitual, carril de San Diego y había emplazadas tres máquinas que estuvieron funcionando durante seis meses, empleando a seis operarias. Imaginamos que se trataban de maquinaria importada de Gran Bretaña y la producción de tejidos de algodón sería bastante limitada por el bajo número de máquinas y personal. Lo mismo le ocurre al industrial Salvador Cala, con sus cuatro máquinas en su fábrica de de la  Puerta de Jerez, manipuladas por cuatro operarias. Compaginaba esta actividad industrial con su tienda de mercader donde vendía paños, lienzos, quincalla y otros géneros del Reino y del extranjero, valorados en 6.000 reales vellón. El fabricante José de Rojas se encuentra en una situación peor, con solo dos máquinas y dos operarias en calle La Compañía. Finalmente, el polifacético comerciante José Antonio de la Paz parece que detuvo la producción en 1817 ya que, aunque tenía instaladas seis máquinas de hilar en calle del Baño, carecía de plantilla de operarios y maestros. Estaba más interesado en los almacenados de vinos y en los préstamos. Prestamista en metálico y en especie (trigo candeal, habas y arrobas de vino), estuvo casado con Josefa Zabalza. Propietario de unas casas principales, que eran las de su morada, en calle Convento de San Agustín, que antes llamaban de Don Román, señalada con el número 42 de gobierno. Entregó a Francisco García de la Mata 180 arrobas de vino blanco, a razón de 40 reales cada una, por importe global de 7.200 reales, al tipo de interés nominal del 3% (1/09/1807). Como criador de caldos, depositaba en sus botas 1.678 arrobas de vino añejo, por 1.435 arrobas de vino nuevo, valoradas en 110.170 reales vellón. Fue propietario de varios inmuebles:  casa en calle Ancha de los Mesones, esquina a la calle Cruces, sin número; dos casas en calle Muleros, número 329;  casa con planta baja y alta en calle de El Baño, haciendo esquina a la Cuesta de Almonte, número 79; cuatro aranzadas, treinta estadales de viña y navazo en callejón del castillo de El Salvador hacia el monasterio de San Jerónimo, en pago Barrameda; casa con planta baja y alta en la plazuela de la Fuente Vieja, haciendo esquina con la calle Ganado;  casa con planta baja y alta en calle Ancha, sin número; dos casas arruinadas en calle Muleros, esquina calle Bolsa, número 69; tres partes indivisas de una casa-horno, con todos sus efectos en el barrio de los Gallegos, calle de la Sargenta. Fue arrendador de la renta diezmal del vino, segunda parte del pago de las Fuentes y dueño de un almacén de aceite[22] valorado en 8.000 reales. Desaparecen del panorama industrial sanluqueño Alejandro García, quien estableció en diciembre de 1784 una fábrica de jergas finas y bastas, especializada en cardar, hilar y tejer. Y especialmente, Manuel Vázquez de Alborné, inventor de la primera máquina de hilar algodón de 100 husos, que generaba un trabajo equivalente a 75 manos. Más tarde, aumentó a 170 husos, diseñando otra máquina de 40 husos para hilar sentada en cualquier casa particular. Parece ser que en el año 1800 Vázquez intentó ampliar su fábrica con la compra de una casa colindante a ella. Pensaba instalar un taller y una escuela pública para la enseñanza de las labores de hilados pero fue vendida a comerciantes malteses para abrir un café.[23] En 1833, solo quedaban operativas dos fábricas de hilados de algodón con máquinas.

·         Fábricas de jabón: Atendiendo a los cuadernos, quedaron inscritas dos fábricas destinadas a la producción de jabón. La Almona de Mazacote, propiedad del duque de Medinaceli, en Cuesta de Capuchinos, barrio de la Balsa, número 140, en la que habían instaladas calderas pero desconocemos las arrobas elaboradas de jabón blando y duro. Aunque en 1787 estaban funcionando a pleno rendimiento seis calderas con 17 operarios y una producción de 6.750 quintales al año de jabón blando, la máxima de Andalucía. A tenor del estudio fiscal del año 1833, seguían funcionando cuatro calderas de primera clase de 700 a 800 arrobas de cabida, dos de segunda clase, con sus utensilios, tres pozos con sus aljibes, almacenes con 178 tinajas, bodegas y oficinas. Compuesta de dos cuerpos, tenía una superficie de 5.185 metros cuadrados, 316 milímetros. La fábrica de Esteban Bozano en calle Mesón del Duque elaboraba unas 30 arrobas de jabón. Tenía instaladas algunas calderas  pero desconocemos su  cabida. Entre 1817 y 1833, cesó su actividad industrial. Trabajaba en solitario, ejerciendo el cargo de maestro y sin la ayuda de otros operarios.

·         Fábricas de fideos: Todas centralizadas en la calle Regina. Fueron los fideeros genoveses los primeros en traer a Cádiz y a todo su hinterland la costumbre de fabricar fideos con masa de trigo,[24] abriendo el consumo de la pasta. La primera de ellas pertenecía al eclesiástico Francisco García de la Mata. Contrató como maestro y oficial a Bartolomé Pereda. Dueño de almacén de comestibles con géneros nacionales y extranjeros por valor de 25.000 reales. Pagó al escribano Baltasar Francisco Rizo 12.000 reales por una casa en calle Colegio de la Trinidad. Figuraba como propietario de un almacén de aceite tasado en 8.000 reales. El industrial Antonio Otero tenía como maestro fabricante a Mateo García de la Mata mientras que el tercer fabricante de fideos era Francisco Moreno, cuyo maestro y director de la empresa, Esteban, el Genovés,  trabajaba seis meses al año, no existiendo oficial. Consumían trigo duro, compitiendo con las pastas de Malta y Génova. Producían fideos finos y estrellados, fundamentalmente. Sus precios en el mercado sanluqueño oscilaban entre los 34 reales de  octubre de 1799 y los 38 reales de junio de 1798. En 1803 habían operativas dos fábricas de fideos.

·         Fábricas de almidón: Complementarias a las fábricas de fideos y pastas. Quedaron registradas tres fábricas. Una a nombre de Viuda de José Melero, en calle Manuel Díaz, ejerciendo ella de maestra y directora de la empresa, sin contra con oficiales. Otra fábrica propiedad de José Cerroti en calle Rubiños, siendo él mismo maestro auxiliado por dos oficiales. Pequeño criador de vinos, tenía depositados en su bodega 754 arrobas de vino nuevo, por valor de 22.620 reales. Además era dueño de un almacén de comestibles del Reino y del extranjero tasado en 12.000 reales. La tercera industria estaba a nombre de Josefa Rodríguez, que operaba en calle Sargenta y trabajaba como maestra, sin contratar oficiales del ramo. Cuatro fábricas de almidón y polvos fueron registradas en 1803.[25]

·         Fábricas de botones de metal: Elemento vinculado a la indumentaria. Con la Revolución Industrial de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, se impulsa la industria del botón metálico, permitiendo su producción en grandes cantidades. Pero en el caso de Sanlúcar, la única fábrica debió ser de pequeñas dimensiones y limitada producción. Aparecía a nombre de Gaspar Pérez, en calle Carmen Viejo, desempeñando la categoría de maestro, auxiliado por un oficial. El único dato que conservamos del precio de los botones en Sanlúcar se remonta a diciembre de 1798, cuya docena se vendía entre 2 y 3 reales.

·         Fábrica de jerga: Asociada a la industria textil de telares y lienzos, aparece una industria domiciliaria propiedad de Ignacio Sierra, en calle Cuesta de Almonte. Dueño y maestro, había instalado un telar en el que trabajaba por sí solo.

·         Fábrica de peines: De tradición francesa. Propiedad del maestro José Álvarez, en calle Amargura, contaba con un oficial. Fabricaba peines con carey, hueso o asta. El informe fiscal de 1833 no registra ningún industrial especializado en el diseño y elaboración de peines.

·         Fábrica de yeso: Utilizado para la ornamentación y la construcción. En calle Bolsa existía abierta una empresa a nombre de Fernando Barragán, donde era director en la que trabajaba un maestro. Disponía de un horno. En los informes de 1833 y 1839 no quedaron reflejados este tipo de fábricas aunque se constataba la pervivencia en el año 1803 de un horno de yeso.[26]

·         Fábricas de alfarería: Quedaron inscritas seis fábricas. Fernando Falcón era dueño de una fábrica en calle Mesón del Duque, dirigida por él mismo como maestro y ocupando a un oficial. Nicolás Garavito tenía la fábrica en la calle Lazareno, sin operarios ni oficiales. Juan Hidalgo la tenía en la calle de los Fevares (sic), en la que hacía de maestro bajo cuyas directrices estaba un oficial. Francisco de Dios era un fabricante alfarero que tenía abierto su negocio frente al cementerio de San Antón, desempeñando el oficio de maestro y contratando a un oficial. El industrial artesanal José Pozo era propietario de una fábrica en calle Castañeda y tenía como maestra a María Girales. Contrató por el plazo de cuatro meses a un oficial. Y Francisco Maldonado figuraba como titular de otra fábrica de alfarería en calle Rubiños, cerrada y sin trabajadores. El informe fiscal de 1833 no refiere fábrica alguna de alfarería.

·         Fábricas de tonelería: El industrial y maestro Antonio Esper tenía abierta su industria artesanal en calle Regina donde trabajaban tres oficiales y número indeterminado de aprendices. Ignacio Viejo fabricaba diferentes modelos de toneles en Carril de San Diego, desempeñando el oficio de maestro de quien dependía un oficial. El maestro tonelero y regidor José Zarazaga tenía su negocio con puerta abierta a calle de la Plata, con un oficial a su cargo. Sebastián Gutiérrez del Olmo era maestro y dueño de una fábrica en calle Bolsa, ocupando a un oficial. José Viejo tenía otra fábrica en calle Mar, ejerciendo el oficio de maestro, con un oficial a su cargo. Antonio Montaño, capitalista y director de fábrica de toneles en calle Barrameda, dando empleo a un oficial.  Fernando Gutiérrez del Olmo como maestro artesano tenía fábrica abierta en calle de la Plata, con un oficial. Pablo Reguera era propietario de una pequeña fábrica en calle San Miguel donde trabajaba solo. Antonio Álvarez, fue titular de industria doméstica dedicada a la producción de pipas y toneles en Pozo Amarguillo, con un solo oficial. Antonio Ruiz fabricaba sus toneles en calle de la Compañía, donde ejercía de maestro, contratando a un oficial. En 1833 fueron doce las fábricas de tonelería que debían tributar a la Real Hacienda con lo que existen coincidencias.

·         Fábrica de Aguardiente: El comerciante José Gutiérrez de Agüera quedaba inscrito como dueño de una fábrica de aguardientes y licores sita en Plaza de la Victoria, dirigida por el maestro destilador Juan Falcón, sin ocupar en ella ningún otro operario. En 1833 existían tres fábricas de licores al igual que en 1803.

·         Fábricas de cera: El maestro cerero Pedro Pascasio Sánchez tenía la fábrica en calle Ancha donde trabajaba un oficial. Agustín Vera era titular de otra en calle Santo Domingo, con un oficial.



4.2.           LOS CRIADORES DE VINOS

La Comisión Central había formado el denominado padrón quinto, prevenido por la Junta de Provincia en la Orden de 18 de agosto de 1818, donde se incluían todos los criadores de vino de Sanlúcar de Barrameda. Ordenados alfabéticamente, fijaba el total del valor de los almacenados de vinos añejos y de vinos nuevos, a razón de 40 reales/arroba para los primeros y de 30 reales/arroba para los segundos. Esta clasificación peca de una cierta ambigüedad conceptual. No sabemos si la primera categoría está englobando al vino superior o al vino superior más bajo. En todo caso, el vino superior se vendía, según datos de mercado del 10 de mayo de 1817, a  120 reales/arroba mientras que el vino superior más bajo a 80 reales/arroba, muy lejos de los 40 reales/arroba que los tasadores establecieron para aplicar la tributación. En cuanto a la segunda categoría, ignoramos por indefinición si el vino nuevo alude al vino con solo un año de envejecimiento o al vino nuevo del año para cuyo caso se vendían, el primero, a 46.67 reales/arroba el 12 de junio de 1818 y a 56 reales/arroba el 12 de noviembre de 1819; y el segundo, a 33.34 reales en junio de 1818. Comprobamos cómo el precio no estaba en sintonía con las tendencias expansionistas del mercado del vino, con lo que sospechamos que hubo una ocultación del valor real.[27]

CUADRO  1. RANKING DE LOS DIEZ MAYORES CRIADORES DE VINOS POR SU VALOR TOTAL. SANLÚCAR DE BARRAMEDA. 1818





VINO AÑEJO
(ARROBAS)

%
VINO AÑEJO

VINO JOVEN
(ARROBAS)

%
VINO JOVEN

TASACIÓN (REALES)

%
VALOR
TOTAL
DE AMBOS TIPOS DE VINOS


JOAQUÍN DE MARCOS Y MANZANARES


25.538

7.45

0

0

1.021.520

5.82


“SEÑORES COLOM E HIJOS”


21.261

6.21

2.445

1.92

923.790

5.26

TESTAMENTARÍA DE ANDRÉS DE LA PIEDRA


21.440

6.25

0

0

857.600

4.89

TOMÁS GALARZA


12.260

3.57

6.117

4.79

673.910

3.84

RAMÓN TRAPERO


14.382

4.19

0

0

572.280

3.26

MIGUEL ENRÍQUEZ SÁNCHEZ


13.116

3.82

0

0

524.640

2.99

JOSÉ GUTIÉRREZ AGÜERA


10.534

3.07

2.826

2.21

506.140

2.88

ANTONIO BEYRAS


10.240

2.98

1.300

1.01

448.600

2.55

JOSÉ DE LA ROSA[28]


9.238

2.69

1.896

1.48

426.400

2.43

MANUEL GARCÍA FERNÁNDEZ


8.946

2.61

1.400

1.09

399.840

2.28
Elaboración propia. 2016.





CUADRO 2. RANKING DE LOS DIEZ MAYORES CRIADORES DE VINOS NUEVOS. SANLÚCAR DE BARRAMEDA. 1818.



ARROBAS


TASACIÓN (REALES)

% PRODUCCIÓN TOTAL VINOS NUEVOS


TOMÁS GALARZA


6.117

183.510

4.78

ANTONIO OTAOLAURRUCHI


3.671

110.130

2.87

CARLOS OTAOLAURRUCHI[29]


3.357

100.710

2.62

JOSÉ NICOLÁS MONTAÑO


3.294

98.820

2.57

JOSÉ MANUEL CABRERA


3.245

97.350

2.54

ALONSO BARBUDO


3.184

95.520

2.49

ANTONIO PÉREZ GIL


3.144

94.320

2.46

JOSÉ AGÜERA


2.826

84.780

2.21

MANUEL PIMENTEL


2.418

72.540

1.89

SIMÓN ANTONIO PASTRANA


2.400

72.000

1.87
Elaboración propia. 2016.


           
Quedaron inscritos en el padrón 185 criadores laicos frente a 5 eclesiásticos (de entre ellos, el más importante fue el presbítero Antonio Pérez Gil, que almacenaba 5.904 arrobas de vino añejo por 3.144 arrobas de vino nuevo, valoradas en 330.480 reales). Este dato pone de relieve la atomización de este subsector económico, fragmentado en pequeñas bodegas, que aportaban a las economías familiares limitados ingresos complementarios. De entre estos, solo Joaquín de Marcos y Manzanares superaba el umbral del millón de reales, con sus 25.538 arrobas de vino añejo. Se considera el más importante criador de vinos de la época, con un modelo de gestión capitalista basado en la exportación para cubrir la demanda de los mercados nacional y extranjero. En las antípodas, Manuel Solem con sus insignificantes 20 arrobas de vino joven, valoradas en 600 reales. Pequeños criadores, como el comerciante Juan Gutiérrez Mantilla, vieron parte de su producción secuestrada por los franceses durante su permanencia en Sanlúcar, por lo que ni tan siquiera aparecen en el padrón: así,  por orden  del agente francés de secuestros, Fabián Biunnote, se requirió al Tribunal del Consulado sanluqueño el día 11 de junio de 1812 para que cancelara todas las escrituras de hipoteca celebradas por Gutiérrez a favor de María del Rosario Sarabia, Manuel Cairedes, Antonio Villarino, Diego Pintado, Juan Uría, Pablo Arrrieta y otros. La razón estribaba en el hecho de que había satisfecho sus créditos en vinos, entregados en los almacenes del ejército imperial de secuestros. Quizá otros criadores vieron mermados sus almacenados como consecuencia de estas confiscaciones arbitrarias.


 La producción total de vinos añejos en 1818 rondaba las 342.611 arrobas,[30] valoradas en 13.704.440 reales mientras que de vinos nuevos se aproximaban a las 127.706 arrobas,[31] tasadas en 3.831.180 reales.

                       
            Los diez máximos criadores de vinos en 1818 envejecían 146.955 arrobas de vinos añejos en sus bodegas, lo que representaban el 42.84% del total de la producción de Sanlúcar de Barrameda. En vinos nuevos tenían depositadas 15.984 arrobas o el 12.51% del volumen total. La valoración de ambos tipos de vinos alcanzaban los 6.354.720 reales vellón o el 36.23% del total.

            En el capítulo de los mayores criadores de vinos nuevos, los diez primeros concentran 33.656 arrobas, con valor de 1.009.680 reales vellón, que significaban el 26.35% del total.

           

3.1. ANTONIO ESPER

Regidor municipal en 1812 y diputado del común. Contrajo matrimonio con Teresa Castellanos en 1804.[32] Afamado artesano tonelero sanluqueño con una fortuna personal valorada en más de 100.000 pesos. Comerciante, se dedicaba a la compra de materiales y venta de vinos y aceite para el comercio de exportación. Propietario de la fábrica de tonelería más importante de la provincia (1808), situada en calle Regina donde trabajaba junto a tres oficiales.  Esper dirigía celosamente todas las operaciones del proceso de fabricación. Importaba los flejes de Gran Bretaña y las duelas de Estados Unidos. Llegaba a fabricar toneles con capacidad para 60, 90 y 120 arrobas. Asimismo, concedió al gobernador de Sanlúcar Ignacio Ortiz de Rosas una fianza de 32.593,2 reales para dotar de liquidez los fondos de la ciudad (1806). Cosechero y modesto criador de vinos, almacenaba en sus bodegas de la calle Carmen Viejo, número 211, 762 arrobas de vino nuevo,[33] valoradas en 22.860 reales.[34] Una con esquina a la calle Chanca y otra con graneros y patio interior. Debió pagar al depositario de los Propios y Arbitrios de Sanlúcar la cantidad de 30.828 reales, 18 maravedís, en monedas metálicas en el plazo de 40 días, en virtud de providencia de Pablo de Ayo, consejero de Su Majestad, alcalde del Crimen en la Real Chancillería de Valladolid, en diligencias contra el gobernador Ignacio Ortiz de Rosas. El comerciante Antonio García Jurado recibió de Esper la suma de 22.330 reales vellón, precio de 406 barriles nuevos de 9 y 4 ½ arrobas cada uno que le vendió Esper, en el plazo de seis meses, en moneda metálica y no en vales reales, hipotecando entre otros bienes una suerte de 19 ¼ aranzadas con 23 estadales de tierra y viña, con su casa de piedra en pago del Hornillo; y 150 cascos entre toneles y botas españolas peladas que tenía García en reserva en dos bodegas, una en calle Don Claudio y la otra en calle San Nicolás (29/09/1808). Compró a Juan de Mata Pérez del Castillo y Gutiérrez 6 aranzadas de viña y tierra, menos 9 estadales, con casa de piedra incluida, situada en pago Mahína por el precio acordado de 26.860 reales, 4 maravedís, cantidad fraccionada, al tipo de interés anual del 6 %, según criterios del comercio de la época. Estaba hipotecada a favor del comerciante Francisco Ximénez Tenorio (12/04/1809).  Fue responsable de la limpieza y mantenimiento de la calle Carretería, entrando por calle Mesón del Duque, dando la vuelta por el campo de la Huerta de la Cruz a la calle del Pescado y Puerta de Jerez.[35]


3.2. FRANCISCO DÍAZ DE MIER

            Tendero y tabernero sanluqueño, socio del comerciante gaditano José Bernardo Muñoz con quien  estableció compañía mercantil el 11 de julio de 1818 para la administración de varios establecimientos y bodegas de vino en Sanlúcar de Barrameda. La sociedad era propietaria de una tercera parte de un almacén en calle Trascuesta de Belén, tasado en 22.667,12 reales, de una bodeguita de vinos y almacén de utensilios en calle Bolsa, valorada en 45.355 reales y un almacén de comestibles en calle Regina con una tasación de 62.886 reales.[36]

            Francisco Díaz de Mier regentaba dos tiendas de comestibles y tabernas anexas en las que vendía especies del Reino y del extranjero valoradas una en 30.000 reales y la otra en 20.000 reales.


3.3. JOAQUINA SÁNCHEZ DE RODRÍGUEZ

            Esposa del rico hacendado sanluqueño Francisco de Paula Rodríguez, que fue caballero de la Real Orden de Carlos III, intendente de la provincia de Sanlúcar de Barrameda y miembro del Consejo de Hacienda de Carlos IV. Natural de Cartagena de Levante. Al enviudar se hizo cargo de los negocios de su marido. Sensibilizada con ayudar a los más desfavorecidos, regaló al Hospital de Mujeres trigo para seis meses. Recibió 34.000 reales de su marido, según testamento cerrado de 23 de mayo de 1811. Heredó como usufructuaria todo el menaje de la casa, con todos los muebles, ropas, plata labrada y alhajas.

Era propietaria de los siguientes inmuebles: una casa en calle de la Portería o Torno de las monjas de Madre de Dios, número 298; un terreno de 7 varas de longitud segregado de los corrales del convento de mercedarios descalzos en Cuesta de Almonte; una casa en calle Bretones, sin número, con superficie de 36 ½ varas, en precio de 11.051 reales; otra casa en calle Bretones, número 48, valorada en 27.881 reales; un solar en calle Almonte que lindaba con las bodegas de su marido, en precio de 2.167 reales; dos casas bajas contiguas en calle Angosta que, desde la calle Ancha, pasaba a la de Santo Domingo, número 131; otra casa en la calle Pescadería, esquina a la calle de la Plata; dos hazas de tierras de pan-sembrar, una de 38 aranzadas[37] nombrada La Pedrera, a un cuarto y medio de legua de Sanlúcar y la segunda un cortijo de 157 ¾ aranzadas de tierra calma conocida con el nombre de El Gamonal y Holguín, distante unas ¾ leguas, tasadas ambas en 114.543,28 reales. Prestó en monedas de plata al interventor e inversor inmobiliario de Cádiz Juan Antonio Martín de Aguilar la suma de 209.037 reales con el fin de que éste pudiera capitalizar ciertos negocios en Sanlúcar de Barrameda[38]. Falleció el 28 de abril de 1822.

Como criadora de vinos, figura en el padrón con 9.278 arrobas de vino añejo[39] de gran calidad, valoradas en 371.120 reales.


3.4. JOSÉ NICOLÁS MONTAÑO

            Criador de vinos, con almacenados evaluados en 3.525 arrobas de vino añejo por 3.294 arrobas de vino nuevo valoradas, en su conjunto, en 239.820 reales. Socio de la Sociedad de Amigos del País de Sanlúcar y comerciante. Financió proyectos de investigación sobre ingenios mecánicos con aplicación a la actividad productiva vinatera: diseños de máquinas para pisar uvas, prototipos de maquinaria o prensas de fuerzas para la extracción mecánica del orujo y hornillos de anafes. Casado en segunda nupcias con Inés de Fuentes, tenía como hijos políticos Francisco Fernández Díez, José María Ramos y Gaspar Manzanares. Vivía en calle Carril Viejo y de San Diego. También era propietario de una casa que lindaba por la derecha con otra de la calle Santo Domingo, número 49. Denunció la conducta abusiva del religioso agustino fray José de Vargas, del Santuario de Regla de Chipiona por inmiscuirse en sus negocios familiares. Promovió proyectos de investigación científica sobre ingenios mecánicos aplicables a la actividad vinatera en Sanlúcar de Barrameda. Fue prestamista, entregando a José González de Ceballos y Garibay 3.000 pesos de 128 cuartos cada uno para sus urgencias personales (1808).[40] Compró el 23 de febrero de 1805 a Vicente José García y Francisca de Paula Rodríguez, representados por el apoderado Diego José Núñez, una casa baja con bodegas en calle del Carril Viejo y de San Diego por el precio de 11.548 reales y medio. Era propietario de una suerte de viña en el pago de las Caleras y Miraflores, colindando con otra junto a casa de material, propiedad de Francisco Terán Palacios y su esposa Antonia Almadana y Ordiales. Asimismo, reconoció su obligación de pagar a la Hermandad y Cofradía de San Pedro y Pan de Pobres, situada en la Iglesia Mayor Parroquial un censo de 202 reales de principal, impuesto sobre una suerte de 20 aranzadas de viña en pago de las Caleras, de su propiedad (16/05/1808). Prestó a José González de Ceballos y Garibay 3.000 pesos de a 128 cuartos cada uno para cubrir sus necesidades, a devolver en el plazo de un año, sin tipo de interés alguno (22/10/1808).


3.5. TOMÁS SAN JUAN DE GALARZA

            Regidor y vocal de la junta de gobierno de Sanlúcar de Barrameda.  Fue nombrado vocal de la diputación provincial (13 de septiembre de 1813) por la junta electoral de Cádiz. Redactó un manifiesto político junto con otros diputados provinciales el 1º de mayo de 1822, exaltando las cualidades de la Constitución de Cádiz y del liberalismo. Interventor de la casa de comercio “Juan Huarte y Sobrinos” (1827). Exportador de caldos y comerciante al por mayor. Cuarto criador de vinos, con 12.260 arrobas de vino añejo (3.57% del total) y 6.117 arrobas de vino nuevo (4.79% del total), valoradas en 673.910 reales vellón (3.84% del total). Casado con Josefa Vinsenti[41] y Ortiz. Arrendador de la renta del diezmo del vino, segunda parte de las Caleras (1807).[42] Su noble residencia estaba situada en la Plazuela del convento de las religiosas de Madre de Dios, número 75. Fue capitán de la 5ª Compañía de Sanlúcar en el año 1811. Formó parte del lobby de prestamistas-especuladores junto al intendente Francisco Terán Palacios, Andrés de la Piedra, Lucas Marín Cubillos y Francisco de Paula Colom. Procesado y preso por el Tribunal de Seguridad Pública en diciembre de 1809 junto al abogado de los Reales Consejos Miguel Gassin y Aguayo. El gobernador de Sanlúcar Cayetano de Iriarte llegó a elogiar la conducta de Galarza para su liberación el 29 de junio. Galarza había defendido públicamente su adhesión a la causa francesa y “hacen que cunda entre otras personas”.[43] Tras una investigación interna del Tribunal para examinar su comportamiento público y, por mandato de Fernando VII, “había suscrito para prenderlos proceda a su prision y demas a que haya lugar con toda la severidad que exija la naturaleza del caso y gravedad del delito.”[44] El 8 de abril de 1823 adquirió del Crédito Público, mediante adjudicación en subasta pública, 20 aranzadas de pinar en Chipiona, pago de la Grajuela, que perteneció al convento-hospital de San Juan de Dios, en precio de 13.650 reales, convertibles en papel moneda. Compró a Luis Valderrama y Guzmán 13 ½ aranzadas de viña y calma en pago del Amarguillo, camino de Rota, en tres pagos de monedas de oro y plata por valor de 11.739 reales (24/03/1804). Participó junto a José Vinsenty y su esposa Josefa Vinsenty en la explotación de la renta del diezmo del vino, segunda parte de pago de las Caleras y de Trebujena arrendada al cabildo eclesiástico de Sevilla por importe de 48.090 reales (4/09/1807). Intervino junto a Dámaso Aleson en el pago al comerciante sanluqueño Alonso Álvarez de la cantidad de 70.000 reales vellón, valor de una carga de géneros de paños estampados y otras mercadurías (3/01/1809). Quiso adjudicarse durante la desamortización del Trienio Liberal (1820-1823) un casa situada en calle Misericordia o Caridad esquina a la del Monte de Piedad, número 45, que fue propiedad del convento de la Merced, ofertando la suma de 86.000 reales, siendo superado en el último instante por Marcos Anoncio, quien entregó en las dependencias del juzgado la suma de 187.000 reales. No cejó en su empeño de conseguir alguna finca eclesiástica desamortizada. Pujó por una casa-molino, en calle Almonte número 36, que fue propiedad del convento de la Merced, depositando la oferta de 51.634 reales el 30 de enero de 1823, es decir, un real más al precio de salida establecido por el Crédito Público. Pero de nuevo Marco Anoncio será el pujador ganador al ofrecer 70.000 reales. Otra finca del mismo convento se puso a subasta pública: una huerta contigua al suprimido convento de la Merced, compuesta de una aranzada. Tomás Galarza pujó por el precio de salida, es decir, 9.470 reales pero Marco Anoncio tuvo la habilidad necesaria para adjudicársela por la cantidad de 15.000 reales.[45]


3.6. JUAN JOSÉ DE LEMOS

            Regidor perpetuo y miembro de la Hermandad de Cosecheros de vinos, vivía en calle Bolsa. Era titular de una bodega interior en casa en calle Nueva, esquina a la calle Mar, marcada con el número 75 de gobierno. Arrendó a Juan de la Rosa Pérez (1804) por valor de 4.000 reales una hacienda de viñas, con casa de mampostería de 16 aranzadas y dos aranzadas de tierra calma en pago Reventón durante dos años. Dio en arrendamiento a Antonio García 18 aranzadas de tierra y viña en el citado pago rústico, con casa, por un plazo de cuatro años, a razón de 4.000 reales/año, en tiempos de guerra y 4.400 reales, en época de paz y estabilidad (1804). Prestamista, concedía créditos personales al 3% de interés anual. Criador de vinos, guardaba en sus bodegas 6.110 arrobas de vino añejo (1.78%) y 1.517 arrobas de vino nuevo (1.18%), valoradas en 289.910 reales. Arrendó a Antonio García 18 aranzadas de tierra y viña en pago Reventón Grande, con casa de mampostería, por tiempo de cuatro años, a 4.000 reales/año, en caso de guerra y 4.400/año en época de paz (1806). De igual forma, Lemos firmó con Manuel de los Reyes un contrato de arrendamiento y explotación de seis aranzadas de viña barro nombrada La Suerte del Pinar, en pago Monteolivete, por espacio de cuatro años (1806). Dio en arrendamiento temporal por espacio de 5 años a los colonos Gaspar Roldán, José Ruiz, Salvador Franco y Antonio Gordillo una hacienda con diferentes suertes de viñas albariza en el pago Monteolivete (8/12/1805). Las rentas debían satisfacerlas mediante los esquilmos de uva que produjera cada suerte, según precio establecido por el ayuntamiento. Lo mismo hizo con otros colonos como Pablo Galán, Manuel Gordillo, Mateo Cantero pero las rentas oscilaban entre 18 pesos de a 15 reales a los dos primeros y 225 reales anuales al último colono citado. Prestamista ocasional, con créditos a un interés del 3% anual. En este sentido, prestó a Ramona Cordero y José Rodríguez Margollo 7.000 reales para cubrir sus urgencias, más el aumento del 3% anual, por plazo de cinco años (octubre, 1807). Recibió de Bartolomé de Gálvez 2.300 reales procedentes del arrendamiento de una suerte de cuatro aranzadas de navazo y tierra calma sin indicar el pago rústico (6/02/1811).Intentó adjudicarse mediante subasta pública una suerte de tierra llamada de Enmedio, que fue propiedad del convento de San Domingo, al final de la calle San Francisco Viejo, gravada con censo de 16.300 reales de principal a favor del convento de monjas de Madre de Dios durante la desamortización del Trienio (15/03/1823), ofreciendo la suma de 200.000 reales pero fue superado el 21 de abril por la viuda de Mendaro, quien ofreció mil reales más.


3.7. SIMÓN ANTONIO DE PASTRANA E HINESTROSA

            Regidor decano y alcalde mayor bajo el reinado de José I Bonaparte. Décimo criador de vinos jóvenes en Sanlúcar de Barrameda, con unos almacenados ascendentes a 2.400 arrobas, valoradas en 72.000 reales (1.87%). Casado con Juana Inés Seix en 1792. Represaliado, sufrió las consecuencias de la ocupación francesa, solicitando la salida de su hijo de su casa de Sanlúcar a su amigo Octavio de Sapia. Amargado, intentó buscar un barco sin éxito. Para mayor seguridad, confió en su huída por medio de la ocupación de un asiento de coche, calesa o carro y si no fuera posible […] enviare el que aquí le sirve suficiente para hazer la marcha […].[46] Sin numerario ni liquidez como consecuencia de las confiscaciones de almacenados por las autoridades galas, el poco dinero que aún conservaba, lo destinó para enviarlo en letra a Madrid para su habilitación.


3.8. JOAQUÍN DE MARCOS Y MANZANARES

            Rico hacendado, gobernador de la ciudad, alcalde de primer voto con una fortuna valorada entre 8.000 y 12.000 pesos sencillos. Tesorero interino y comisionado de la Real Caja de Consolidación de los vales reales, del Banco Nacional de San Carlos y de la Real Caja de Amortización. Cónsul de la República Bátava. Residía en el carril de San Diego. Comerciante mayorista y matriculado antiguo en el  Real Consulado de Sanlúcar de Barrameda. Fue juez consular. Primer criador de vinos de la época, cuyos almacenados de vino añejo rondaban las 25.538 arrobas (7.45% del total), tasadas en 1.021.520 reales (5.82%). Exportador de caldos a mercados nacionales y extranjeros. El 2 de agosto de 1810, desde la ciudad de Cádiz, escribió una carta al Supremo Consejo de la Regencia, solicitando regresar a Sanlúcar ante los efectos del decreto ejecutivo del mariscal Soult en el que se ordenaba el embargo y secuestro de todos sus bienes raíces y bodegas de vinos al no estar, cuyo total ascendía a un crecidisimo caudal.[47] Se vio obligado a abandonar la ciudad junto con toda su familia por su conocido patriotismo y siempre en defensa de la justa causa nacional. De lo contrario, perdería su casa de Sanlúcar de Barrameda y toda su fortuna. La contestación tuvo lugar el 11 de agosto de 1810, autorizándole a viajar hasta la ciudad de la desembocadura del Guadalquivir pero con la advertencia de que “no tomará partido en el intruso gobierno”.[48] También dirigía con éxito su fábrica de tonelería, anexa a su bodega en calle Trasbolsa, número 144, a cuyo cargo estaba el maestro tonelero José Girón, auxiliado por un oficial. Compró a Francisco de Paula Colom un solar situado en el barrio de los Gallegos, calle Barrameda, a espaldas de la calle Sargenta, por el precio de 2.340 reales, 11 maravedís (febrero 1806). Vendió al comerciante José Pérez Gil un solar  de 846 varas superficiales, con 18 de frente, en el barrio de los Gallegos o de San Nicolás por 2.304 reales, 11 maravedís (5/05/1812). Comisionista con margen de ganancias que rondaba el 8% , intervino en la venta de una casa para habitar junto a bodegas, granero, patio, pozo y obrador de tonelería en calle Trasbolsa, por valor de 122.307 reales (noviembre de 1823).


3.9. ANTONIO BEYRAS

            Regidor perpetuo y hacendado sanluqueño, con patrimonio superior o igual a 12.000 pesos sencillos. Octavo criador de vinos cuyos almacenados ascendían a las 10.240 arrobas de vino añejo (2.98%) y 1.300 arrobas de vino nuevo (1.01%), valoradas conjuntamente en 448.600 reales (2.55%). Comerciante y tesorero del Tribunal del Real Consulado de Sanlúcar de Barrameda, vivía en calle San Jorge, número 327 de gobierno. Su bodega estaba situada en la calle Chanca, número 337, antes llamada Tribulete, desde el año 1795 hasta 1834, adquirida a Miguel de la Rocha. Compró al comerciante Cristóbal José Velarde otra bodega y su correspondiente colgadizo de 135 varas y media de superficie por importe de 7.738 reales, situada en el centro de una casa en calle Ancha, colindante con el jardín del Colegio de San Jorge (23/02/1805). Propietario de un almacén de aceite en calle San Jorge. Como prestamista, otorgó un crédito por valor de 5.000 reales al corredor de lonja José Albarca, hipotecando algunas casas que poseía en calle San Jorge. Se le abrió un expediente tramitado en la Junta Provincial de Sevilla (1817) por pleito interpuesto por José Goin y Martel y consortes, en reclamación de la devolución de 122 barriles de vino que no pagó. Compró a Juan García Catalán una suerte de 3 ¼ aranzadas de tierra calma en pago del Cabezudo por el precio de 2.625 reales (8/02/1804). Por 1.925 reales adquirió de Agustín Amador 2 aranzadas y cuarta de tierra calma en pago del Cabezudo el 11 de febrero de 1804. Cristóbal Velarde le vendió una casa bodega y alambique conocida por la del Callejón, situada al final de la calle Ancha y principio de la bajada que va para el convento de Santo Domingo, lindando por el fondo con otra de Beiras, en el precio de 23.500 reales vellón, fraccionando el pago en monedas de plata u oro, a un tipo de interés de 3% para lo cual hipotecó la referida finca para garantizar su devolución (5/01/1810). Adquirió del licenciado José Rodríguez Arellano, síndico administrador del concurso de los bienes de José Fernández, 25 aranzadas, 3/8 con 30 estadales y 7/8 partes más, con su casa de piedra o mampostería, situada en el pago de la Atalaya Chica, por el precio de 99.250 reales, 16 maravedís, desembolsados por Beyras en el acto (30/04/1811).


3.10. MIGUEL SÁNCHEZ ENRÍQUEZ


            Prestamista, comisionado y vocal de la junta de gobierno de Sanlúcar de Barrameda junto a Miguel Gassin y Aguayo[49] (1809). Quinto criador de vinos añejos, en exclusiva, con producción almacenada de 13.116 arrobas, valoradas en 524.640 reales (2.99%). Propietario de una casa de viviendas altas y bajas, con dos accesorias en calle San Juan, número 176 de gobierno, que lindaba, formando esquina, con convento de religiosos carmelitas descalzos y con el callejón que daba a la calle Baños, valorada en 64.910 reales, comprada a los hermanos Manuel y María Blasina García de Pedrosa, cantidad reintegrable en vales reales con interés al portador del 3%. Prestó 8.000 reales al vecino José Benítez a devolver en el plazo de un año en monedas de oro y plata, descartándose su cancelación mediante vales reales por lo que hipotecó una suerte de tierra, viña y arboleda de siete aranzadas de extensión en pago de la Jara. Se igual forma, concedió un préstamo de 2.500 reales a favor de Diego de Ortega, hipotecando éste una arboleda y viña de su propiedad, situada en el pago de la Custodia (junio, 1806). Adquirió de Petrola Enríquez, María de Regla y Josefa del Río y de otros una casa baja deteriorada en el barrio de la Balsa y calle de Capuchinos, señalada con el número 135 por el precio de 9.000 reales vellón (3/07/1807). Compró mediante expediente judicial de subasta una suerte de viña de ocho aranzadas en pago de la Atalaya Chica, lindantes con otras viñas del comprador, que fue propiedad de la Capellanía colativa fundada por José Téllez, presbítero en la Iglesia Mayor Parroquial, libre de censos, por el precio de 45.050 reales vellón, que pagó, en su nombre, Antonio Beiras en efectivo (18/05/1808).


3.11. JUAN MANUEL CARRERA Y MANTILLA

            Regidor de la casa consistorial, desempeñando distintos cargos: diputado de cárcel, carreteros, cerrajeros panaderos y carpinteros. Formó parte de la comisión de sal. Propietario de una casa principal, con bodega llamada “San Juan Bautista”, jardín y pozo de agua en calle Carmen Viejo (1812-1813). Afrancesado y colaboracionista con las tropas de ocupación francesas durante la Guerra de la Independencia. Se lucró vendiendo legumbres y otros géneros al ejército imperial durante su estancia en Sanlúcar de Barrameda. Obtuvo, en exclusividad, por su adhesión al nuevo gobierno de José I, el monopolio de determinados efectos (legumbres), libres de interferencias y competidores lo que le permitió ingresar en su caja de caudales numerario en metálico y en vales reales. Regentaba cuatro tiendas de comestibles y taberna donde vendía géneros y vituallas del Reino y del extranjero, valoradas en 33.000 reales. Asimismo, poseía un almacén de aceite, de 4.000 reales. Fue propietario de media aranzada de viña arena en pago Pozo Nuevo (noviembre, 1806), vendida a Roque Ceballos por el precio de 934 reales (28/09/1807). Asimismo, en calidad de prestamista, entregó a Francisco Ramos la cantidad de 1.566 reales (4/11/1807) y a Juan Caballero, 2.002 reales (4/11/1807). Negoció con Tadeo Pastor, capitán de infantería del Rey, la compra de unas casas principales, con sus bodegas y jardín, situadas en la calle Carmen Viejo, antes calle del Diezmo, número 306 por el precio de 63.254 reales vellón, fraccionando el pago en varios plazos (3/12/1812). Con la desamortización del Trienio Liberal (1820-1823), se adjudicó dos fincas urbanas eclesiásticas por 98.924 reales y una revalorización del 0.18 %.

           

3.12. JOSÉ GUTIÉRREZ DE AGÜERA DÍEZ DE BEDOYA

            Séptimo criador de vinos, con depósitos que rondaban las 10.534 arrobas de vino añejo (3.07%) y 2.826 arrobas de vino nuevo (2.21%), por un valor total de 506.140 reales (2.88%). No deseaba ocupar cargo público alguno (1818-1819), por razones que desconocemos pero figura como Síndico Procurador General en 1819. Nacido en Lomba (Hermandad de Campoo de Suso, Santander) el 8 de septiembre de 1753. Hijodalgo, sus padres fueron Pedro Gutiérrez de Agüera y Catalina Díez de Bedoya. Interpuso pleito para demostrar su hidalguía. Comerciante por mayor. Dueño de una fábrica de aguardiente y licores en la plaza de la Victoria, dirigida por el maestro destilador Juan Falcón. Asimismo, regentaba seis tiendas de comestibles y taberna, donde vendía géneros nacionales y extranjeros, todas valoradas en 76.000 reales. Propietario de dos fondas-posadas: una conocida con el nombre de Las Ánimas, dando empleo a tres mozos y la otra llamada del Comercio, ocupando en ella a cuatro mozos. Satisfizo al Fondo de Propios y Arbitrios de Sanlúcar y a la Real Caja de Consolidación de vales y descuentos la cantidad de 152.500 reales, en moneda metálica, por remate del abasto de aguardientes y licores, hipotecando los siguientes bienes:

  • Suelo de un pedazo de sitio conocido por el Almacenillo, de 9 varas y media de larga por 3 varas y media de ancha, cuyos altos desde las maderas del cuadrado, perteneciente a Leona Gutiérrez de Henestrosa, viuda.
  • Cielo y suelo de otro cuadrado de 14 varas y media de largo y 4 de ancho de una bodega y granero en el interior, en calle Colegio de la Victoria, frente a su iglesia por donde tenía su entrada principal, número 312 de gobierno, adquirida a Vicente Ruiz de Villar y a otros propietarios en 1799.
  • Casas y accesorias en la plaza de la Ribera, haciendo esquina a la calle del Colegio de la Victoria, que servía de tienda de comestibles, adquirida a Juan Andrés Fascio en 1798.
  • Dos aranzadas de viña albariza en pago de la Cañada del Trillo.
  • Casas en la plaza de la Ribera, haciendo esquina con calle Bolsa.
  • Almacén conocido con el nombre de Agüera en Cádiz, representada por los agentes mercantiles Juan José Bolívar y Servando González de la Sierra, otorgando créditos a un interés nominal del 3%.
  • Casa situada en el barrio alto, que servía de tahona y horno de cocer pan en calle del Juego, distinguida con el número 301, lindante con una parte de sus bodegas y alambiques.

Compró a Manuela Gallego López una casa bodega, con su patio, pozas para orujo, alambique y demás anexos en calle Azacanes por el precio de 32.118 reales, 12 maravedís (3/04/1811). Prestó a Antonio Gordillo, trabajador del campo, 881 reales, 32 maravedís, a satisfacer entregando el esquilmo de uva de la vendimia de 1813, procedente de la propiedad de Gordillo compuesta por dos aranzadas de tierra y viña en Rota, pago de Brevas (10/10/1812).


3.13. JOSÉ HUET

El coronel del Real Cuerpo de Ingenieros y regidor municipal, José Huet, tildado de afrancesado, envejecía en sus bodegas sanluqueñas 3.946 arrobas de vino añejo, por 2.349 arrobas de vino nuevo, valoradas en 228.310 reales. Se le abrió expediente de conducta política entre los años 1816 hasta 1818 a instancia del gobernador político de la provincia, que concluía: […] Hombre sin distracciones, versado en Ciencias exactas y reducido al estrecho de su casa. […] Amor, respeto y admiracion de todo el vecindario […]”.[50]  Nació en Ceuta el 29 de mayo de 1769 pero se estableció en Sanlúcar de Barrameda. Estuvo casado con Rosa María de Allier, dama perteneciente a la nobleza gaditana ya que estaba en posesion de hidalguia de sangre. Amante del orden y de la obediencia de las leyes. Fue Gobernador Civil de la provincia de Huelva desde el 10 de diciembre de 1833 hasta el 30 de noviembre de 1835, residiendo durante algún tiempo en Sevilla. El 30 de noviembre de 1835 fue expedida hoja de servicios, teniendo la edad de 66 años cumplidos: alcanzó el grado de cadete de infantería del regimiento de la Corona el 18 de diciembre de 1781; el 13 de marzo de 1786 fue ascendido a subteniente del primer batallón del citado regimiento; el 30 de junio de 1809 fue nombrado coronel del Real Cuerpo de Ingenieros; y finalmente el 10 de diciembre de 1833 se le encomendó la subdelegación de fomento de la provincia de Huelva.[51] Su agente de negocios en Madrid, Miguel Plassard y Campillo, se encargaba de la firma de documentos en su nombre. Además fue dueño de una fábrica de cal en pago de La Palmosa donde trabajaban tres operarios.


3.14 VICENTE LAFITA

El regidor, diputado de fiestas y guerra y diputado de visitas de términos, Vicente Lafita con domicilio en calle Bretones, número 40. Contaba con 3.997 arrobas de vino añejo y 2.112 arrobas de vino nuevo, tasadas en 223.240 reales. Estaba casado con Jerónima Santa Cruz. Fue apreciador de huertas, llegando a ocupar múltiples cargos en el ayuntamiento.[52] Juan Carmiñas le debía 900 reales en concepto de alquileres de una casa que habitó (28/06/1805). Junto a Antonio Sánchez Coronado se obligaron a pagar al dean y cabildo de la Santa Iglesia de Sevilla la cantidad de 22.200 reales, en concepto de la renta del diezmo del vino, segunda parte de la Jara, hipotecando Lafita una suerte de viña y arboleda compuesta de 17 ¼ aranzadas, con alguna tierra calma en el pago de la Jara, conocida por la Hacienda del Pino (3/09/1807).



3.15 SEÑORES BELLONI E HIJOS

La sociedad mercantil “Señores Belloni e Hijos” tenía en depósito 7.489 arrobas de vino añejo, por 1.756 arrobas de vino nuevo, valoradas en 352.240 reales. Gran parte de estos caldos procedían de su finca en Reventón Grande, donde cultivaba uvas de la especie melonera. Familia de origen lombardo (Milán), asentada en Sanlúcar desde mediados del siglo XVIII. La fundación de la compañía se atribuye al padre de María de la Concepción Belloni, el comerciante y cosechero Juan Ángel Belloni, milanés naturalizado español, asentado en Sanlúcar de Barrameda ya en 1764, al estar casado con una mujer jenízara Josefa Augustina Albrecht,[53] pero con permanencia en España desde el año 1734, según sus propias declaraciones. El alto grado de trasnacionalidad de los matrimonios marcaba las estrategias profesionales. Así, Juan Ángel logró una estrecha integración en familias con mucho arraigo social y económico de la bahía de Cádiz, participando activamente en el comercio americano.[54] Se matriculó en el Consulado de Cargadores a Indias en el año 1750 como uno de los siete naturalizados entre 1743 y 1778.[55] Por esta vía, Belloni participaba de forma legal en el comercio transatlántico de la Carrera de Indias. Formó compañía mercantil con Juan Cayetano Galli, natural de Empoli, arzobispado de Florencia, y con su cuñado Juan Domingo Morris, natural de Pisa, en el principado de Piamonte. Al quebrar esta empresa, fundó otra solo con Morris. Tras una segunda quiebra, operó a cuenta propia.[56] Mantuvo correspondencia con mercaderes barceloneses y cargó en géneros a su cuenta o junto a ellos a América. Recurrió a redes de intermediarios de Alicante y Génova para organizar el intercambio de géneros coloniales americanos a cambio de mercancías preindustriales de Europa Central por medio del Mediterráneo.  Su suegro estuvo involucrado en intercambios comerciales entre Cádiz y Ostende en la década de 1740. La quiebra de las sociedades anteriormente descritas, forzó a Juan Ángel Belloni a recurrir a la dote de Josefa Augustina Albrecht, obteniendo ganancias muy elevadas cuando tuvo que otorgar su testamento en 1773. El capital bruto alcanzó un valor de 77.482,45 pesos fuertes, suma bastante modesta en comparación con otras sociedades milanesas, aunque le quedaron por abonar las deudas de las dos sociedades quebradas. Parece ser que compró la hacienda de viñas y tierra calma llamada El Charruado del Pardo, compuesta de 36 aranzadas.  María de la Concepción Belloni, era la única propietaria de dos bodegas-granero ya que sus hermanos Pedro Alcántara y José María fallecieron antes que ella: una, a la espalda de la casa de la Cilla arzobispal en calle Coliseo de las Comedias, adjudicada a su hijo Pedro Angioletti tras su defunción en el año 1824; y otra, en la misma calle, heredada en la partición de bienes por el doctor Gonzalo Angioletti. El otro hijo, Juan Bautista heredó la citada finca de El Charruado con su casa de mampostería.  Prestó a su hermano Gonzalo la suma de 166.266 reales, 22 maravedís por efectos que le adeudaba en las particiones extrajudiciales sobre el caudal movible de la herencia de su madre.  María de la Concepción estuvo casada con el comerciante gaditano, de origen milanés, Juan Bautista Angioletti. Vivían en su casa con bodegas de calle Iglesia Mayor, número 189 de gobierno, hoy calle Luis de Eguilar, en lo que es la casa-palacio de la marquesa del Pedroso. Parte de ella fue heredada por Juan Bautista Angioletti,[57] según partición de bienes de María de la Concepción Belloni (1824).






[1] El rendimiento del olivar sanluqueño entre 1818 y 1820 fue bastante bajo como consecuencia de las malas cosechas, lo que provocó un descenso en la producción de aceite de oliva elaborado en las almazaras. La superficie agraria dedicada a este cultivo rondaba las 363 hectáreas plantadas con 12.000 pies. Prácticamente la cosecha se había perdido por el mal estado de los olivos desde 1811, frente a los 663 hectolitros de aceite extraídos de las 313 hectáreas plantadas en Sanlúcar de Barrameda en el año 1752 (Catastro de Ensenada). La productividad media alcanzaba 1.4 hectolitros por hectárea cultivada. En Archivo Histórico Provincial de Cádiz (en adelante AHPC): Cuaderno General de la riqueza de Sanlúcar de Barrameda, 1818. Sección Gobierno Civil. Signatura 248.
[2] BRINGAS GUTIÉRREZ, Miguel Ángel (2003): “Un catastro poco conocido: El apeo y valuación general de Martín de Garay, 1818-1820”, en Catastro. Departamento de Economía, Universidad de Cantabria, pp. 143-159.
[3] FONTANA, Josep (1973): La quiebra de la Monarquía absoluta,1814-1820. Barcelona.
[4] Archivo Municipal de Sanlúcar de Barrameda (en adelante AMSB): Signatura 4808.
[5] AMSB: Ibíd.
[6] AMSB: Ibíd.
[7] AMSB: Signatura 4809.
[8] AMSB: Ibíd.
[9] AMSB: Signatura 4810.
[10] Junta de Repartimiento y Estadística de Partido.
[11] AMSB: Ibíd.
[12] GUTIÉRREZ BRINGAS, Miguel Ángel (1994): “Los cuadernos generales de la riqueza (1818-1820): La localización de una fuente histórica en España”. En Noticiario de Historia Agraria, nº. 7, pp. 155-179.
[13] La tradición textil sanluqueña tiene uno de sus referentes históricos en la fábrica de estameñas o de tejidos de lana sencillos y ordinarios del alemán Francisco José Neistar, (1784) bajo la dirección de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, tipología de empresario extranjero reclamado para la difusión de las innovaciones técnicas europeas. Introdujo tres telares a los seis existentes en Sanlúcar de Barrameda, con su propio tinte, que le permitía producir 200 piezas. La ampliación de la plantilla supondría 20 operarios y 50 hilanderas en lugar de los 13 y 30 respectivamente. En el Censo de Manufacturas  de 1787, se identificaron en Sanlúcar 6 fábricas de manufacturas de lana, que daba empleo a 43 operarios. De igual modo, había una fábrica de sombreros, propiedad de Francisco Ramírez, con un obrador y un oficial. La producción al año era de 200 unidades. En cuanto a las manufacturas de curtidos, sobresalen los fabricantes Francisco Basolo, Salvador Porches y Francisco Basoles. Porches producía 300 suelas y 50 baquetas al año. En MIGUEL LÓPEZ, Isabel (1995): “El sector manufacturero andaluz en el censo de 1784”, en Estudios Regionales, Nº 41,  pp. 65-144.
[14] Precisamente el sacerdote sevillano Manuel María del Mármol escribió en Sanlúcar de Barrameda en 1817 su obra Idea de los barcos de vapor.
[15] En 1787 viajó a Inglaterra como espía industrial, trayendo a España muchas máquinas, instrumentos, modelos, dibujos, diseños y planos de prototipos industriales ingleses, con grave peligro para su vida. En compensación, Carlos IV le permitió visitar las Reales Fábricas de Guadalajara y San Fernando; y por último, rehusó los premios y recompensas que se le ofrecieron por su aportación al desarrollo industrial de España. Finalmente, en 1791, puso rumbo a Sanlúcar de Barrameda donde, asociado con el intendente Francisco Terán Palacios, impulsó la enseñanza de la industria del algodón con todas sus últimas novedades y trabajó en el Real Jardín de Aclimatación, sin sueldo ni emolumento alguno. Debió conocer de primera mano el telar mecánico con máquina de vapor del reverendo Edmund Cartwright (1784).
[16] Parece razonable pensar que Esteban Bozano dispusiera en su fábrica de hilados de la calle Mesón del Duque, máquinas inglesas construidas en Hall (Dartford), que eran las más utilizadas en la hilatura mecánica entre 1830 y 1844.
[17] MALDONADO ROSSO, Javier (1999): La Formación del capitalismo en el Marco del Jerez: De la vitivinicultura tradicional a la agroindustria vinatera moderna (siglos XVIII y XIX). Huerga & Fierro Editores.
[18] El maestro tonelero Antonio Esper importaba los flejes de hierro de Gran Bretaña y las duelas o tablas de madera de Estados Unidos por lo que mermaba su margen de beneficios.
[19] La Prensa Moderna. Periódico independiente y de intereses locales y generales. Viernes 16 de febrero de 1900. Sanlúcar de Barrameda. Biblioteca Nacional.
[20] Los fabricantes de hilados de algodón catalanes con telares mecánicos movidos por la energía del vapor importaban carbón de Cardiff y Newcastle (Gran Bretaña), lo que encarecía su factura energética.
[21] Tenía en 1840 una agencia de ventas de vino manzanilla en Londres, cuyo agente Manuel Lozano representaba los intereses de la Compañía. También envió a las islas británicas un cargamento de vino manzanilla por valor de 30.000 reales, demandado por la sociedad mercantil Señores Brothers y Compañía. En todo caso, se trataban de insignificantes partidas en comparación con las exportaciones de las bodegas de Jerez de la Frontera o El Puerto de Santa María.
[22] En 1818 existían cuatro molinos de aceite: uno, del convento de la Merced situado en el mismo inmueble; otro arrendado a Manuel Jiménez Granado, propiedad del conde de Monteagudo, en el sitio homónimo junto a los olivares; un tercero de Francisco de la Peña, propietario de la mitad de otro molino perteneciente al mayorazgo que poseía en Cabeza Alcaide; y otro arrendado al criador de vinos Domingo Bullosa de una mitad indivisa, en Cabeza Alcaide, propiedad de Juan Alonso de San Miguel.
[23] GUTIÉRREZ ESCUDERO, Antonio: “Tabaco y algodón en Santo Domingo, 1731-1795”. Homenaje al Dr. José Antonio Calderón Quijano, pp.162-163.
Efectivamente, en 1818 aparece Manuel Villegas como arrendatario de un establecimiento de café propiedad del comerciante maltés Cristóbal Napolitano, cuyo apoderado era Antonio Gabriel. Daba trabajo a tres mozos para servir café y en su interior había dos mesas de billar, cuidadas y vigiladas por otros dos mozos. Además de este, en Sanlúcar estaban abiertos el café de Domingo Fernández Campa, con una mesa de billar y un mozo a su cargo, y otros dos para dispensar café; y el de José Dalí Plata, con tres mozos, mesa de billar con mozo para servirla.
[24] La fabricación de harinas de trigo queda reservada a dos molinos harineros existentes en Sanlúcar de Barrameda en 1818, uno propiedad de Agustín Chesca, en Puente del Antón y que solo molía en la temporada de las aguas, manipulado por un oficial; y otro de Manuel Baro, con otro oficial a su cargo y que molía en la misma temporada.
[25] BARBADILLO DELGADO, P. (1942): Historia de la ciudad de Sanlúcar de Barrameda. Escelicer, Cádiz, p.101.
[26] MÁRQUEZ HIDALGO, Francisco (2002): El Jardín Botánico de la Paz de Sanlúcar de Barrameda. Pequeñas Ideas Editoriales. Sanlúcar de Bda, pp. 17-18.
[27] Además se añade una tasa de crecimiento del precio del mosto, puesto que de 16.34 reales/arroba en 1817 subió a 20.17 reales/arroba en 1818.
[28] Desempeñó el cargo de cónsul de Portugal en Sanlúcar de Barrameda entre 1786 y 1789. Comerciante, fue propietario de la mitad de una casa en plaza del Chorrillo o Pradillo de San Juan, frente a la puerta principal de la iglesia del convento del Santo Espíritu o de San Juan, señalada con el número 114 de gobierno, vendida a María Concepción Castellanos por 24.183 reales, con un tipo de interés del 3%, en el plazo de 3 años. Compuesta por 266 varas superficiales (6/11/1808). Compró a María Guerrero, viuda de Juan de Paula González, una casa en el Pradillo de San Juan, haciendo esquina y frente de la Casa-cuna de los Niños Expósitos, dando la vuelta por la fachada que mira al arroyo hasta hacer otra esquina con la bocacalle que sigue a la que nombran de la Plata, por el precio de 15.721 reales (21/08/1809).
[29] Prestamista y receptor de carnes, Carlos Otalora entregó a Nazaria Rodríguez, viuda de José María Antúnez, capitán retirado, 21.753 reales, 32 maravedís, hipotecando la receptaría de carnes de Sanlúcar de Barrameda, de la que era titular (7 de agosto de 1806). Reconoció el pago a favor de la Hermandad y Cofradía de San Pedro y Pan de Pobres de un censo de 200 reales de principal, impuesto cargado sobre unas casas de Otalora en la calle San Francisco el Viejo, número 38 (17/05/1808). Propietario de casas en calle de San Francisco, distinguidas con el número 38.
[30] Aproximadamente 5.707.899 litros.
[31] Equivalentes a 2.127.582 litros.
[32] CLIMENT BUZÓN, Narciso (2009): Historia Social de Sanlúcar de Barrameda. En busca de nuestro pasado. Entre sombras ilustradas y miedo a la libertad (1759-1833). Volumen 4. ASEHA.
[33] Tasada la arroba de vino nuevo en 30 reales.
[34] AHPC: Padrón primero de la Riqueza General del Reino, 1818. Gobierno Civil. Signatura 247.
[35] CLIMENT BUZÓN, NARCISO (2009): Op. cit.
[36] VEGAZO PALACIOS, Jesús (2014): Sanlúcar de Barrameda: Encrucijada de cargadores, cosecheros y prestamistas (1750-1860). ASEHA.
[37] Una aranzada equivalía 0.4751 hectáreas.
[38] VEGAZO PALACIOS, Jesús: Op. cit.
[39] Tasada la arroba de vino añejo en 40 reales.
[40] VEGAZO PALACIOS, Jesús: Op. cit.
[41] De origen piamontés.
[42] VEGAZO PALACIOS, Jesús: Op. cit.
[43] Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN): ESTADO, 29-G
[44] AHN: Ibíd. 6 de junio de 1809. Carta reservada a Ramón Navarro Pingarrón.
[45] VEGAZO PALACIOS, Jesús: Sanlúcar de Barrameda y la desamortización eclesiástica durante el Trienio Liberal (1820-1823). Inédito.
[46] AHN: ESTADO. 3078. Exp.1. Sanlúcar de Barrameda, 7 de agosto de 1810.
[47] AHN. ESTADO.  3110. Exp.12. Cádiz, 2 de agosto de 1810.
[48] Ibíd.
[49] Propietario de una casa de huéspedes, admitiéndolos desde mayo de 1818 en los altos de su tienda de géneros, esquina del Carmen.
[50] AMSB: Signatura 4809.
[51] AHN: HACIENDA, 2.671, Exp. 143.
[52] CLIMENT BUZÓN, Narciso (2009): Op. cit.
[53] Juan Ángel Belloni era natural de Condogno, obispado de Lodi, en el estado de Milán. Su mujer Josefa Augustina Albrecht fue hija de una ilustre familia flamenco-italiana de Cádiz en 1742, la cual compró a  Antonia Sosa, esposa legítima de Pedro Alcántara Belloni una casa de planta alta y baja, con sus bodegas y graneros en calle de la Compañía de Jesús.
[54] KAPS, KLEMENS: “¿Una burguesía mercantil periférica? Redes y prácticas de negocio de comerciantes lombardos en Cádiz en la segunda mitad del siglo XVIII”- Academia. Universidad Pablo de Olavide. Sevilla, pp.1-14.
[55] AHPC, Protocolos Notariales. Cádiz, 2/407, fol. 71.
[56] Ibíd., 19/4511, fol.1235.
[57] Juan Bautista Angioletti y Belloni: Casado con Francisca Díaz de la Serna. Arrendador de las rentas del diezmo, en pago del Cuadradillo en el año 1833, rematada a su favor en la cantidad de 14.000 reales vellón. Comerciante y bodeguero sanluqueño, fue caballero maestrante de la Real Maestranza de Ronda en 1816. Perteneció a la comisión administrativa de la Casa-Cuna de niños expósitos de Sanlúcar de Barrameda. Vocal comisionado de la Junta Municipal de Beneficencia, alcalde tercero en 1823 y segundo en 1838. Asumió las competencias políticas del diputado común en 1816.