FRANCISCO TERÁN, INTENDENTE
DE LA PROVINCIA DE SANLÚCAR DE BARRAMEDA:
CONSPIRACIÓN Y DEFENESTRACIÓN POLÍTICA
(1808-1810)
Por Jesús Vegazo Palacios
La azarosa vida del Intendente y
Comisionado Real de la provincia de Sanlúcar de Barrameda, Francisco Terán no
deja de sorprender a los historiadores a medida que se descubren nuevos
documentos. Estamos frente a un personaje de enorme envergadura, poliédrico,
contradictorio, afrancesado, conspirativo, de una ambigüedad calculada, rasgos
parecidos a los de otros cortesanos ilustrados como el intrigante barón de
Ripperdá o el lúcido Francisco Cabarrús. No faltarán detractores y defensores,
como es lógico. Por eso, Francisco Terán es y seguirá siendo un ilustrado
fascinante y polémico del que vamos encontrando nuevas informaciones de su
convulsa vida política.
Como es sabido, Francisco Terán fue
promotor de grandes obras en Sanlúcar de Barrameda durante su intendencia
honoraria como el archiconocido Jardín Botánico “Príncipe de la Paz”, la escuela de agricultura, el
camino-arrecife a Jerez o la construcción de un barco salvavidas para socorro y
guía de navegantes en las siempre peligrosas aguas de la barra del Guadalquivir.[1]
Cuñado de Francisco Amorós Ondeano,[2] a la
sazón secretario del valido Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, Príncipe de la Paz, Terán estuvo casado
con Antonia Almadana y Urdiales y vivía confortablemente en sus casas de la
calle Mesón del Duque, números 323 y
305, respectivamente. Era propietario de
unas viñas, con su casa de campo en el pago rústico de las Caleras y Miraflores
donde hacían labores
de poda y recolección los famosos capataces de la época Pablo Galán y Antonio
Bernal, “los viñadores practicos mas
inteligentes de Europa”.[3]
Prestamista en especie, se lucró en 1804 con la entrega de fanegas de trigo a
un precio que equivalía el doble del valor máximo en el mercado y el 210.34%
más en comparación con el precio mínimo. Estas operaciones especulativas
desarticulan, en gran medida, la arquitectura de su pensamiento ilustrado
basado en la educación, el trabajo productivo, la industria y la modernización
de la agricultura y de las vías de comunicación, optando por formas de
acumulación de capital de origen medieval como era la usura .
Parece ser que, finalizada la Guerra
de Independencia y después de su efímera experiencia como comisario regio de la
provincia de Extremadura bajo el reinado José I Bonaparte (1811), huyó de
España y se instaló en París, viajando por toda Francia. Entre 1816 y 1817
asistió a las clases del químico Louis Jacques de Thenard y frecuentó el
círculo científico de Lamarck.[4]
Llegado a este punto, resulta cuanto
menos paradójico el hecho de que tras el motín de Aranjuez (marzo de 1808) y las
supuestas ansias del pueblo sanluqueño de ajustar cuentas con las autoridades
afrancesadas, destruyendo cualquier recuerdo material y sus propiedades, Terán
conservara el 18 de agosto de 1818 dos tiendas de comestibles, con sus tabernas
anexas, donde vendía al público géneros
del Reino y del extranjero con un capital evaluado la primera en 10.000 reales
y la segunda en 12.000 reales.[5] ¿Cómo puede interpretarse estos datos
fiscales? Barajamos la siguiente hipótesis: que el pueblo de Sanlúcar no saqueó
los bienes de Francisco Terán y sus negocios siguieron operando con toda
normalidad.
La maquinaria conspirativa para
derribar a Terán se pondría en marcha mediante el denominado expediente de infidencia. El propio soberano había
recibido varios anónimos contra nuestro ilustrado sanluqueño en los que se le tildaba
de “partidario ciego de Godoy y de los
franceses”.[6]
Estas cartas fueron remitidas al Tribunal de Vigilancia y Protección y a la
Junta Superior en diciembre de 1808 para su investigación. Se cuestionaba el
origen de su fortuna y patrimonio por su supuesta aquiescencia con el bando
francés que, de ser cierto, “exigen el
castigo más ejemplar”.[7]
En otra misiva inclusa para entregar a Dhonet, teniente francés de
cazadores de a caballo, prisionero en Bailén, se daba detalle de las
instrucciones que debía seguir Francisco Terán con la máxima reserva, “[…] datos
[que] hacen sumamente sospechoso al referido sugeto […]”[8]
En junio de 1809, la Suprema Junta de Gobierno del
Reino a través del Tribunal de Vigilancia abrió pesquisas sobre las conductas
de Francisco Terán y su alter ego y
comensal el presbítero Simón Plá y
Mensa[9],
comisionado de la Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar de Barrameda.
El Tribunal fue bastante benévolo en su veredicto, ya que ordenó al Secretario
de Estado y del Despacho de Hacienda para que se le diera a Terán un nuevo
destino de acuerdo a su clase con el abono de su sueldo mientras que se le
comunicó al arzobispo coadministrador para que asignara a Simón Plá la iglesia
y el destino que estimase conveniente.
El Tribunal de Seguridad Pública de
Sevilla, en el expediente contra el presbítero Plá, acusado de infidencia, no había observado el 26 de
junio de 1809 indicios suficientes para inculparle sobre “los graves excesos de que se le culpaba […]”.[10]
De todos modos, aconsejó que “por
quanto interesa en ello la quietud publica y la seguridad de su persona misma,
no buelba por ahora a Sn Lucar y se le asigne por V.E. la Ylgesia y destino que
parezca conveniente […]”[11]
Lo mismo recomendaba a Francisco Terán, que “no
buelva por ahora a Sn Lucar […]”.[12]
No obstante, Simón Plá fue detenido
en Sanlúcar “porque acompañaba a Dn.
Francisco de Teran en el viage que hizo para entablar cierto recurso respectivo
a sus empleos […]”.[13]
Sufrió vejaciones ya que la prisión fue violenta
y rigurosa. Estuvo incomunicado en la cárcel durante cuarenta días, sin
fundamento justificado. Incluso “donde se
hallaban en Sn Lucar bajo el mas duro embargo sus pertenencias de libros,
papeles, ropa y demas […]”.[14]
El Rey, tras consultar con el Tribunal de Seguridad
Pública, había ordenado al Secretario de Estado y del Despacho, en junio de
1809 que se dieran las disposiciones convenientes a fin de que “se
conserve el camino real o arrecife, el Jardín Botánico de Aclimatación y demás establecimientos publicos
promovidos por Teran en la referida Ciudad, procurando ademas desimpresionar al
publico de estos establecimientos […]”[15].
Con claridad meridiana, esta resolución real previene la conservación de
estas obras frente a oleadas de posibles ataques vandálicos de la turba,
sedienta de venganza. No es cierto que se destruyera el Jardín Botánico ni
otros edificios erigidos durante el mandato de Terán ya que estaban protegidos
por la propia Corona.
Ante el cariz que iba tomando los
acontecimientos, Francisco Terán pasó a la acción. Reprochaba a ciertos auctores la activación de una campaña
difamatoria contra su persona para desacreditarle ante los tribunales y ante el
soberano. Albergaba la esperanza de que se reconociesen sus méritos al frente
de la intendencia y del comisionado real de la provincia de Sanlúcar de
Barrameda “[…] después de haberlos desempeñado con el zelo y desinterés que es
notorio, por puro patriotismo, renunciando el sueldo, y de otra recompensa, y
aún con detrimento de su propio caudal.”[16]
Y acusará sin ambages a los subalternos
del Tribunal de Seguridad Pública de haberlo atropellado públicamente “a impulsos de la calumnia mas manifiesta,
cuyo origen se trasluce aunque se hayan ocultado sus auctores, valiendose para
el logro de sus intentos del reprobado medio de los anonimos […].”[17]
Francisco
Teran señalará a Cayetano Iriarte como el autor intelectual de su
defenestración al frente de la intendencia pues “[…] los zelos, la envidia y
la rivalidad de Dn. Cayetano Yriarte, y la ambicion de despojar a Teran de la
Yntendencia, comisiones reales y opinión publica que gozaba han sido los unicos
motivos de las calumnias con que se le ha perseguido y vexado”.[18] Había encontrado plausibles conexiones entre
este y “varios contrabandistas y algunos
interesados en la mala versación de los fondos de propios […]”.[19]
Era lógico porque, según su opinión, la gestión que llevó a cabo durante
los años al frente de la intendencia había permitido extirpar estas prácticas
fraudulentas: “[…] quexosos del Yntendente porque les estorbaba
y corregía sus ilícitos tratos y manejos […]”. Incluso habían llegado a manipular al pueblo de Sanlúcar en su
propio beneficio, aprovechando las desavenencias y desencuentros de Terán con
el gobernador José Joaquín de Virués y Spínola[20]: “ […] sabedores de la rivalidad de dicho Gobernador Virues, se agavillaron
con el, y dando ayre de solemnidad a su partido, sorprendieron la justificación
del Gobierno con la calumniosa suposición de que el Pueblo odiaba al Yntendente
Teran y que no se podia aquietar si no se le despojaba de la Yntendencia, y se
la daba a el Gobernador Virues […]”.[21]
Un
bulo puesto que estaba basado en la intriga de unos pocos malhechores,
apadrinados por el mismo Virués, con el fin de satisfacer sus ansias de
enriquecimiento personal. Pero, Francisco Terán alargaba su dedo acusador,
sosteniendo que “esta faccion habiendo
obtenido del Gobernador poner en libertad los presos por rentas, influyó en los atentados cometidos contra
el Jardín de Aclimatación, Escuela de Agricultura, Camino Arrecife y quema del
Barco Salvavidas, trahido para socorro y guia de los Navegantes en la peligrosa
entrada del Guadalquivir […]”.[22]
Retrato deJosé
Joaquín de Virués y Spínola
(Estampa de W. Sharp, sobre 1831. Iconogra-
Fía Hispana. Biblioteca Nacional)
Como observamos, nuestro célebre ilustrado se refiere
a atentados no a la destrucción del
Jardín, actos vandálicos esporádicos de energúmenos incontrolados que causaron
algunos daños.
No obstante, el Gobierno relevó de la Subdelegación
de Rentas al intendente Francisco Terán, ocupando el cargo, de forma interina,
el Gobernador José Joaquín Virués hasta que se sustanciara el expediente
sancionador. En todo caso, había triunfado la estrategia de los contrabandistas
que, con el nuevo intendente, “[…] se emplearon en el exercicio de su profesion
con tanto exceso que los rendimientos de las rentas de la Provincia y
especialmente en el ramo del tabaco se redujeron a quasi la mitad, lucrándose
en muchos millones a que ascendia el desfalco, los mismos que ostentaban
patriotismo y zelo, y calumniaban de traidor a el Yntendente que trataba de
reprimir sus excesos para que no faltase la subsistencia a los defensores de la
Patria […]”.[23]
Virués sería sustituido en el gobierno por el oscuro Cayetano
Iriarte, una medida aprobada por la Junta de Sevilla, no exenta de polémica, ya
que su nombramiento no fue ratificado por Fernando VII, “[…] ni titulo de Subdelegado
y aun sin haber dado las fianzas competentes de propia autoridad […].”[24]
Según Terán, Iriarte se apoderó de la Subdelegación a pesar de las
protestas del Contador ante los continuados desórdenes y desfalcos de las
rentas. Por ello, viajó a la Corte y entabló conversaciones con el Ministerio
de Hacienda para poner en conocimiento estos delitos. Cuando regresó a
Sanlúcar, Terán fue detenido “[…] que este se verificó con la mayor tropelía
en el parage mas publico de esta Ciudad […]”.[25]
Estaría tres días en prisión, con un
centinela permanentemente vigilando sus movimientos. Fue incomunicado durante
treinta y ocho días, sin contacto con el exterior y cuatro meses de prisión
preventiva. Su casa sería acordonada con veinticinco “urbanos armados” mientras su familia sufrió una presión policial
asfixiante.
Quizá lo más sorprendente de las declaraciones de Terán
sean aquellas que ponen de relieve la ausencia de altercados contra su familia,
que sus bienes no fueron saqueados por el pueblo de Sanlúcar y que las
construcciones erigidas durante su mandato como intendente no fueron destruidas
en los meses posteriores a la revolución
popular de 1808. Reitera que “[…]
la calumnia de odiosidad popular y riesgo
de su persona se desmiente con el hecho
de haber estado en Sn. Lucar durante la revolucion y ocho meses después
respetando el Pueblo, su casa, persona y representaciones publicas. 2º Con los
muchos testimonios que existen en todos los cuerpos políticos de Sn. Lucar
aclaman por bien hecho del Pueblo al Yntendente Teran. 3º Con el de que su
venida a esta fue para evitar la persecución del Gobernador, y en manera alguna
por temor al Pueblo, y mucho menos ya quando durante su prision se han
traido presos por el Tribunal de Seguridad publica a los autores de las
turbulencias y desordenes de Sn. Lucar […]”
Pero las pesquisas siguieron su
curso con nuevas revelaciones. El 26 de julio de 1809 se destapó un turbio
asunto relacionado con la evasión de capitales, cuyo procedimiento estaba en
manos del Tribunal de Seguridad Pública. En un informe interno “[…] se
auguraba que Dn. Francisco Amoros tiene algunos caudales en Nueva España y se
indica no solo las personas encargadas de ocultarlos sino tambien que en la
causa formada por un tribunal a Dn. Francisco Teran, se hallan documentos que lo acreditan […]”.[26]
Efectivamente, el Rey acordó pasar al referido Tribunal todas las
providencias e investigaciones para esclarecer los hechos, ciertamente tozudos.
Porque dos cartas lacradas secretas fueron enviadas por la mujer de Amoros,
María Josefa Terán Palacios, al brigadier Roque Abarca, Presidente de la Real
Audiencia de Guadalajara, virreinato de Nueva España “[…] para que se remitiera
algunos de los intereses baxo el nombre de Dn Manuel Alfonso García, del
comercio de Cádiz, y a Teran para
que tratase con su padre […]”[27]
Aparentemente, se buscó a un hombre de paja, un testaferro que desviara
importantes sumas de dinero para burlar el control de la Real Hacienda. Un
delito fiscal que abre nuevas vías de investigación.
Finalmente, en carta firmada por
Terán en Sanlúcar de Barrameda el 6 de agosto de 1810 dirigida a su amigo José
Gómez, recordaba que “[…] aquí [en Sanlúcar] va mejorando la opinión publica porque las esperanzas de los
disparates menguan […].”[28]
A tenor de estas palabras, todo parecía indicar que las aguas iban volviendo a
su cauce y que reinaba la tranquilidad para Terán y para su círculo más
cercano: su esposa Antonia Almadana y Urdiales, el presbítero Simón de Plá y su
familia.
Desde luego el mejor guión para una
película de intriga.
[1] Archivo Histórico Nacional (en adelante AHN), ESTADO, 29-G.
[2] Vecino de Madrid y miembro del Consejo de Carlos IV y
oficial de la Secretaría de Despacho Universal de la Guerra, se trasladó desde
Madrid a Sanlúcar de Barrameda en 1803 acompañado de su esposa, la hermana de
Terán, María Josefa Terán Palacios para representar a Godoy en la toma de
posesión de los títulos regidor perpetuo y honorario de la ciudad y protector y
director de la Sociedad Económica de Amigos del País de Sanlúcar.
[3]VEGAZO PALACIOS, JESÚS: Sanlúcar de Barrameda: Encrucijada de cargadores, cosecheros y
prestamistas (1750-1860). ASEHA. Sanlúcar de Barrameda, 2014, p.76.
[4] MÁRQUEZ HIDALGO, FRANCISCO: El Jardín Botánico de la Paz de Sanlúcar de Barrameda. Pequeñas
Ideas Editoriales. Sanlúcar de Barrameda, 2002.
[5] Archivo Histórico Provincial de Cádiz. Gobierno
Civil. Caja 247. Cuadernos Generales de
la riqueza de los pueblos. 18 de agosto de 1818.
[6] AHN. ESTADO, 29-G.
[7] Ibídem.
[8] Ibídem.
[9] Fomentó la investigación y la experimentación
científica del algodón en rama y del lino para la creación de manufacturas.
También se le atribuye la introducción de las bombas de fuego, de doble inyección, de aplicación para una amplia
gama de operaciones, de las que obtuvo real privilegio el 25 de abril de 1790.
Puso en funcionamiento en Sanlúcar las mejores máquinas de hilado de pares de
cardas, contratando a operarios especializados en el manejo de dichos ingenios.
Entre los servicios prestados más destacados habría que significar los
siguientes: en 1784, asesoró al conde de Orrelly para el establecimiento de la
industria en la Casa Hospicio de Cádiz en el acto de su organización; después,
se trasladó a Cataluña para traer a Sanlúcar maestros de la industria textil
que habían prosperado; a continuación, a solicitud del duque de Osuna, pasó a
sus estados de Benavente donde adelantó varios ramos de la industria,
especialmente, de los linos, habiendo establecido por indicación del duque una
gran fábrica de ácido sulfúrico a orillas del río Manzanares; en 1787, viajó a
Inglaterra como espía industrial, trayendo a España muchas máquinas,
instrumentos, modelos, dibujos, diseños y planos de prototipos industriales
ingleses, con grave peligro para su vida. En compensación, Carlos IV le
permitió visitar las Reales Fábricas de Guadalajara y San Fernando; y por
último, rehusó los premios y recompensas que se le ofrecieron por su aportación
al desarrollo industrial de España. Finalmente, en 1791, puso rumbo a Sanlúcar de Barrameda a donde, asociado con
el intendente Francisco Terán, se ocupó en promover la enseñanza de la
industria del algodón con todas sus últimas novedades y trabajó en el Real
Jardín de Aclimatación, sin sueldo ni emolumento alguno.
[10] AHN.Ibídem.
[11] Ibídem.
[12] Ibídem.
[13] Ibídem.
[14] Ibídem.
[15] Ibídem.
[16] Ibídem.
[17] Ibídem.
[18] Ibídem.
[19] Ibídem.
[20] Nació en Jerez de la Frontera el 27 de julio de 1770
y murió en Madrid el 15 de mayo de 1840. Fue ascendido a Mariscal de Campo (1808) y ocupó el cargo de Gobernador de
Sanlúcar de Barrameda.
[21] Ibídem.
[22] Ibídem.
[23] Ibídem.
[24] Ibídem.
[25] Ibídem.
[26] Ibídem.
[27] Ibídem.
[28] ANH. ESTADO. Exp. 6.
INTERESANTE APORTACION PARA EL ESTUDIO DE UN INTENDENTE DESCONOCIDO PARA LA HISTORIA PROVINCIAL DE ESTA FIGURA BORBONICA
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