BERNARDO FALLON IRWIN: UN COMERCIANTE IRLANDÉS EN LA SANLÚCAR DE LA
ILUSTRACIÓN (1737-1801)
Jesús VEGAZO PALACIOS
Bernardo Fallon Irwin fue de esos extranjeros residentes en Sanlúcar de
Barrameda a lo largo del siglo XVIII que buscaba fortuna, prestigio social y
reconocimiento institucional a través del comercio americano. Nacido en Atlone
(Irlanda) en el año 1722, estableció casa en la ciudad en el año 1737, cuando
había alcanzado los 15 años de edad. Era hijo de los irlandeses Juan
O´Fallon Moore e Isabel Irwin. Fue cónsul de varios
países y se desposó en Cádiz el 17 de mayo de 1749 con Emilia María Margarita de Gante y Mac-Carthy, oriunda de Irlanda el
24 de junio de 1733. Este matrimonio se consumó mediante poderes. Representando
a Bernardo, compareció Samuel Mathias
Eyre en virtud de documento otorgado el 12 de diciembre de 1748, ratificado
por ambos cónyuges más tarde en Sanlúcar. De este matrimonio nacieron cuatro
hijos: Patricio, Isabel María, María
Emilia y Margarita. Su mujer, Emilia
María fallecería en Sanlúcar el 12 de febrero de 1786 a los 70 años de
edad. Bernardo volvería contraer
matrimonio con Isabel Veale, pero
esta vez sin hijos. El 28 de mayo de 1801 fallecería en Jerez de la Frontera a
la edad de 84 años.
Recuperados los privilegios
comerciales[1]
tras el Tratado de Utrech-Rastatt
(1713-1715), Sanlúcar de Barrameda registró el establecimiento de irlandeses,
cuyos lazos de parentesco fortalecieron sus actividades mercantiles en el marco
de la unidad familiar.[2] Acostumbraban a usar “pelucas buenas” y relojes de Londres de
plata, símbolos expresivos de la idiosincrasia británica. La peluca, exponente
del modo de vestir y el reloj, instrumento necesario para la vida metódica y rígidamente
ordenada. Ya en el Catastro de Ensenada
de 1752, Bernardo Fallon aparece inscrito con un capital de 24.000 reales para
el tráfico mercantil, viviendo en su casa cuatro personas más: su mujer, su
cuñado y dos sirvientes., uno de los cuales se llamaba Pedro de Prado. La relación de extranjeros residentes en Sanlúcar
de Barrameda del año 1765, Fallon forma parte de la reducida comunidad
irlandesa,[3]
desempeñando el oficio de comerciante o traficante,
profesando la religión católica y con residencia en la ciudad hacía más de 25 años.
Vicecónsul de Dinamarca el 20 de junio de 1765 por orden del cónsul danés en
Cádiz, Felipe Walhus y cónsul de las Provincias Unidas entre 1765 y
1798. Propietario de la salina La Perlita,
arrendada en 1798 a los herederos de Francisco
French, con 476 tajos y una tributación en especie de 571 fanegas, 2
celemines y 3 cuartillos. Entre diciembre de 1766 y diciembre de 1788, la
explotación salinera le produjo 1.142 cahíces y 15 fanegas. Fundó la sociedad
personalista en comandita Bernardo Fallon y Compañía, constituida
por socios de la misma nacionalidad[4],
unidos por vínculos de parentesco, dedicada a la explotación y exportación de
manufacturas y bienes primarios, y al comercio y giro con América y con otros
puertos de Europa. Impedía la transmisión hereditaria de la condición de socio,
sólo el capital social de la compañía. Probablemente los caudales en forma de
acciones, seguros marítimos, pertenencias y útiles estaban en manos de
comanditarios irlandeses mientras que Bernardo Fallon actuaba como
administrador único, socio industrial y gestor de la entidad. En calidad de compañía
deudora por falta de capitalización formalizó libranzas a la orden de otra
sociedad irlandesa, cuya razón social era Thomas
y Phelipe Walsh. La endogamia fue el modus
operandi de los irlandeses sanluqueños con el fin de proteger sus
intereses, conservar su lengua, y fortalecer los lazos de parentesco. Transportaba
en navíos mercantes británicos mercancías a nombre de la compañía como el que
desembarcó en el puerto de Sanlúcar de Barrameda el bergantín inglés “El Mary”, procedente de Gibraltar,
cargado con 66 canastas y 40 barricas de loza.[5]
. Esta empresa mercantil operaba con normalidad en el
año 1797, formando parte del exclusivo club
de los más sobresalientes comerciantes como el Marqués de Casa Arizón, Andrés de la Piedra, Guillermo Garvey, Enrique
Stonor y Compañía, José de Aguilar y
Miguel Brikdal.
El 27 de enero de 1763, el
consistorio debatió la Memoria
presentada por Bernardo Fallon, solicitando la entrega del Cerro de Arena para labrar un almacén en la Banda Playa, contiguo a
las casas de su propiedad, detrás de sus bodegas, llamadas La Aguardentería Vieja. Tenía la intención de labrar un huerto o
navazo. Reconociendo lo útil de la intervención, allanando los cerros de la
playa y contener la arena volátil que arruinaba muchas casas del vecindario,
los capitulares acordaron hacerle la cesión formal del sitio referido. Este
puede ser el origen del topónimo Cerro Falón.[6]
Perteneció a la Junta de Negocios y
Dependencias de extranjeros en Sanlúcar. Intervino en la Carrera de Indias,
suscribiendo escrituras de riesgo en calidad de deudor por cargamento en la
flota de 1768 por valor de 9.040 reales vellón. El 1 de agosto de 1769 le
fueron devueltos los derechos que se cobraron por la aduana de Cádiz en el
puerto de Algeciras en relación a una carga de botas de vino de Burdeos que
Bernardo Fallon envió a Gibraltar.
Bernardo
Fallon fue sometido a interrogatorio por el Santo Oficio de la Inquisición
en calidad de testigo sobre el comportamiento herético de su cuñado Christian
Sentrup o Cristóbal Sentrujo,
de oficio comerciante en Sanlúcar de Barrameda, natural de Hamburgo, de estado
viudo, vecino de Sevilla, de religión católica,sospechoso de profesar el
judaísmo porque ya hablaba castellano antes de su regreso a España o de
defender las principios del protestantismo luterano. Declararon en su contra el
5 de febrero de 1761, fray Mariano Dublín, religioso capuchino residente en la
ciudad, Thomas Grant, natural de Sanlúcar, soltero de 23 años y el propio Bernardo
Fallon, ambos de origen irlandés. Residía Sentrup en la casa de Fallon, su
cuñado. Le negaba a Fallon “muchas cosas
de las que enseña: como es decir que no hai purgatorio; que es la Iglesia pues
el no halla principio para ella; que solamente a Dios se ha de pedir y poner su
corazon en el y la caridad al proximo, que la intercesión de los Santos el no
halla motivo para procurarla; que cada uno puede hacer yglesia de su casa, sin
ser necessario ir a Misa.”[7]
Manifestaba sin ambages delante de Fallon su aversión por toda la familia
religiosa y que él mismo no guardaba vigilias, ni ayunos pues en esos días comía
carne y pescado, según observaron los padres capuchinos sanluqueños fray
Ciriaco de Málaga y fray José Dublín.
Enfadado, Bernardo Fallon le dijo a
Sentrup que “en su casa no volviera a
tratar proposiciones de religión, que perdería la amistad con él”. Al
parecer, el encausado hamburgués había establecido relaciones con otros
comerciantes herejes de Sanlúcar, entre ellos, el cónsul de Inglaterra. El cajero
irlandés de Fallón, Juan Dovudal sostuvo en el juicio que le oyó afirmar que
era el mismo demonio, por lo que era imposible que fuera católico.
[1] Autogobierno y consulado propio jurisdiccional.
[2] Diego Strange, natural de Sanlúcar de Barrameda, jenízaro,
era hijo de Pablo Strange y María Wall (nacidos en Limerick, Irlanda). Strange
era primero hermano de Guillermo Power y Guillermo Molony. Nota del autor.
[3] Junto a él, quedaron inscritos en la Matrícula de extrangeros de 1765, los
comerciantes irlandeses Ricardo Wade, Thomas y Ricardo Wadding, el primero
casado con la inglesa católica María Astley, Nicolás Manright casado con una
irlandesa católica y el sastre Henrique Walsh. Habría que añadir al influyente
y rico comerciante Philip Roche ya naturalizado pero de origen irlandés. Los
irlandeses sanluqueños representaban el 4.58% del total de extranjeros
residentes en Sanlúcar de Barrameda en 1765.
[4] De hecho, el cajero de la sociedad mercantil se
llamaba Juan Dovudal, irlandés de 19
años en 1761.
[6] CLIMENT BUZÓN, NARCISO (2004): Calles y plazas de Sanlúcar de Barrameda. Recorrido histórico.
ASEHA. Imprenta Santa Teresa, pp. 163-164.
[7] Archivo Histórico Nacional. Inquisición, 3721. Exp.
32.
Agradezco enormemente la publicación de esta semblanza. Es muy agradable poder conocer algo de la vida de los antepasados – como es el caso para mí – que vaya algo más allá de fechas y lugares. No conocía la historieta del cuñado, ni siquiera su existencia.
ResponderEliminarJorge Romero